Las saetas aflamencadas nacen en el
preciso instante en que el cantaor flamenco siente necesidad de
dirigirse públicamente a Dios, cantando la antigua tonada, conocida por
saeta vieja, y la reviste, inconscientemente, de perfiles flamencos, de
expresiones propias del flamenco. La saeta moderna se hace totalmente
flamenca, cuando con el tiempo —no en un momento preciso y exacto-, se
fue forjando en el misterio patético de la emotividad flamenca.