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C R Í T I C A .: CARTA A UN LOCO : HUGO CHÁVEZ .
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De: IGNACIOAL  (Mensaje original) Enviado: 30/07/2011 08:26

Carta a un loco
Gustavo Coronel* / Soberania.org - 22/12/08

LOS SIETE CRÍMENES


Señor Hugo Chávez Frías:


La locura es siempre trágica pero generalmente restringida al entorno intimo. Son muchas las familias venezolanas que tienen, o tenido un loco en su casa. Los  vecinos lo saben, pero misericordiosamente actúan como si el loco no  existiera. Hay tragedias mayores, como cuando un loco previamente contenido a nivel familiar sale a la calle armado de un rifle y termina con la vida de 20  o 30 inocentes ciudadanos.

La tragedia que nos relaciona a los venezolanos con usted es de dimensión infinitamente superior. Se trata de  que usted no es un loco de familia, ni siquiera un loco de alcance  restringido, como ese que sale de repente disparando a diestra y siniestra  contra los despavoridos vecinos. No, señor. Usted ha resultado ser un loco  de alcance nacional e, inclusive, hemisférico. No es cualquier  cosa, señor, ser un loco hemisférico, si recordamos que la categoría de  los locos de nivel global apenas cuenta con un puñado de especímenes, a  lo Nerón, Hitler y José Stalin, todos de amarga recordación.

Trataré  de explicarle la magnitud de nuestra tragedia, a pesar de que es difícil que  la entienda. Se trata, señor, de lo siguiente:

Usted fue elegido en 1998 como presidente de todos los venezolanos, aunque desde el primer momento haya pretendido, en su locura, que todo quien disienta de sus peculiares ideas es  “traidor, escuálido o apátrida”, para mencionar algunos de los  epítetos humillantes que usted utiliza para referirse a los millones  de venezolanos que no piensan como usted. Usted decidió gobernar solo para  quienes, en su peculiar definición, han sido las víctimas de los “blancos,  ricos, oligarcas y frijolitos”. De allí que nuestra sociedad, que no era  racista, que no era acomplejada, que no era resentida, ha sido convertida por usted en un campo de batalla entre los “buenos, revolucionarios” y “los  malos, oligarcas”. Solo un ignorante loco como usted puede pensar que se  puede gobernar exitosamente un país partiéndolo en dos rolos, convirtiendo a  una mitad en enemiga de la otra mitad. La siembra de odios es un  crimen propio de monstruos morales o desequilibrados mentales y  debería haberlo descalificado hace tiempo para ejercer la presidencia,  si tuviésemos contrapesos institucionales, pero no los tenemos.

Su segundo crimen es el de haber promovido el adoctrinamiento político de los  niños venezolanos. No puede estar en sus cabales quien promueva la aparición  en televisión de niños venezolanos recitando poemas adulatorios para el Ché  Guevara, Fidel Castro o su muy modesta persona. Una persona normal posee un  nivel de decoro y de pudor que rechaza instintivamente este grosero tipo de  culto. Esos niños, robotizados, no saben de quien están hablando ni se dan  cuenta de estar siendo utilizados. No se siente usted, acaso, como el  más detestable de los reptiles al promover ese proceso de  destrucción espiritual entre nuestros niños? Usted les está robando a  nuestros niños su derecho sagrado a ser niños, el derecho que tienen de  una niñez libre de las miserias de la adulación y del sectarismo.

El  tercer crimen que usted ha cometido en su locura tiene que ver con los pródigos regalos que ha hecho de nuestro patrimonio a sus compinches  ideológicos, a sus amigos de circunstancia, aquellos a quienes usted ha  deseado impresionar con el poder petrolero, un poder que no es suyo sino de  la nación. Usted ha dado no menos de treinta mil millones de dólares a esos  amigos, dineros que jamás veremos de nuevo. Sus mismos seguidores hubieran  apreciado su uso para mejorar sus posibilidades de salir de la ignorancia.


Su cuarto crimen ha sido la política de limosnas representada  por las llamadas misiones. El concepto de las misiones no era malo, pero no podía constituir la única política social en un país que desea salir adelante. Cuando todo lo que ofrece es la limosna, lo que logra es profundizar la dependencia del pobre en el  estado paternalista, en el “taita” que le da al hijo lo que necesita, siempre y cuando el hijo haga lo que le ordene. Como decían los chinos: no reparta peces todos los días, enseñe a pescar. Usted no tiene la menor idea de cómo empoderar a los pobres. Hoy en día hay  más desigualdad social que cuando usted llegó al poder.  Usted esconde sus fracasos detrás de un velo espeso de mentiras.

Su quinto crimen ha sido prostituir las instituciones básicas del país: los  poderes legislativo, judicial, electoral y el poder moral. Ha sobornado usted a sus funcionarios con el dinero petrolero para ponerlos a su servicio,  destruyendo el sistema de contrapesos institucionales sin los cuáles una  democracia no puede ser legítima, no importa cuantas elecciones lleve a cabo.  Sin el substrato institucional ya no hay donde acudir, ha desaparecido la  base esencial de confianza sin la cuál las transacciones sociales civilizadas  se hacen imposibles. Usted sumergió al país en un pantano de  incertidumbres, abusos y recelos en donde todos nos estamos envenenando por  igual, usted y nosotros. Esa no era su misión, esa no era su  responsabilidad fundamental como presidente de todos los  venezolanos.

Su sexto crimen, pensar, en su desequilibrio, que usted es indispensable para la vida de nuestro país. Qué pachotada es esa,  de que usted ya no es Chávez sino “el pueblo”? Su verdadero empeño es  ser Fidel y por ello ha tratado de convertirnos en una nueva  Cuba. Fracasó. Ha tratado de convertirse en un líder continental para  guiar a los pueblos “morenos” de América en contra del imperio malvado, los Estados Unidos. En esto también ha fracasado, puesto que el  imperio malvado ahora tiene un líder que es más representativo que usted  de los pueblos “morenos” y quien, además, habla el lenguaje de  la conciliación y no el lenguaje del odio.  En su locura usted comprende que no hay nadie indispensable, que no es cierto lo que usted dice  en sus cursilísimas arengas: “Solo Chávez puede gobernar este país”.  “Conmigo quienes quieran la felisidad (sic)”. Su ortografía es solo  comparable al estado  ruinoso de nuestra nación.

Su séptimo  crimen, tratar, una y otra vez, de convertirse en presidente o  dictador vitalicio en nuestro país. Sepa que Einstein definía la locura como  la “incesante repetición del mismo proceso esperando obtener resultados  diferentes”. El resultado de su pretensión siempre será el mismo, señor.  Usted ha llegado a pensar que postularse a la presidencia vitalicia, una y  otra vez, no tiene costo alguno para usted. No se da cuenta del inmenso  precio material y espiritual que paga nuestra nación por su  locura?

Usted perdió el primer referéndum y, si nos impone el segundo, usted se va. Usted tendrá que irse adonde acepten locos. Si no se va, lo vamos, porque no hay pueblo que pueda ser tan manso, tan paciente, como para soportar la humillación crónica.

Sólo a un loco como usted se le  puede ocurrir que una modificación estructural del contrato social entre los  venezolanos sólo requiere un pequeño cambio de tres o cuatro palabras en la  constitución. Esa modificación no  podría ser legítima sin el concurso de una abrumadora mayoría de los  venezolanos.  Esa abrumadora mayoría, señor, no está con usted.

Dénos  una navidad feliz: renuncie.



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