Fue por la primavera. Un viento anochecido empujaba la pompa de jabón de la luna. El Cedrón susurraba como niño dormido. Getsemaní crecía su aceituna.
Fue por la primavera. El olivar bebía la clara madrugada. Dios oraba y gemía a Dios, sobre la tierra ensangrentada.
Se alzó. Como una palma de amargura, como un junco moreno y vacilante. -¿Duermes, Simón?-. Temblaba de dulzura, temblaba de ternura su semblante.
Luego dijo: -Es la hora-. Volvió la frente al cielo y adelantó unos pasos por ver al que venía. Se oyó: -Salud, Rabí-. Rodó un beso hasta el suelo. Judas tocó sus labios y ya no los tenía.
Jesús puso sus manos para que las ataran. La luna ocultó en nube su lágrima primera. Y mientras que dejaba que lo crucificaran once sombras huyeron su amor por la ladera.
|