El Islam tiene su origen en la Península Arábiga, lugar de nacimiento de Mahoma, el profeta. Allí se encuentran dos de las ciudades santas del Islam: La Meca y Medina, urbes en las que el profeta pasó la mayor parte de su vida. Por ello, los musulmanes, siguiendo uno de los pilares de su fe, deben visitar al menos una vez en la vida estos santos lugares. Tras la muerte de Mahoma, en el año 632, el Islam inicia una fulgurante expansión, que le conducirá hacia Mesopotamia, el norte de Africa y la península Ibérica, donde llegará en el año 711. Tarifa será el punto de partida desde el que las tropas de Tariq y Muza inicien su ataque contra el reino visigodo. La ocupación de buena parte de la península se realizará rápidamente, en apenas veinte años. Al-Andalus quedará convertida en una provincia del estado Omeya, con capital en Damasco. La llegada de Abd al-Rahman I en el año 756 supondrá el inicio de una nueva etapa: el emirato independiente. Los Omeyas se hacen con Al-Andalus, tras su expulsión del poder en Oriente. En el año 929 Abd al-Rahman III se proclama califa, por lo que nos encontramos ante un nuevo periodo de la historia andalusí. El califato es el momento de máximo esplendor político, económico y cultural de toda la historia de Al-Andalus. La gran obra de este primer momento histórico andalusí es, sin duda, la Mezquita aljama de Córdoba. Iniciada por Abd al-Rahman I en el año 785, sus sucesores seguirán una política de ampliación, hasta alcanzar con Almanzor su aspecto definitivo. La Mezquita es un gran espacio rectangular precedido de un amplio patio con su característico alminar. En el interior, el viajero se ve seducido por un amplio bosque de columnas y arquerías de medio punto y herradura, haciéndonos pensar en una vegetación de mármol que ha brotado de manera inesperada del suelo. Pero el asombro del viajero todavía no ha acabado. Cuando llega a la zona de la maksura, los arcos entrelazados y las bóvedas de nervios que no se cruzan en el centro consiguen arrancarnos más de una palabra de admiración. En el mihrab, una espectacular decoración epigráfica y vegetal nos habla del poder del califa cordobés y del gusto islámico por la suntuosidad. En las cercanías de Córdoba, Abd al-Rahman III mandó construir una nueva ciudad denominada Madinat al-Zahra. La nueva capital adoptará una forma rectangular, de 1500 metros de longitud por 750 de ancho, rodeado su perímetro por una gruesa muralla. Su adaptación a la topografía del terreno motivará la disposición de los edificios en tres terrazas superpuestas. En la terraza intermedia se encontraba la parte principal del palacio, con el gran salón de recepciones y sus amplios jardines. El llamado Salón Rico fue construido entre los años 953 y 957. Presenta planta basilical, con tres naves separadas por arquerías de herradura, rematadas en sus cabeceras con decoración de arcos ciegos. En el año 1010 los beréberes destruían Madinat al-Zahra, acabando así con una ciudad palatina concebida con todo el lujo que caracterizaba a la Dinastía Omeya.
A lo largo de la geografía de al-Andalus encontramos variadas muestras de las edificaciones defensivas levantadas por los omeyas para defender el territorio de los ataques cristianos procedentes del norte. Uno de los castillos más interesantes es el de Gormaz, en tierras sorianas. Mandado construir por al-Hakam II, se trata de una de las fortalezas más grandes de su tiempo. También de estas fechas es una parte de la alcazaba de Almería, construida para defender la región de los ataques de los piratas norteafricanos. En esta línea defensiva se funda la ciudad de Bayyana, la actual Perchina, a orillas del río Andárax, en las cercanías de su desembocadura. Por desgracia, las excavaciones para conocer esta capital administrativa todavía no permiten admirar su esplendor original. Otra obra maestra de la arquitectura califal la encontramos algo alejada de las fronteras de Andalucía. Se trata de la Mezquita de Bib Mardum en Toledo. Presenta planta de cruz griega inscrita en un cuadrado y cada uno de sus nueve tramos se cubre con una bóveda de tipo califal, configurándose un espacio en sintonía con la mezquita cordobesa. Los tiempos del califato también nos han dejado un amplio tesoro de piezas cerámicas salidas de los talleres cordobeses. Objetos de bronce, vasos y copas realizadas en vidrio muestran el excelente trabajo de los artesanos andalusíes. El vidrio no se conocía en la Europa cristiana, pero en la corte califal eran siempre de este material los objetos destinados a la bebida, ya que el Islam no ve con buenos ojos los fabricados para este uso en metal. La paulatina crisis que vive el califato en los primeros años del siglo XI llevará a su desaparición en el año 1031. La disgregación política que se produce con los reinos de Taifas será la consecuencia más inmediata. Sin embargo, la civilización andalusí no se eclipsará y al-Andalus seguirá siendo un foco de referencia cultural para todo el mundo occidental.
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