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De: Papá Arro (Mensaje original) |
Enviado: 29/07/2011 12:19 |
EL CORSO ESPAÑOL EN EL MEDITERRÁNEO EN EL SIGLO XVIII
Introducción
España esta rodeada de mar, prácticamente, en todo su territorio peninsular lo que ha supuesto a través de los tiempos que las comunicaciones entre puntos de la costa eran mas fáciles y rápidas que por el interior, ya que la planificación y el estado de la red viaria era impracticable, salvo algunas vías principales (carretera Cádiz – Madrid – Irún); esta circunstancia dio lugar a un comercio riquísimo de cabotaje entre ciudades y puertos costeros, que se multiplicó con el Tratado de Libre Comercio (1765 y 1778) otorgado por Carlos III , mediante el cual se suprimía el monopolio comercial con América de Sevilla y Cádiz y abría a este comercio otros puertos de la península, entre otros, algunos del Mediterráneo.
Si al territorio peninsular añadimos las Islas Baleares y nuestras posesiones italianas, nos encontramos con un tráfico marítimo comercial español riquísimo y abundante, caracterizado por su regularidad, profesionalidad y valentía.
La cuenca sur del Mediterráneo occidental, comprendida por los territorios africanos, estaba dominada por árabes que se distribuían en diferentes zonas de influencia, y que de oeste a este eran Marruecos, Túnez y Argel, menos el enclave de Orán que era protectorado español. Todos ellos potencialmente peligrosos para los intereses españoles, centrados principalmente en la navegación, enemigos acérrimos del cristianismo, por lo que tenían como consigna “atentar contra el infiel “; la causa no era por interés comercial, ni por poder económico, ni por expansión territorial, sino solo y exclusivamente por defensa de su religión, una verdadera “guerra santa”, asistidos y potenciados por el imperio Turco-Otomano que dominaba todo el Mediterráneo oriental. A esta distribución de poder teórico, tenemos que añadir otro factor de gran peso específico; cual es, que la salida de dicho mar a través del Estrecho de Gibraltar, estaba en manos españolas por poseer las ciudades de Ceuta y Melilla en el norte de África, así como Málaga y Cádiz en la península.
Así emplazado el teatro del Mediterráneo, nos encontramos con unos territorios potencialmente peligrosos para los intereses españoles centrados principalmente en la navegación.
Bandera de corso española de 1748
Causas
El permanente hostigamiento por parte de las embarcaciones sarracenas a los navíos de comercio españoles, en todas sus rutas hacia el Mediterráneo oriental, con grave quebranto en intereses económicos y en seguridad marítima, aprovechando las condiciones de su navegación, pues nunca iban convoyados, ni protegidos y casi ninguno armado, supuso para el Estado una disminución de su hacienda, así como una alarma social dentro del estamento naval y marítimo, que se intentó subsanar permitiendo armar en corso a todos aquellos navíos que cumplieran una serie de requisitos establecidos por las respectivas Ordenanzas reales y reconocer la guerra encubierta existente contra los territorios norteafricanos. La iniciativa siempre surgió de los armadores y marinos particulares, con estricto sentido de defensa.
Cañón naval de 8 libras
Cañón naval de hierro del siglo XVIII
Acoso sarraceno
Las naves sarracenas siempre llevaban la iniciativa bélica; de forma que armadas en corso, por regla general de poco tonelaje y moderadamente armadas comienzan sus acciones en el ámbito más meridional del Mediterráneo, siguiendo las rutas de Malta y del centro y sur de Italia. Posteriormente, y con verdadera osadía y sin resistencia por parte española, ascienden a aguas más altas, cerca del archipiélago de las Baleares, atentando contra el tráfico marítimo de las islas y entre éstas y la península. Prácticamente todo el Mediterráneo estaba al alcance de las naves africanas. Hay que señalar que casi todas, por no decir todas, eran naves corsarias, no pertenecían a la marina regular del respectivo país. Las acciones de caza lo mismo tenían lugar en alta mar, como en zonas muy próximas a tierra, haciendo estragos en las pequeñas embarcaciones de cabotaje. Posteriormente, la acción de estos navíos llegó a límites insospechados, pues se atrevieron en determinadas zonas del levante español, insuficientemente protegidas, al saqueo y rapto de personas.
Pistola de 1781
" Frascos de fuego": Eran una ampolletas de cristal,que se llenaban
de pólvora, con una mecha que se encendía previamente al abordaje
Estallaban en cubierta haciendo grandes destrozos.
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Último
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Parte 2
La patente de corso
Un corsario era un barco, que bajo patente del gobierno de su nación se dedicaba a perseguir embarcaciones enemigas. Era una actividad ilegal muy vigilada por las autoridades españolas; para diferenciarlo de la piratería, se intentó regular a través de Reales Ordenanzas una actividad que en el siglo XVIII jugó una baza muy importante en la política exterior de España, y permitió a muchos particulares hacer fortuna y a otros hacer carrera en la Armada, ya que de otra forma no hubiera sido posible.
Para ejercer dicha actividad era obligatorio poseer un documento otorgado por el país de origen del navío, lo que suponía en el caso de la Corona española, crear una flota de guerra paramilitar a su servicio, sobre todo para realizar funciones de guardacostas a cambio del beneficio que lograba el corsario llevándose una parte del botín. Además el estado se beneficiaba por el ahorro de no tener que destinar su flota a estos menesteres y obtener el resto del botín.
Las primeras Ordenanzas se dieron por el rey Felipe IV en 1621, debido a la gran actividad de piratas y corsarios ingleses, holandeses y franceses que existían en Indias, y turcos y argelinos en el Mediterráneo. A estas siguieron otras en 1674, 1702, 1718 (que explícitamente decía “contra turcos, moros y otros enemigos de la Corona”), 1762, 1779, 1794 (contra intereses franceses a causa de la Revolución en dicho país y se prohibía el corso con aliados de España, en este caso Inglaterra) y 1796 (ahora al revés; los aliados son los franceses y el enemigo Inglaterra). En el siglo XIX también se dictan reglas, pero a mediados de dicho siglo se suprime internacionalmente, este peculiar sistema.
Patente de corso española
Procedimiento; privilegios; funciones; recompensas
El particular que quisiera dedicarse al corso debía recurrir al comandante militar de Marina de la provincia. Allí figuraría en un registro en el que se anotaría la embarcación destinada, con todas sus características, así como armas, pertrechos y dotación de la misma. También figuraría la fianza abonada (que en algunos casos podían llegar a 60 o 70 mil Rs de vellón) para asegurar el buen comportamiento según las Ordenanzas y no cometer corso contra embarcaciones de naciones que no estuvieran en guerra con España.
Se le entregaba el documento acreditativo (patente) que ambas partes firmaban y que le era entregado por el Capitán General del Departamento de Marina o por el Secretario del Despacho de Marina (ministro) en nombre del Rey. Sin este documento no se podía practicar dicha actividad, so pena de ser declarado pirata.
Una vez obtenida la patente de corso, el comandante militar de Marina de la provincia le facilitaba hombres y pertrechos. El barco debía llevar como dotación, al menos, una cuarta parte de “marineros de matrícula”; es decir, que hubieran pertenecido a la Armada y que no fueran procedentes de levas. El resto lo aportaba el dueño de la patente. Las armas, pólvora y artillería podían vendérselos los arsenales de la Armada, a precio de coste y pago al contado o a seis meses, siempre que fuera posible.
El personal militar de la Armada podía dedicarse al corso en barcos privados, en determinadas circunstancias, y ascender como si estuviese en un barco del Rey. Si el capitán de un barco corsario privado pertenecía a la Armada, el barco podía llevar el sobrenombre “Real” para diferenciarlo de los que llevaban capitán particular. Los tripulantes gozaban del llamado “fuero de marina” que les permitía llevar armas y tener otros privilegios de la Armada, mientras permanecieran en este servicio. En caso de muerte las viudas podían acogerse a una pensión y si eran heridos podían ser tratados en las instalaciones de la Armada de cada departamento.
Patente de corso francesa
Los corsarios, además de quedarse con lo que sacaran de la venta de un barco y su carga, recibían bonificaciones de la tesorería de Marina por determinados pertrechos del barco capturado; así, si se trataba de un bajel de guerra, por cada cañón de más de 12 libras se recibía 1.200 Rs de vellón y si era de menos de 12 libras, 800 Rs. Por un prisionero 200 Rs. Si el barco era corsario recibían por cada cañón de más de 12 libras, 900 Rs de vellón y 600 si era menor; 160 Rs por prisionero. Esto indicaba que era más difícil capturar un barco Real que uno particular. A su vez, el precio por cañón y prisionero de un barco mercante era sensiblemente inferior. Además se bonificaba más si el barco apresado era de guerra y se había tomado al abordaje, que por un corsario o un mercante que hubiera sido tomado sin lucha. Este sistema premiaba la búsqueda de los barcos de guerra, ya que si no el corsario podía dedicarse solamente a capturar barcos mercantes.
De la venta de la presa, una quinta parte tributaba al Rey (el llamado “quinto real”). Del resto se hacían dos partes, tres quintos se destinaba a la tripulación y guarnición y la otra restante a la oficialidad. Si en el barco corsario se encontrasen miembros de la Armada en calidad de pasajeros no les correspondería nada, aunque si habían participado en la captura, el capitán podía recompensarles.
Un barco corsario podía identificar los barcos mercantes que se encontrara, examinando las patentes, pasaportes y otros documentos acreditativos, así como la lista del pasaje y el diario de navegación. Esta investigación debía de hacerse sin violencia y en caso de negativa por parte del capitán, se le podría obligar por la fuerza. La extorsión o realizar cualquier tipo de daño a las tripulaciones y embarcaciones neutrales o aliadas de España, estaba castigada con la pena de muerte. En el caso de que la embarcación fuese sospechosa de ser enemiga, bien por falta de traductor o confusión en los papeles, se la podía obligar ir a puerto para su identificación. Tenían que dejar navegar a los barcos aliados o neutrales que fueran a un puerto enemigo con carga neutral, siempre que ese puerto no estuviera bloqueado. Los corsarios que detuvieran y llevaran a otro puerto una embarcación neutral o aliada sin motivo justificado, tenían que indemnizar a los agraviados. Si el barco neutral llevaba las tres cuartas partes de de la tripulación de una nacionalidad enemiga u oficiales de marina de guerra, podía ser apresado. Si el barco fuese neutral pero llevase pertrechos de guerra a puerto enemigo, era capturado; por pertrechos, se entienden la pólvora, armas, tiendas, caballos, uniformes…..A los barcos que cumplían con los requisitos para ser capturados eran llamados de “buena presa”; el apresamiento de barcos que no cumplían estos requisitos, podía llevar a multas, retirada de la patente de corso, en casos graves hasta la muerte.
Cañón de bronce de 4 libras
Si alguna embarcación privada hacía labores de corso sin la debida patente era considerada pirata, y sus responsables colgados; esto se aplicaba tanto a barcos españoles como enemigos. Con la patente se les consideraba y trataba como prisioneros de guerra.
No podían apresar barcos enemigos que se encontraran en aguas aliadas o neutrales. Podían hacerlo cuando la embarcación enemiga abandonase dichas aguas y se encontrase a más de un tiro de cañón de la costa. Es decir, las aguas territoriales costeras de un país venían fijadas por una franja marina, cuya anchura la determinaba el alcance de un tiro de cañón
Si se apresaba una embarcación aliada o neutral, anteriormente capturada por el enemigo, se le abonaba una octava parte a los corsarios pertenecientes a la Real Armada y una sexta parte a los privados y se devolvía al país al que perteneciera. Si el barco era español, y se represaba en menos de 24 horas, se le daba al corsario la mitad del valor; pasadas las 24 horas, se quedaba con todo el valor.
Galera
No se permitía el saqueo de la carga de la nave apresada. Esta se llevaba precintada a puerto, donde un auditor daba cuenta de lo apresado y del dinero que se obtenía por ello, so pena de juicio y retirada de la patente. Las autoridades portuarias además interrogaban al capitán del barco apresado y del corsario para ver si se había realizado la acción conforme a lo establecido y sin irregularidades. También era delito el maltrato de los marineros o el abandono en islas o costas; éstos debían entregarse al Gobernador de la plaza de arribo o al Comandante de Marina.
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Parte 3
Barcos
Entre las maniobras más difíciles que existen en la navegación a vela, se encuentra la ceñida, que consiste en que un barco navegue en contra del viento; cuanto mas se aproxime al rumbo de éste y menor sea el ángulo de ceñida, mas rápida y marinera será la nave. Es evidente que en esta maniobra influyen muchos factores además del viento, como la forma, el peso y el velamen de la nave, que a veces debe ser rápida, sobre todo en maniobras de persecución o de combate.
El mar Mediterráneo por sus características particulares en vientos y corrientes precisa de un barco con determinado tipo de velamen y diseño, que se adapten a la navegación en las aguas de este mar; por eso el uso de velas triangulares, cascos estilizados, barcos de poco tonelaje y con remos, para ayudarse, sobre todo en actos de batalla, cuando los vientos no son favorables.
En el periódico oficial de España, la “Gazeta” que tenía una periodicidad semanal, y comenzó a editarse en enero de 1743, y con nombres distintos continúa editándose desde entonces, actual “B.O.E.”, se publicaban hechos de armas de los corsarios españoles ( entre otros asuntos) para la información del público general. Hemos realizado una revisión de las “Gazeta” desde su inicio hasta el año 1775 (32 años) en búsqueda de bibliografía para la ejecución de este trabajo, y hemos podido diferenciar los siguientes tipos de navíos.
Jabeque español
1. Españoles
Jabeque. Era una embarcación de vela triangular de tres palos. También podía navegar de forma auxiliar con remos, sobre todo en maniobras complejas. Montaba alrededor de 20 cañones en batería descubierta sobre la cubierta. Lo mas característico era la inclinación hacia delante del palo de trinquete.
En España, Antonio Barceló, fue quien clasificó los jabeques en
Grandes: 680 toneladas y 38 cañones.
Medianos: 420 toneladas y un armamento similar. Se utilizaron para operaciones
especiales; se construyeron cuatro.
Pequeños: 275 toneladas y 20 cañones, que se destinaron a vigilancia costera y a
guardacostas.
Polacra-jabeque. A mediados del siglos XVIII se modificaron los jabeques y se crea esta modalidad de barco, que tenía como diferencia con el anterior el aparejo; ya que portaban velas cuadradas en los palos mayor y trinquete. La artillería oscilaba entre los 16 y 24 cañones.
Galeota. Descrita más abajo.
2. Argelinos y tunecinos.
Galera. Barco típicamente mediterráneo, que alcanzó su apogeo en el siglo XVII. Su casco era alargado y ligero e iba provisto de castillo de proa y alcázar en la popa, donde se alojaban los oficiales. Su movimiento estaba asegurado por dos o tres mástiles con aparejo latino y por la fuerza de los remeros. A su proa se disponían pequeñas piezas de artillería. En los combates eran muy maniobrables por sus remeros, actuando como plataformas, prolongación del combate terrestre. Por lo general, tenían uno o dos palos y unos 25 remos por banda, con uno o dos remeros.
Galeota. Era una Galera menor que constaba de 16 o 20 remos por banda y tan solo un hombre en cada uno. Llevaban dos mástiles y algunos cañones pequeños. Solían llevar el palo mayor sin trinquete, una sola cubierta sin defensa, siendo barcos muy veloces y ágiles. En Berberia se construían Galeotas grandes con diferencias en la arboladura.
Jabeques. Básicamente, de iguales características a los descritos anteriormente.
Londro. Pequeña embarcación latina mercante. A principios del siglo XVll era de remo y vela y sin cubierta todavía, pero después se construyeron algunos casi tan grandes como las galeras, aunque más toscamente fabricados, llevando hasta veinticinco remos por banda y 150 hombres de dotación. Tenían empavesada de tablas con varias portas por donde asomaban algunas pequeñas piezas de artillería o pedreros.
Hechos de armas
Los corsarios más famosos durante esta centuria, que cuentan con innumerables combates contra los berberiscos y en alguna ocasión contra los ingleses, son casi todos oriundos de las islas Baleares. Buenos marinos y todos conocedores de las aguas mediterráneas, junto con un valor personal extraordinario y defensores de la nación, pusieron su saber, hacienda y hasta sus vidas por librar de enemigos a su Patria y a la Corona, principalmente de berberiscos y ocasionalmente, dependiendo de los vaivenes políticos, corsarios ingleses.
Monumento a los corsarios ibicencos
Al desembarcar en Ibiza y al salir del recinto portuario, uno se encuentra con un obelisco de mediana altura dedicado a los corsarios ibicencos; posiblemente el único en al mundo (aunque en Paris si existen calles con el nomenclátor de algunos famosos corsarios franceses). Entre los corsarios ibicencos más célebres destacan los hermanos Sala Prats y Sala Medines, Jaume Planells y su hijo Jaume Planells Ferrer “Sit”, Pere Bernat, Mariano Selleras y el más conocido Antonio Riquer Arabi. Entre los mallorquines el mas destacado fue Antonio Barceló “Capitán Toni”. De todos ellos, cabe destacar especialmente a dos; por un lado a Antonio Riquer y por otro a Antonio Barceló. Hemos recurrido a dos fuentes para encontrar hechos de armas de ambos; por un lado, hemos revisado sus biografías y por otro, hemos recurrido a la “GAZETA”, en la cual hemos encontrado 43 referencias a hechos de armas contra corsarios berberiscos, en el periodo de tiempo señalado anteriormente, es decir, desde 1743 a 1775.
Antonio Riquer Arabi
El hecho de publicar una noticia de este tipo en el periódico oficial de la nación, pensamos, tenía la suficiente importancia política en el momento, para dar a conocer a la población en general nuestros éxitos, así como la valentía y preparación de nuestros hombres ante el enemigo, siempre con resultados positivos para la Corona. En estas referencias, salvo algunas esporádicas, casi todas tienen a Antonio Barceló como protagonista.
Vamos a señalar a Riquer y a Barceló como los corsarios españoles más importantes de nuestra historia, con una breve biografía de cada uno, en la que se ponga de relieve los hechos mas señalados de sus vidas como marinos.
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Parte 4
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Antonio Riquer Arabi.
Nace el 18 de enero de 1773, hijo de un marino en Ibiza. En 1797 ya navegaba por el Mediterráneo y dos años más tarde, formando parte de la tripulación del jabeque “San Antonio de Pádua” fue apresado por una fragata inglesa de 42 cañones cuando conducía trigo de Ibiza a Barcelona. Al poco tiempo fue trasladado junto a su padre y dos marineros a un barco danés para levarlos a puerto de destino. Su barco con el resto de la tripulación es trasladado a Gibraltar.
En 1806 lleva a Alicante una jábega mallorquina recuperada a los ingleses, apresando a la tripulación (1 oficial y 7 marineros británicos) que querían llevarla a Gibraltar.
Es en este año cuando lleva a cabo la hazaña que le daría renombre para el resto de su vida. Consistió ésta en el apresamiento del bergantín corsario inglés “Felicity” en las costas de Ibiza. Este corsario era una pesadilla para los navegantes del Mediterráneo (es la época en que España aliada con Francia tenian la guerra declarada a Inglaterra); lo mandaba un italiano de Ancona, al servicio de los ingleses, Miguel Novelli de 27 años, más conocido en el mundo marino con el apodo de “El Papa”.
Firma de Antonio Riquer
El 1 de junio de dicho año se vio aparecer por las costas de Ibiza con actitud desafiante y provocativa al citado bergantín, que al parecer traía el rumbo de Formentera, causando gran pesadumbre en la población. Antonio Riquer, tenía tumbado su jabeque con el fin de limpiar fondos y carenar. Sin pensarlo dos veces, reunió a su tripulación, dieron una mano de sebo a las dos bandas y con gran presteza lo pertrecharon y armaron para salir con la máxima rapidez.(montaron dos cañones de a 8, cuatro de a 6 y dos de a 2, además se instaló un obús de a 16 y se embarcaron varias cajas de “frascos de fuego”).
El bergantín inglés era muy superior, pues estaba bien artillado y con más de 60 tripulantes; en una batalla a cañonazos sería franco ganador, por lo que Riquer se decidió de forma audaz por el abordaje al inglés. El factor sorpresa fue tal, que los ingleses viendo el arrojo de los ibicencos en su barco, disparando y arrojando “frascos de fuego”, se lanzaron al mar y al cabo de 20 minutos, se rindieron. El resultado por parte inglesa, 11 muertos y Capitán y Segundo junto a 45 tripulantes prisioneros, de los que 25 estaban heridos graves, además se rescataron a cuatro marineros prisioneros en el navío. Por parte española 5 muertos (incluido el padre de Riquer, que era el Segundo) y 22 heridos incluido el protagonista.
Por este hecho fue nombrado por el Rey, alférez de fragata de la Real Armada.
Posteriormente desempeña el mando de distintos barcos, en labores de guardacostas y corso, ascendiendo en la escala; ya sexagenario, ejercía el mando del “San José”, contando treinta y cuatro años de servicios, de los cuales treinta como capitán corsario, habiendo realizado más de cien aprehensiones a favor de la Real Hacienda. En 1840 decide retirarse, falleciendo en 1846 con el grado de teniente de fragata graduado de la Real Armada.
Antonio Barceló “Capitán Toni”.
Es tan abundante la bibliografía de este personaje, que sintetizar su vida, se hace difícil. Nació en 1717 en Palma de Mallorca, y desde muy joven navegó en barcos que hacían la travesía con la península como marinero; consiguiendo, con esfuerzo, el título de tercer piloto. A los 18 años se le confía el mando de un jabeque que hacía la travesía entre las islas y la península, con el que en varias ocasiones persiguió a los moros que infestaban las costas de las islas. Su nombre empezó a ser conocido y se acrecentó con un combate victorioso que sostuvo con dos galeotas argelinas, por lo que S.M. se dignó a nombrarle alférez de fragata (sin sueldo).Contaba 21 años.
Cuadro que representa la primera victoria de Barceló
La Real cédula de concesión decía:
“Por cuanto en atención a los méritos y servicios de Antonio Barceló, patrón del jabeque que sirve de corso a la isla de Palma de Mallorca y señaladamente al valor y al acierto, con que defendió e hizo poner en fuga a dos galeotas argelinas que le atacaron, en ocasión que llevaba de transporte un destacamento de dragones del regimiento de Orán y otro del de infantería de África……”
Siguió practicando otros servicios entre las islas y la península, hasta que una captura realizada por berberiscos, de un jabeque español con 200 pasajeros, entre ellos 13 oficiales del ejército, hizo que S.M. ordenase armar, a sus expensas, cuatro jabeques dándole el mando a Barceló, siendo ascendido a teniente de fragata en 1748. En este año se enfrenta a cuatro berberiscos frente a las costas de Benidorm y Altea, obteniendo una gran victoria al ponerlos en fuga muy maltratados.
Antonio Barceló " Capitán Toni"
En 1749 se desarma la división y Barceló vuelve al corso, desempeñando sus funciones de traspaso de tropas entre las islas y la península. Los combates eran frecuentes pues la mar estaba infestada de naves corsarias berberiscas. En uno de ellos contra una galeota de 30 remos y un jabeque enemigos, que llevaban una presa española, fue herido aunque salió victorioso del lance. En 1753, ya había sido ascendido a teniente de navío graduado; pero por esta acción el Rey le concedió la efectividad en este grado y su incorporación al Cuerpo General de la Armada, con fecha junio de 1756.
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Parte 5 (Continuación de Antonio Barceló "Capitán Toni")
Escudo de armas de Antonio Barceló
En 1761 asciende a capitán de fragata y se le da el mando de una división de tres jabeques reales, siendo los enfrentamientos con el enemigo casi a diario, saliendo siempre victorioso. En un enfrentamiento muy sonado en la época, fue herido en el abordaje por una bala de mosquete, que le atravesó la mejilla izquierda.
Gazeta de Madrid: 1769/44
Madrid 31 de octubre de 1769
En consecuencia de las noticias que se tenían de haber salido de Argel, cuatro jabeques de la regencia, y tres de particulares armados en corso, con dirección al océano, se apostó en el mismo estrecho D. Antonio Barceló con los seis jabeques e su mando y otro de la plaza de Ceuta , para esperar este armamento; y estando en Algeciras, con señal que se le hizo de dicha plaza, se puso a la vela el 11 de este mes, a las 4 ½ de la tarde y dio caza a dos embarcaciones, la una de vela redonda y la otra latina con aparejo también redondo.
Estas eran un jabeque argelino de 24 cañones, el segundo de la regencia, y un paquebote dinamarqués apresado por él. El paquebote se rindió luego pero el jabeque no hizo lo mismo. Eran las 11 de la noche cuando le pudo alcanzar el jabeque de Barceló, y abarloarse con él; le dio una carga cerrada y respondió con cinco cañonazos y un fuego grande de fusilería bien servida; y poniéndose en fuga, continuó batiéndole según las circunstancias, pues a veces solo pudo servirse de las miras de proa y hasta las 3 de la mañana se le dieron cinco descargas, a que respondió en los mismos términos, habiendo empezado a llegar los otros jabeques.
A esta hora, hallándose malherido de un balazo que le atravesó la mejilla y en un hombro, y fuera de combate Barceló, dio la orden al segundo comandante del jabeque de su mando, D. Joaquín Hyckey , para que prosiguiese la acción; y en efecto, así se hizo y duró el empeño, continuando siempre la caza, hasta que a las 9 ½ del día 12, embarrancó el argelino en la playa que llaman de los Pescadores cerca del Peñón
Desampararon los moros el jabeque, se echaron al agua y tomaron la costa, y solo se hallaron a su bordo cuando se sacó 18 cautivos. Su tripulación era de 250 hombres. De nuestra parte hube 3 heridos, además de Barceló.
El jabeque de Ceuta llevó al puerto de aquella plaza el navío danés, y los demás jabeques españoles trajeron a Málaga el argelino. Los cinco se hicieron nuevamente a la mar y Barceló se quedó curando en el suyo; pero habiendo sabido que todavía estaban 3 jabeques argelinos en Tánger, volvió a salir para procurar encontrarlos.
Una vez recuperado de sus heridas siguió su lucha contra los berberiscos, siempre con victorias. En 1769 fue ascendido a capitán de navío por apresar en la ensenada de Melilla a cuatro jabeques moros. También fue señalada la acción que sostuvo en el Peñón de Alhucemas en 1775. En este año tiene lugar una expedición de castigo contra Argel; Barceló manda la escuadra que protegerá el desembarco de las tropas de infantería. El mal desarrollo de la operación y la desorganización imperante, fue la causa de que las tropas tuvieran que ser reembarcadas en condiciones penosas; Barceló con sus barcos protegió esta retirada, aun estando batido por el enemigo, lo que supuso el salvamento de muchas vidas. Esta acción, le supuso un gran crédito en las altas esferas de la marina y el Rey le otorgó el grado de brigadier ese mismo año.
Pasaporte expedido por el almirante Antonio Barceló a bordo del
jabeque "Pilar" el 8 de febrero de 1781, mediante el cual releva de
su destino al artillero de marina Mariano Libra, a bordo de la galeo
ta "San Carlos", por encontrarse "inutil para el servicio de aque-
llas fatigas" para ponerlo a disposición del comandante del De-
partamento de Cartagena. Consta abajo, el escudo de armas de
Barceló, su firma, así como el "anotado y cumplido" que indica,
que al susodicho militar pasó al Arsenal de Cartagena..
La gran obra de su vida viene con el bloqueo de Gibraltar de 1779, inventando unas cañoneras, que sustituyendo a los navíos bombardeaban la plaza con mas efectividad y menos riesgo. Merced a estas acciones fue ascendido a teniente general en 1783.
En este año, una nueva escuadra a su mando se dirige en operación de castigo a Argel. Se bombardean las fortificaciones y la ciudad y se hacen estragos. La escuadra regresa a Cartagena, pero los argelinos se refuerzan en hombres y material, así como en fortificaciones; por lo que de nuevo parte una nueva flota combinada desde Cartagena en junio de 1784, llegando a Argel el 10 de julio.
En el transcurso de los ocho ataques que se produjeron, fue tal el bombardeo que se observaron grandes destrozos en las fortificaciones y un gran incendio en la ciudad, así como el rechazo de la flota enemiga, compuesta por 67 embarcaciones, hundiendo 4 de ellas. Los vientos desfavorables y las condiciones adversas del tiempo, hicieron que se pusiese fin a la operación el 21 de julio.
El Rey después de estas dos expediciones se sirvió concederle el sueldo de teniente general, puesto que el grado ya lo tenía, siéndole concedida la Cruz de la Real Orden de Carlos III.
Posteriormente, fue comisionado para tareas de índole política y diplomática, pero luchas intestinas en la cúpula de la marina y maniobras de descrédito a su persona, hicieron que se retirara a Palma en donde murió, en enero de 1797, a la edad de 80 años.
Protocolos de paz.
En la Gazeta de Madrid nº 40 del año 1768, venia la siguiente noticia:
Argel 28 de julio de 1768
Corre la voz de que se ajustará una tregua o paz formal entre esta regencia y la España, por la interposición del Emperador de Marruecos, de donde acaban de llegar dos ministros plenipotenciarios, uno para negociar el canje de todos los cautivos españoles con los argelinos, turcos y moros detenidos en España y el otro para proponer a lo menos una suspensión de hostilidades, en caso de que no pudiese ajustarse la paz. Estas negociaciones ocasionan bastante disgusto a nuestros corsarios acostumbrados a hacer fortuna corriendo los mares.
Son los primeros signos de paz que aparecen en la permanente confrontación, que durante siglos, ha sostenido España con los pueblos árabes del Mediterráneo; sin embargo estos contactos diplomáticos no llegaron a cristalizar en una paz mas o menos duradera; prueba de ello, son las dos acciones de castigo que España sometió a Argel, con el bombardeo sistemático de la ciudad, por parte de las escuadras combinadas, en el año 1784, que ya referimos en la reseña de Antonio Barceló.
Con estas dos expediciones se consigue, en la primera que Trípoli se aviniera a la paz con España y en la segunda la firma con Argel y Túnez, con la visita del insigne marino Mazarredo para este fin.
El “Tratado de paz y amistad….” con Argel, tiene fecha de 14 de junio de 1786.
El “Tratado de paz, amistad y comercio…” con Túnez, lleva fecha de 19 de julio de 1791.
El “Tratado de paz, amistad, navegación, comercio y pesca….” que fue suscrito con el reino de Marruecos, fue firmado en Mequinéz el 1 de marzo de 1797.
Por fin tiene lugar la paz en el Mediterráneo con los países norteafricanos, después de varios siglos de guerras, combates navales, desembarcos, actos de corso, etc., que tanta gloria dieron a España, sobre todo como garante defensora de un mar muy inestable y peligroso para los intereses nacionales e internacionales.
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