Es posible que alguien disfrute con la crítica al Gobierno por la desastrosa situación de España. A mi me duele. Preferiría mil veces escribir alabando y agradeciendo al Gobierno una buena gestión de la economía. Porque eso significaría que los sufrimientos que tenemos que vivir no existirían y que como español me sentiría satisfecho de mi propio país. Pero lo cierto es que la prima de riesgo se desboca por encima de los 600 puntos, la bolsa desciende a niveles inconcebibles, la calle se incendia, las familias no pueden más, las empresas continúan situadas en los confines del concurso de acreedores por falta de financiación, los bancos siguen sin ejercer su función de suministrar dinero a la economía, los capitales extranjeros huyen de España, nuestros financiadores no nos creen, en la UE nos descalifican en cuanto pueden...En fin, seamos sinceros y admitamos que hemos fracasado. Nosotros, entregamos en noviembre pasado el mando del país a las personas que ejercen el poder, porque decían que sabían como salir de la crisis. No hemos salido, sino que hemos empeorado.
La apelación constante a la herencia del pasado ya no funciona. Se extiende la sensación de que al Gobierno se le ha escapado la situación de las manos, que no sabe qué hacer, que no son las personas adecuadas para dirigir el barco en medio de esta tormenta. El fantasma de la intervención total se asoma de manera alarmante, y algunos incluso se alegran. Pues no. Como español me rebelo. No quiero esa injerencia foránea porque sabemos hacer las cosas. El que ellos hayan fracasado en su gestión no implica que como país seamos incapaces de resolver nuestros problemas. Convertir a España en un país-súbdito. Sin soberanía, sin libertad para decidir su destino es algo que no deberíamos consentir. Porque hay alternativas claras, aunque dolorosas. Es el turno de la sociedad. Asumamos nuestras responsabilidades y admitamos que el mal menor nos ha traído males mayores.
YO TAMPOCO QUIERO LA INTERVENCIÓN DE ESPAÑA .