Donde se oprime sale pus. Como en las cárceles, donde se denuncia el tráfico burdelero de reclusas sin que amerite siquiera una investigación; donde abren un taller de adiestramiento para extorsiones telefónicas (allí proporcionan el equipo necesario); donde se obtiene la concesión para una tiendita para vender chuchulucos y por extensión, se distribuyen toda suerte de churros, tachas, metas, pachitas de ron y otros muchos artículos teóricamente prohibidos.
Pero curiosamente donde no se pueden aplicar inyecciones de bótox porque se arma una escandalera de los cien mil demonios, y sin que nadie muestre el reglamento, la ley o la disposición administrativa que castiga este tipo de tratamientos de belleza, lo que va en contra de los intereses de la administración carcelaria, que así no puede elevar el precio de sus daifas.
O las obras que tienen a la ciudad convertida en un Fukushima región cuatro, con trincheras y cráteres por todos lados sin que se vea cuándo van a terminarlas. Obras concesionadas sin que se sepa a quiénes y por cuánto, sólo con la seguridad de que serán los mismos constructores que financiaron y financian las campañas presidenciales de los aspirantes perredistas. En este caso Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, que ya acumulan recursos para lo que se ofrezca.
Incluyamos en este rubro los contratos para privatizar vías públicas, como la que se construye de Santa Fe a la salida a Cuernavaca, o las rutas que serán entregadas a los dueños de ADO, desplazando a los pequeños propietarios de autobuses de transporte urbano.
No hay que dejar de lado a los amigos del “mejor gobernador citadino del mundo”, que se manifiestan al estilo del Sindicato Mexicano de Electricistas, bloqueando calles, avenidas, agrediendo a quien se les da la gana en presencia de granaderos y policías de a pie, sin que intervengan. Son votos futuros y no pueden ser echados a la basura así, nada más.
Entre éstos y con el regreso de René Bejarano a los niveles jerárquicos perredistas, hay que contar también con los panchovillas, los nuevatenochtitlán y otras organizaciones de presión contra los ciudadanos. No digo que contra el gobierno, porque éste los consiente, los auspicia y hasta los patrocina. Y díganlo si no los taxistas piratas que proliferan por toda la capital, comandados por el hermano del secretario de Vialidad. Son ojos y oídos de las autoridades. Sus halcones, pues.
El ambulantaje que formalmente ha sido desplazado de las principales calles del centro de la ciudad, pero que continúan estorbando, por ejemplo, en Balderas donde impiden el paso a los peatones, pero a la vez, colocados en la orilla de la banqueta, obstruyen la circulación de automotores, mientras comercian sin recato alguno con mercancía falsificada, robada o contrabandeada.
Pero en opinión de nuestras muy queridas autoridades, esos son problemas de la Federación. No intervienen en el caso de las manifestaciones porque generalmente son contra dependencias del gobierno de Felipe Calderón, o directamente contra éste. Ni combaten el ambulantaje porque las mercaderías entran al país por las fronteras y proceden de países como China, que debe tener una gran organización en México. Y ese es territorio ajeno.
En Tepito, se sabe, están las bodegas a las que arriban durante la noche los tráileres cargados con el contrabando, mismo que se distribuye como lo haría cualquier empresa legal, con camionetas de reparto. Pero son problemas de la Federación, reiteran.
De las drogas ¿qué decir? En los barrios todos saben dónde las distribuyen quiénes están a cargo. Proliferan las llamadas narcotienditas a ciencia y paciencia de los policías que, cuando mucho, pasan a recoger periódicamente su cuota para permitirles seguir funcionando. Y con eso, la inseguridad, los asaltos, los asesinatos que no pasan más allá del registro formal y su respectivo archivo en los anales de la impunidad.
Toca ahora el turno a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, un proyecto que en su origen parecía noble, encaminado a darle oportunidades a los jóvenes rechazados por otros centros de estudios superiores como la UNAM, el IPN y que además, por origen social y falta de recursos económicos, no cuentan con la posibilidad de inscribirse en una institución de paga.
En este tiradero era de esperarse una denuncia como la hecha por la rectora de la UACM, Esther Orozco, que calificó a la institución de “gran fraude”: en diez años de actividades sólo se han titulado 47 alumnos con un costo (presupuesto) superior a los seis mil millones de pesos. Los estudiantes más caros del mundo.
“Yo no digo que la universidad sea un fraude porque es un gran proyecto, lo que es un gran fraude es lo que se ha venido haciendo, que no se da formación de estudiantes” dijo en una entrevista con Denise Maerker. Pero dijo más: en la UACM “nadie se hace responsable de nada; me encontré con un pantano en el que no te puedes mover, no hay reglamentación, la toma de decisiones es muy lenta, todo se dilata,
“Tenemos que formar a los muchachos para una mejor sociedad, menos violenta, con menos pobreza, menos ignorancia, pero eso no se puede hacer si no preparas a los estudiantes”.
Hace diez años, Andrés Manuel López Obrador, en otra de sus puntadas, sin previo estudio sobre las posibilidades de implementación y desarrollo del centro de estudios, decidió su creación. Le asignó un multimillonario presupuesto y comenzó las contrataciones para dotarlo de maestros y para captar alumnos.
El resultado inicial permitía prever lo que sucede. En los primeros años los educandos no llegaban a 300, actualmente hay doce mil 500, con un plantel docente de maestros que no son evaluados; se les considera de acuerdo con el nivel de estudios que presuntamente demuestran (maestría, doctorado o simple licenciatura), pero todos bajo el mismo rasero: 40 mil pesos mensuales de salario.
La denuncia de la rectora, que ha causado urticaria en los altos mandos del gobierno capitalino, tiene un trasfondo que era necesario destapar. En una década la UACM sólo ha titulado a 47 alumnos. La razón es fácilmente entendible: en el promedio lectivo de uno a diez, los estudiantes apenas alcanzan 2.5 puntos y sólo unos cuantos, poquitos, llegan a superar los seis de calificación.
Como sucede en las universidades, no hay rendición de cuentas sobre el uso del presupuesto que este año alcanzará alrededor de 995 millones de pesos. En total, en los diez años, se han gastado casi seis mil millones de pesos para tan magro resultado.
Pero las autoridades capitalinas defienden el proyecto. Comentan, sin embozo alguno, que la UACM nunca privilegió el desempeño escolar sobre la posibilidad de que los jóvenes cuenten con un lugar en un centro de estudios superiores, con becas y otras prestaciones con que no contarían en ninguna otra institución similar. Incluyen a la UNAM, única Universidad de América Latina considerada dentro de las cien mejores del mundo, recalcando que ellos imparten “una educación humanista, imbuyendo en los educandos un espíritu de solidaridad y apego a las necesidades populares”.
Aprovechan para darle un rayón a la actual rectora, Esther Orozco, a la que llaman sin más razonamientos “desleal” por exponer las deficiencias de la UACM. O sea, no aplicó la ley siciliana del silencio, la Omertá.
Lo dicho, donde aprietas sale pus.
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