Y a Ti, La Que está en San Gil, junto al Arco y la Muralla, junto a donde el mismo César te dejó a un armao de guardia, cuando tengo que nombrarte, me faltan ya las palabras. Te iba a decir azucena, iba a decirte espadaña, iba a decirte repique, iba a decirte campana. Te iba decir buganvilla, te iba a decir jacaranda, te iba a decir magnolia, ¿habrá flor más sevillana? Te iba a decir jazmín, y te iba a decir acacia, nardo pensaba decirte con yerbabuena y albahaca de los verdes terciopelos y el merino de las capas, San Basilio en el recuerdo de una columna entre llamas. Te iba a decir primavera, te iba a decir Madrugada, noche pensaba decirte y te iba a decir alba; te iba decir luz divina con la carita cansada... Así pensaba decirte, resplandor de la mañana. Te iba a decir blanca toca en el zaguán de Sor Angela, Salve Regina en Alcázares junto a San Juan de la Palma, te iba a decir calle Feria, te iba a decir calle Parras, te iba a decir Escoberos, pensaba decirte lágrima, iba a decirte sonrisa, fugaz belleza que pasa, relámpago de dulzura, Gioconda divinizada. Iba a decirte perfil y leyenda de una mancha. Yo te iba a decir huerta, y te iba a decir plaza, te iba a decir Callejones, y te iba a decir Gracia, o quizá sencillamente iba yo a decirte: "¡Guapa!" Iba a mirarte... y no puedo: ¿quién te aguanta esa mirada? Que no se puede aguantar la belleza de tu cara... Como todo te lo han dicho, mi silencio es el que habla, pues verás, Niña del Arco, que hay un nudo en mi garganta. Y sólo digo tu nombre, ése que todo lo alcanza, como te nombra Sevilla, como tu barrio te llama, como un viejo macareno: ¡mi Virgen de la Esperanza! Pregón - Antonio Burgos |