Cuando Humbertico Moreira promete que el PRI le devolvería la paz y la tranquilidad al país, no tenemos por qué dudar de sus palabras, contra lo que digan los sospechosistas que interpretaron las balaceras en Hermosillo como el recordatorio de que dejó unos pendientes. Él sabe que la única manera de que la mayoría no ridícula comience a tomarlo en serio —ya no basta con festejos faraónicos que habrían hecho sentir orgulloso a Fidel Velázquez que sí sabía organizar ágapes institucionales de antología— sería que, antes que devolverle la paz a los sepulcros, Moreira le devuelva a los mexicanos algo de lo que los priistas se carrancearon para darse una merecida vida de pachás en sus casitas chiquitas, con jardines, alberquita y calefacción central.
Digo, no se trata de que devuelvan todo porque se entiende la necesidad en gastos de representación y viáticos para refrendar la admirable máxima del profe Hank (“Un político pobre, es un pobre político”), pero al menos lo indispensable para comenzar a tener algo de fe en el nuevo PRIcámbrico. Sobre todo ahora que lo anuncian como producto milagro, al nivel de la bombita de Andrés García.
O sea, si el Canelo Álvarez, conocido producto de la fábrica de ídolos de barro de Televisa, al subir al ring para darle una tunda a un costal de papas traído del Reino Unido (¿de veras habrá creído que con ese bultazo que parece sacado de los establos de Kahwagi, Saúl iba a vengarse de los de Top Gear?) llevaba en sus calzones publicidad de Telcel en una transmisión de Canal 5, podría hacerse el milagro: que generaciones de presidentes, secretarios, funcionarios, líderes priistas regresen algo de eso que “uñas señoritas” les regalaron. Aunque sea de manera simbólica, nada que pudiera perturbarle su livin la vida loca, ni que se sientan acosados como Marisol Valles García, la valiente secretaria de Seguridad Pública de Praxedis G. Guerrero. Ella, que había sido la única en tomar el cargo, ha tenido que dejar el puesto por las amenazas y la inexistente protección de los burócratas de la seguridad.
A ver si esto lo arregla Jelipillo en el tiempo que le quede libre, cuando se deje de pelear con el embajador yanqui por criticar sus estrategias (se debe sentir como el general Patton), y acabe de arreglar las broncas en la NFL como le ofreció a Obama con el mismo entusiasmo con el que Fox se ofreció a mediar entre las dos Corea.
A Moreira, en su entusiasmo, nomás le faltó decir, como el Empatuca Ferreti, que el PRI es su vieja, y que estará con ella hasta que decida que es su marido ideal.
En el PRIcámbrico temprano los pterodáctilos aman en cuaresma.