En este ambiente las principales instituciones de Cataluña (el Consell del Cent, la Diputación General de Cataluña, la Universidad,...) no cesaron en hacer llegar al nuevo Rey la necesidad de su pronta venida y la exhortación a celebrar Cortes, lugar donde Felipe V debía jurar a sus reinos y éstos prestar juramento a su Rey. Así todo quedaría conforme al Testamento de Carlos II y a las leyes, fueros y privilegios de Cataluña. Además, con la llegada de Felipe V a España los comunes catalanes exaltaron los buena nueva con celebraciones de todo tipo, destacando entre todas ellas las “Festivas aclamaciones” celebradas en Barcelona por los representantes de las instituciones catalanas junto al virrey Conde de Palma, sucesor en el cargo del Príncipe de Darmstadt, durante las cuales se leyeron romances, poemas, villancicos y letrillas de loa y alabanza a Felipe V.
Es en este contexto de regocijo por el nuevo Rey y de fidelidad hacia su persona, es cuando se produce la visita de Felipe V a Cataluña del 24 de septiembre de 1701 al 8 de abril de 1702, con el objetivo principal de la celebración de Cortes. Cataluña esperaba llena de expectación la primera visita del nuevo Rey, una visita especialmente sentida, pues hacía setenta años, desde la visita de su bisabuelo Felipe IV en 1632, que un soberano español no visitaba el Principado.
Felipe V debía hacer todo lo necesario para consolidar el trono recién heredado. Su abuelo Luis XIV le había aconsejado visitar inmediatamente los reinos de la Corona de Aragón para celebrar el preceptivo y recíproco juramento real en las Cortes. En la Corona de Castilla, tenida por más dócil, el día 8 de mayo se había realizado en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid el juramento y pleito homenaje, pero se había evitado la reunión de Cortes, temidas como fuente de potenciales problemas y conflictos (recuérdese que no se celebraban Cortes en Castilla desde 1658). Pero en la vida política de Cataluña, Aragón y Valencia, las Cortes eran esenciales y resultaba conveniente celebrarlas, aun a costa de los habituales riesgos y dificultades. Felipe V salió de Madrid con destino a Barcelona el 5 de septiembre. En su viaje pasó por Alcalá, Guadalajara, Torija, Algora, Alcolea, Maranchón, Tortuera, Used, Daroca, Cariñena, Muel, Zaragoza, a donde llegó el día 16 y donde permaneció hasta el 20 de septiembre, para después partir de nuevo rumbo a Villafranca, Pina, Bujaraloz, Fraga y Lérida, donde juró los privilegios de la ciudad. De allí a Cervera, en que se repitió la misma ceremonia, y a continuación Bellpuig, Igualada, Piera, Martorell y Barcelona. Durante todo el camino el paso del carruaje real atrajo a mucha gente. Las autoridades y el pueblo acudían a contemplar al nuevo soberano y a rendirle homenaje.
A medida que el Rey se iba acercando a la capital catalana aumentó el número de personalidades que se adelantaban a recibirle y darle la bienvenida: Universidad de Barcelona, oidores del General de Cataluña, el Consell de Cent, destacando el discurso del Conseller en Cap:
“Senyor, la Ciutat de Barcelona se postra humil als Reals peus de V.M. en protestació de son verdader rendiment, y ab expressió del imponderable jubilo ab que celebra lo feliz arribo de V.M. gloriantse de la ditxa li cap, que V.M. la favoresca ab sa Real presencia, y si be est tan rellevant favor, lo te sa innata fidelitat a agigantat […]”.
No faltaron tampoco las multitudes y las aclamaciones en el recibimiento dispensado al soberano, a lo largo del camino y en los alrededores de la ciudad. El relato publicado por la Diputació del General resaltaba las aclamaciones hechas a Felipe V cuando nada más llegar a Barcelona salió a saludar al balcón de palacio: “el numeroso concurso que llenaba la espaciosa plaza empezó en alegres y festivas afectuosas aclamaciones a repetir: “Viva, viva nuestro Rey Felipe Quinto” [...] y sobre las voces echaban los sombreros al aire” (3). Sin embargo, el momento culminante se produjo con la entrada triunfante y solemne de Felipe V en la ciudad el día 2 de octubre, día en que toda la capital catalana se engalanó y mostró todos los esplendores del arte efímero barroco para aclamar a su nuevo Rey.
El día 4 se celebró el doble juramento recíproco del Rey y de los representantes del Principado. Felipe V juró las Constituciones de Cataluña y los catalanes le juraron fidelidad y le prestaron homenaje como su rey y señor. Finalmente, el día 12 de octubre tuvo lugar la inauguración de las Cortes catalanas que eran muy esperadas por no haberse celebrado desde 1599, bajo el reinado de Felipe III, pues las de 1626 (continuadas en 1632), ya bajo el reinado de Felipe IV, no llegaron a cerrarse.
Las Cortes catalanas, inauguradas el 12 de octubre, estuvieron funcionando durante tres meses. Como era propio de las Cortes su funcionamiento consistía en una dura negociación, en que el Rey trataba de obtener los mayores recursos posibles a cambio de las menores concesiones y el Reino buscaba conseguir el máximo de leyes favorables a sus intereses políticos, económicos y sociales y el máximo de reparación de agravios cometidos, por el mínimo de donativo. Uno de los temas más calientes fue el asunto de las desinsaculaciones, por la que las Cortes reclamaban que Felipe V renunciara a la prerrogativa que, acabada la Guerra de Secesión Catalana en 1652 tras la toma de Barcelona por don Juan José de Austria, Felipe IV se había reservado, consistente en el poder de desinsacular sin juicio previo a los insaculados en las bolsas de la Diputació del General y del Consell de Cent. Se produjo un duro tira y afloja que tuvo como resultado la renuncia al tema de las desinsaculaciones por parte de las Cortes para salvar el resto de lo pactado con el Rey. A pesar de esto, el balance de las Cortes resultó muy positivo para Cataluña, sobre todo teniendo en cuenta que hacía casi 100 años que no se celebraban. Uno de los aspectos más interesantes de estas Cortes fueron las reformas económicas, encaminadas a favorecer la recuperación catalana, ya en marcha, facilitando las actividades comerciales. Tres medidas destacaban por su importancia: la autorización para erigir una casa de puerto franco en Barcelona, el permiso para enviar cada año dos barcos catalanes a América (se rompía así el monopolio castellano con las Indias, secular reclamación de la Corona de Aragón y de Cataluña en particular) y la creación de una junta encargada de proyectar y fundar una Compañía Náutica Mercantil y Universal. Se daba, por tanto, satisfacción a la importante burguesía mercantil catalana citada anteriormente.
En compensación de todas estas concesiones reales, las Cortes catalanas otorgaron a Felipe V un donativo de un millón y medio de libras. Además, para celebrar la conclusión de las Cortes y premiar los servicios prestados, así como para estrechar los lazos de los catalanes con la Corona, el Rey concedió una serie de gracias a numerosas personas (títulos nobiliarios, privilegios de nobles, nombramientos como ciudadanos honrados, etc). Podemos decir, sin duda, que tanto desde el punto de vista de Felipe V como desde el punto de vista de los catalanes el balance de las Cortes de 1701-1702 fue claramente positivo.
En el Principado se produjo también el encuentro entre Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, tras su boda por poderes del 11 de septiembre en Turín. Nuevas celebraciones por la llegada de la Reina engalanarían la ciudad condal.
El 8 de abril de 1702, y obligado por el inicio de las acciones bélicas, Felipe V dejaba Barcelona poniendo rumbo a Italia en medio de un clima general de fidelidad y amor al monarca, hasta el punto que Feliú de la Penya señalaba que jamás vio tales muestras de amor hacia un rey (4).
Se puede afirmar, por tanto, que tras las Cortes la popularidad de Felipe V en Cataluña se había incrementado hasta niveles altísimos. De igual modo, cuando el 20 de diciembre de 1702 Felipe V regresó de Italia y entró en Barcelona fue recibido mejor que cuando llegó a la ciudad por primera vez para celebrar Cortes (5). El ambiente general era, por tanto, de optimismo y esperanza en el futuro y solo la guerra europea que había estallado ya en Italia, ensombrecía la situación. Nada hacía presagiar el estallido del conflicto civil en 1705, o al menos abiertamente.
¿Qué hizo por tanto estallar el conflicto y la desafección catalana?
Aunque no hay duda de que el rencor a la Casa de Borbón que muchos catalanes guardaban aún como recuerdo de las últimas guerras contra Luis XIV o la fidelidad a la Casa de Austria fueron también destacados factores, hay que decir que fue el conflicto entre la camarilla reformista hispano-francesa de Felipe V y el “lobby” comercial catalano-anglo-holandés agrupado en torno a la figura del Príncipe de Darmstadt, que veía con recelo el predominio francés en la Corte, que podría poner en peligro sus intereses económicos personales y de grupo, el hecho que les llevó a romper con el felipismo reformista y a apoyar al archiduque Carlos de Austria que contaba, además, con el apoyo de las potencias marítimas, Inglaterra y Holanda, que como hemos visto habían tejido importantes redes clientelares y comerciales en territorio catalán, y que además se sentían traicionadas por Luis XIV, al no cumplir éste el último tratado de reparto de la Monarquía de España aceptando para su nieto la integridad de la herencia de Carlos II.
En 1704, el archiduque Carlos, proclamado públicamente 1 año antes en Viena como legítimo Rey de España con el nombre de Carlos III, desembarcó en Lisboa haciendo un llamamiento al pueblo español para alzarse contra Felipe V. Durante la segunda mitad de 1704 el soporte social del austracismo aumentó entre las élites sociales y políticas catalanas, valencianas y aragonesas e incluso en puntos de Castilla. Con la amplificación del ambiente austracista se extendieron las revueltas por Valencia y Cataluña, y los sediciosos fueron acercándose a Barcelona hasta sitiarla con la ayuda de la flota anglo-holandesa el 29 de agosto de 1705, hasta la capitulación el 9 de octubre de aquel año. Se iniciaba una guerra civil que habría de durar hasta 1715 con la caída de Mallorca.
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2. Carlos III de Austria como Conde de Barcelona (Museu Palau Mercader dels Comtes de Bell-Lloc, Cornellà del Llobregat). |
Podemos concluir, por tanto, que Felipe V fue aceptado mayoritariamente en Cataluña y que fueron, principalmente, los intereses económico-personales de la élite catalano-anglo-holandesa los que arrastraron al resto del Principado a la rebelión y a una de las más terribles guerras que jamás tuvieron lugar suelo hispano, unas causas bien distintas de las esgrimidas por el nacionalismo catalán desde finales del siglo XIX, cuando inició a conmemorarse la Diada, en aquel tiempo de los nacionalismo decimonónicos radicales surgidos de las Revoluciones Industriales y el odio hacia la inmigración y el control del Estado.
Tras conocer la historia podemos afirmar que fueron las propias élites proto-burguesas catalanas las que llevaron a Cataluña a perder sus libertades y todos los beneficios salidos de las Cortes de 1702 y a demonificar a un Rey que, sin embargo, había sido más generoso con ellos que ningún otro en la historia. Sin embargo, tras la caída de Barcelona en 1714, Felipe V no se mostró tan comprensivo como lo había sido Felipe IV tras la reconquista de 1652, y por ello no perdonó tal desafección y traición a su persona tras todo lo hecho por Cataluña en las Cortes de 1702 y su meses del estancia en el Principado durante los que tuvieron lugar tantos juramentos de fidelidad hacia su real persona … se imponía la Nueva Planta.
Como conclusión, hay que recordar también que, tras la Paz de Viena de 1725, en la que Carlos VI reconoció finalmente a Felipe V como Rey de España y que supuso la vuelta a la Península de muchos exiliados austracistas desde Viena e Italia, los hijos y nietos de aquellos que se habían alzado en armas contra "El Animoso" acabarían poco a poco integrándose en el nuevo estado borbónico formando una nueva burguesía comercial al abrigo de la Corona, que ya bajo los reinado de Carlos III y Carlos IV harían de Cataluña el gran centro económico-comercial de la Península.
Fuentes:
* Espino López, Antonio: “El frente catalán en la Guerra de los Nueve Años, 1689-1697”. Universidad Autónoma de Barcelona, 1994.
* Pérez Samper, Mª de los Angeles: “Felipe V en Barcelona: un futuro sin futuro”. Ediciones Universidad de Salamanca.
* Peña Izquierdo, Antonio Ramón: “El Cardenal Portocarrero y el primer gobierno de Felipe V. (1698-1705)”. Universidad Autónoma de Barcelona, 2005.
* Reglà, J. : “Els virreis de Catalunya”. Vicens-Vives, 1980.
Notas:
(1) Narcís Feliú de la Penya (o Narciso Feliú de la Peña) está considerado el ideólogo de este grupo mercantilista catalano-anglo-holandés con su obra “Fénix de Cataluña” (1683), aunque últimamente se está poniendo en duda la autoría del mismo.
(2) Peña Izquierdo, Antonio Ramón: “El Cardenal Portocarrero y el primer gobierno de Felipe V. (1698-1705)”. Universidad Autónoma de Barcelona, 2005.
(3) Festivas demonstraciones, pag. 19.
(4) Pérez Samper, Mª de los Angeles: “Felipe V en Barcelona: un futuro sin futuro”, pag. 104.
(5) Albareda, J: “El catalans i Felip V”.
1-http://www.elconfidencial.com/espana/2013-12-13/simposio-espana-contra-cataluna-del-terrorismo-militar-a-la-primavera-catalana_65909/SIMPOSIO ESPAÑA CONTRA CATALUÑA - EL CONFIDENCIAL 2-http://reinadodecarlosii.blogspot.com.es/2013/12/espana-contra-cataluna-mentiras.html ESPAÑA CONTRA CATALUÑA . MENTIRAS FUNDACIONALES DEL NACIONALISMO CATALÁN .
3-http://politica.elpais.com/politica/2013/12/11/actualidad/1386793932_804588.html HISTORIADORES Y EXPERTOS CRITICAN EL MANIQUEISMO DE UN CONGRESO ENVENENADO - POLÍTICA / EL PAÍS - JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS .