Tu mano suavemente se desliza acariciando, tierna, mis cabellos. Se detiene entibiándose en mi cuello duda un momento y sigue... ya sin prisa.
Aparta el velo que mi pecho cubre y temblorosa emprende la conquista, llega a la cumbre... sin piedad la excita... y ante tanta pasión ella sucumbe.
Y al alejarse, dulce y misteriosa, se rebela mi piel ante la ausencia y te busca mi mano entre las sombras.
El sueño desvanece... y silenciosa la luz me muestra que de tu presencia quedó una rosa azul... ¡Sólo una rosa!
(Lecabel)
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