El Cristo de la Clemencia
MARTÍNEZ MONTAÑÉS
JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS
( 1568 - 1649 ) .
Martínez Montañés realiza esta talla en madera de cedro a comienzos del XVII por encargo del Arcediano de Carmona y Canónigo de la Catedral de Sevilla , D . Mateo Vázquez de Leca para colocarla en su capilla funeraria; fue policromada por Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez. Se conserva el acta del contrato para su realización y en él se pide una proyección anímica de la obra. Se detalla cómo se quiere a Cristo con la cabeza inclinada hacia la derecha, vivo, con los ojos abiertos, "mirando a cualquier persona que estuviera orando al pie de Él, como que le está el mismo Cristo hablando". El acercamiento de la imagen al devoto nunca fue más intenso que en la época barroca. El modelado del cuerpo es perfectísimo, como el de un broncista; el cuerpo es aristocrático, refinado, pero real. Nos presenta a Cristo vivo, con cuatro clavos, agonizando en la cruz, pero sin excesivo dramatismo, con poca sangre. La escuela sevillana a la que pertenece Montañés se aleja de la crudeza de la escuela castellana. El sudario presenta una calidad de tela mejor que la de Gregorio Fernández. El conjunto ofrece elementos clasicistas de aplomo y serenidad. La figura de Cristo mide 1,90 metros de altura sin contar la cruz; el canon alargado es todavía una interpretación manierista por excelencia. Es un Cristo apolíneo, sin apenas magulladuras ni heridas, salvo las de los clavos y las producidas por la corona de espinas; un Cristo triunfante en su belleza de Dios-Hombre, en la Cruz, símbolo de salvación más que de martirio. Se convertirá en modelo para los crucificados sevillanos. En Sevilla se encuentra ampliamente difundido el espíritu de la Contrarreforma católica, afianzado en la amplia difusión de las órdenes religiosas, de forma que la mentalidad barroca se pone al servicio de esta idea de defensa a ultranza de los principios de la religión. Se busca que el fiel se acerce a las verdades cristianas a través de la sensibilidad, del sentimiento, de forma directa; y este Cristo es un buen ejemplo de ello. El arte se dirigirá entonces a la sensación antes que a la razón. Los fines de la imagen religiosa católica del barroco son el despertar la atención, enternecer la sensibilidad y propiciar la devoción.