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La corona de espinas no fue en forma de anillo sino en forma de casquete, cubriendo toda la cabeza, como si fuera un sombrero.
Como se observa en la imagen de la Sabana la sangre que brotó de la corona de espinas empapó los cabellos y los apelmazó a los lados de la cara.
Los surcos de sangre de la frente coinciden con venas y arterias importantes. En la cabeza se han contado treinta y tres heridas de perforaciones de las espinas. Trece están sobre la frente y veinte sobre la región occipital. (Se cree que por los estudios realizados sobe el polen que la plata utilizada para fabricar la corona de espinas fue la Poeterium spinosum L).
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Las rodillas de Cristo, ya que a Él se le atribuye la imagen del hombre de la Sabana Santa, revelan cortes y magulladuras, especialmente una muy notable alrededor de la rotula izquierda, atribuible a las caídas. En algunas zonas de la Sabana Santa se ha podido identificar sedimentos minerales de organita, que coincide con la clase de terreno de las calles de Jerusalén.
En el rostro de la imagen se descubre una hinchazón que casi alcanza a cerrarle el ojo derecho, y una excoriación, al parecer relacionada con una posible separación del cartílago nasal. La hinchazón indica que le cruzaron el rostro con un golpe, mientras que la excoriación podría haber sido causada por una caída al suelo no amortiguada, gravitando sobre El el peso del patibulum, o palo transversal de la cruz.
También se puede especular que parte de la barba le fue arrancada, puesto que la imagen muestra algunos claros en ella.
La imagen nos muestra que el condenado ha llevado realmente su cruz. Se ve en las grandes
excoriaciones sufridas en la espalda. Debemos hacer notar, que a pesar de lo que popularmente se cree, Jesús no llevaba la cruz entera, que habría sido demasiado pesada, sino que cargaba el palo transversal o patibulum.
El stipes se encontraba ya plantado en la tierra, a este se le adhería el patibulum en el momento de la ejecución.
En el trayecto hacia la crucifixión el travesaño de madera era atado a una mano y a un pie. La oblicuidad de la disposición de las excoriaciones en la imagen en la zona de la espalda correspondería así al patibulum atado a la muñeca derecha y al tobillo izquierdo.
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La imagen del crucificado deja bien en claro que fue crucificado con tres clavos, esto lo demuestra el hecho de que tiene un pie encogido. La planta derecha deja perfectamente la huella en el lienzo, mientras que el pie izquierdo deja solamente la huella del talón.
Este pie estuvo sobre el otro en la cruz y, al poner las piernas paralelas en el sepulcro, con la rigidez cadavérica, el pie quedó encogido.
Los clavos de las manos no estaban en las palmas, como popularmente los crucifijos nos muestran. Los estudios médicos han demostrado que los clavos no podrían haber estado en las palmas, porque el peso del cuerpo las habría desgarrado.
Los estudios realizados nos dicen que el clavo tuvo que pasar por la muñeca, donde existe un hueco que se llama espacio de Destot. Este hueco permite introducir un grueso clavo con enorme dolor pero sin romper ninguno de ellos permitiendo soportar el peso del cuerpo.
La Sabana Santa pone las heridas de los clavos precisamente en este punto, en el carpo, y no en la palma.
Los surcos divergentes que la sangre ha hecho en las muñecas hablan de las dos posturas de la persona crucificada en la cruz, cuando se erguía para tomar aire y cuando se desplomaba por el intenso dolor que le causaba el descansar el cuerpo sobre el clavo de los pies y los clavos de las muñecas. Debemos tener en cuenta que para poder respirar, el condenado, solo podía hacerlo irguiendo su cuerpo en medio de intensos dolores.
El clavo de las muñecas lesionó el nervio medio, el hecho de que los pulgares se plieguen sobre la mano lo demuestra y la Sabana Santa no deja ver ninguno de los pulgares, ya que estos están hacia dentro de la palma de la mano.
Es difícil calcular el dolor que puede causar en un hombre vivo semejante herida. Estos nervios lacerados y estirados por los clavos han debido producir un dolor de paroxismo, los médicos saben muy bien la horrenda tortura que esta clase de lesiones ocasiona.
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En la Sabana, a la derecha de la imagen del hombre, se encuentra una herida, esta tiene forma oval y mide 4,4 por 1,4 cm, y está situada entre las costillas quinta y sexta. Sus medidas corresponden exactamente a la forma del hierro de la lanza romana, llamada en latín lancia. El corazón se encuentra a ocho centímetros de la apertura de esa herida.
Los Evangelios dicen que de la herida de la lanza salió agua y sangre, esta mezcla es visible en la Sabana Santa. La teoría con más consenso es que la lanza atravesó tanto la cavidad pleural como la zona derecha del corazón, de donde habría brotado la sangre, mientras que el agua podría proceder tanto de la parte superior de la cavidad torácica como del pericardio.
Los estudios médicos han demostrado que todas las heridas reflejadas en el lienzo fueron producidas en vida del sujeto, excepto la del costado derecho, que fue producida después de la muerte. Esto se detecta por el modo de coagular la sangre. Hay que notar que, mientras la sangre de otras heridas es arterial, la sangre del costado es venosa, como corresponde a la que hay en la aurícula derecha del corazón, donde desemboca la vena cava superior.
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El polen se pega en el tejido y permanece hasta que el tejido se quema o se entierra. El polen pegado al tejido nos indica donde ha estado esa tela.
El polen de cada planta es distinto uno de otro. Posee diversas formas y tamaños y es fácilmente catalogable.
Lo normal es que el polen se extienda dentro de un área limitada: gran parte del polen de una planta se deposita en un espacio de trescientos o cuatrocientos metros.
Los granos de polen “perdidos” no germinan, llegan a permanecer intactos durante millares de años.
Los estudiosos han descubierto hasta cuarenta y nueve especies diferente de plantas. Se ha encontrado granos de polen de zonas exclusivas de Italia, Francia, Constantinopla, Edesa y de Palestina, todo esto confirma el recorrido del lienzo a través del tiempo.
Los hallazgos más llamativos son los granos de polen de plantas extintas, pero que se encuentran en los estratos sedimentarios de Palestina de hace dos mil años.
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La presencia de monedas romanas sobre los parpados del rostro del Hombre de la Sabana Santa es de gran importancia a la hora de fecharla. En la foto tridimensional, los ojos abultados sugirieron la existencia de monedas sobre los parpados. Su existencia sería una nueva prueba que confirmaría la autenticidad de la reliquia.
Esta parece ser una costumbre en los enterramientos judíos de la época de Cristo y, aunque no se han encontrado pruebas escritas de esta práctica, es la misma Sabana la que resuelve el enigma.
Se han descubierto pequeñas monedas en cráneos de algunas sepulturas judías, pero no se habían podido establecer si estas monedas habían sido puestas en los parpados o en la boca. Junto al Mar Muerto, en la fortaleza de En-Boqek, se han encontrado dos monedas romanas a la altura de las cavidades orbitales de un esqueleto. La Sabana resuelve este problema y queda claro que se ponían sobre los parpados, quizás para mantenerlos cerrado cuando llegara la rigidez cadavérica.
El numismático Mario Moroni, gracias a las foto tridimensionales, ha identificado la moneda, puesto que posee varios ejemplares de la misma. Se trata de un dilepton lituus. Mide escasos 17 milímetros, lo corresponde exactamente en dimensiones con la sombra sobre el párpado derecho. Sin lugar a dudas, es esa moneda. Además, es una moneda emitida por Poncio Pilatos en el decimosexto año del reinado de Tiberio Cesar, correspondiente al 29 d.C.
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El estudio de las supuestas manchas de sangre con análisis espectrales ha confirmado los componentes de la sangre humana que hay en el lienzo: cristales de hemoglobina y proporción correcta de hierro, propia de la hematina contenida en la sangre, porfirina, proteínas, albuminas, etc.
Todas las pruebas forenses realizadas sobre las manchas rojizas de la Sabana demuestran que son de sangre.
La estructura de las heridas es de una autenticidad atroz. Se busco en las heridas de la Sabana Santa la seroalbúmina, que solo está presente en la parte serosa de la sangre. El resultado fue negativo: la sangre que manchó el lienzo manó directamente de las heridas de un cuerpo vivo, a excepción de la herida del costado.
El estudio sobre las fibras manchadas de sangre ha demostrado también definitivamente la existencia de glóbulos rojos humanos.
Se ha procedido a la determinación del grupo sanguíneo, que ha dado como resultado que pertenece al grupo AB. El grupo AB es poco frecuente en Europa y, sin embargo, es bastante frecuente en pueblos semitas, como ocurre en la Palestina actual.
Un dato interesante, y para tener en cuenta, es el hecho de que donde están presentes las manchas de sangre no existe huella de la imagen. De este dato se deriva que sobre la Sabana primero se ha depositado la sangre y en un segundo momento, se ha formado la imagen.
En las manchas de las heridas de la Sabana Santa se halló una cantidad altísima de bilirrubina, una cosa verdaderamente emocionante para un científico que sabe a qué constante y devastadores sufrimientos se debe el hecho de hallarla en esa cantidad.
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Sin duda alguna, el misterio de los misterios de la Sabana Santa es por qué la figura humana quedó impresa de tal manera. No cabe duda de que se trata de un suceso sin precedentes, que no ha ocurrido en ningún otro caso y que, además, dos mil años después, no se ha podido aún repetir en los laboratorios.
La imagen del hombre de la Sabana presenta ciertas características que, todas juntas, la convierten en algo único y sin parangón con ninguna otra imagen. Estas características son principalmente las siguientes:
Superficialidad. La imagen está constituida por una decoloración de las fibras exteriores del lino del tejido. No ha pasado al reverso del sudario.
Pormenorización. La Sabana Santa se presenta extraordinariamente detallada, hasta el punto, por ejemplo, de poderse contar el número de latigazos, o hasta el más pequeño rasguño sufrido en el cadáver, o las huellas de unas pequeñas monedas.
Estabilidad térmica. La imagen no ha sido afectada por el calor, de manera que se derritiera o fundiera. La parte de ella que estuvo más cerca de las quemaduras sufridas en el incendio de 1532, en la capilla de Chambéry, presenta el mismo color que las partes más alejadas.
Ausencia de pigmentación. No existe traza alguna de pigmentación en la imagen, ni el más mínimo resto de alguna sustancia parecida entre los hilos que forman el tejido, es decir, no se trata de pintura ni de tinte.
Tridimensionalidad. Quizá sea ésta la característica más sorprendente de todas. La intensidad de la imagen varía en función de la distancia que hay entre el cuerpo y el lienzo en el momento de producirse. Su relación matemática es tan preciosa que a los científicos les resulta posible construir una réplica tridimensional de la figura de la Sabana Santa.
Negatividad. Fue la característica que descubrió Secondo Pia en las primeras fotografías. La imagen es un negativo y, por lo mismo, resulta más clara cuando se imprime como negativo fotográfico.
Ausencia de direccionalidad. Lo que formó la imagen no actuó de forma direccional.
Estabilidad química. El colorido pardusco amarillo que forma la imagen no parece disolverse, decolorarse ni alterarse mediante los reactivos químicos corrientes.
Estabilidad hidrológica. La abana Santa quedó empapada de agua durante la extinción del incendio de Chambéry en 1532 y, sin embargo, la imagen no parece haber sido afectada por ella.
Decíamos que la negatividad de la imagen y la tridimensionalidad eran las características más sobresalientes de la imagen del hombre de la Sabana. Con respecto a esta última los detalles que se desprenden de la imagen son asombrosos.
Regueros y grumos de sangre que fluyen hacia la parte delantera de la cabeza y del pelo, que se explican por la muerte en la cruz, que hizo que el condenado tuviera la cabeza inclinada hacia adelante.
Grumo de sangre sobre la mejilla izquierda de la imagen, muy cercano al orificio nasal izquierdo, incisión producida por un objeto puntiagudo. Existe además una huella que, partiendo del lado derecho de los cabellos, prosigue ligeramente sobre la mejilla derecha, sobre la nariz, y termina en este grumo de sangre. El objeto puntiagudo que produjo la herida se habría apoyado en el lado derecho del pelo hasta llegar y causar la herida.
Inflamación sobre el pómulo derecho, producida por golpes.
Incisiones en el pómulo izquierdo, producidas probablemente por piedritas.
Grumo de sangre sobre el parpado izquierdo, producido por el fluir de la sangre desde las heridas sufridas en la frente por la corona de espinas. También se puede apreciar los reguerillos de sangre de la corona de espinas, el más evidente, el que se puede ver con toda claridad incluso en la imagen bidimensional, en forma de tres.
Dos regueros de sangre que salen de la nariz.
Goterón de sangre sobre el labio superior.
Goterón de sangre que sobresale claramente en el lado derecho del labio superior, lo que indica que la cabeza se inclino hacia la derecha antes de la muerte.
Gota de sangre de forma puntiaguda sobre la fosa nasal derecha, que demuestra que estuvo sangrando con la cabeza inclinada hacia la derecha, una vez ocurrida la muerte.
Dos reguerillos de sangre sobre el lado izquierdo del labio inferior.
Dos agujeros dispuestos lateralmente con respecto al eje de la nariz, que corresponden a las terminaciones de un látigo romano.
Incisión sobre la nariz que corresponde probablemente a un golpe de bastón.
Ligera desviación de la punta de la nariz, debida a la rotura del tabique nasal causada por el golpe de bastón.
Gotas de sangre sobre el lado derecho de la barba.
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El resultado del Carbono 14, que data la Sabana Santa entre 1260 y 1390, despertó un gran interrogante por el valor que se le da a esta prueba, y ha sido algo inesperado para los que sostenemos la autenticidad de la Sabana Santa. Pero esta prueba no es algo definitivo ni indiscutible.
El análisis del Carbono 14 no puede invalidar todas las anteriores investigaciones realizadas en los diferentes campos de la ciencia. Si la prueba no concuerda con las anteriores investigaciones, hay que buscar el porqué.
Sabemos que todo ser (animal, o vegetal) mientras vive mantiene en forma constante el Carbono 14, lo absorbe del ambiente y lo utiliza para su propio metabolismo. Al morir el Carbono 14 ya no se repone y con el paso del tiempo va disminuyendo. De esta manera, por la cantidad de Carbono 14 que queda en la muestra analizada, se puede saber cuántos años hace que murió el ser vivo cuya muestra se analiza.
Esto es válido y se emplea continuamente en Arqueología. Pero el objeto a analizar debe cumplir con una condición: que la muestra haya estado bien guardada para que el Carbono 14 no esté alterado.
La Sabana Santa, a lo largo de su historia, ha sido maltratada y contaminada. Al haber estado expuesta al aire libre, sin cristal, durante siglos ha podido acumular gran cantidad de materia orgánica, polen, etc. Que ha alterado la proporción de Carbono 14. Además debemos tener en cuenta la carbonización de tejido durante el incendio de Chembéry de 1532.
La radiación detectada por los técnicos de la NASA podría, al decir de los sabios, haber rejuvenecido el tejido.
Por lo expuesto, el Congreso Científico Internacional sobre la Sabana Santa, que ha congregado a trescientos especialistas en el tema, y que tuvo lugar en Paris los días 7 y 8 de septiembre de 1989, ha rechazo la datación del Carbono 14 que afirmaba que la Sabana Santa era de la Edad. Media.}
Bibliografía
La Sabana Santa, Dos mil años después (Jorge Loring, S.J.)
http://antepasadosnuestros.blogspot.com.es/2011_01_01_archive.html REFLEXIONES SOBRE JESUS : PARTE IV - EL QUINTO EVANGELIO .LA SÁBANA SANTA - SERGIO OMAR MARCO