Y yo he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
Y que el cuerpo no vale más que el alma,
Y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo.
Y aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado
Hacia su propio funeral.
Tú y yo sin un céntimo, podemos comprar el pico más alto de la sierra;
Y el fulgor de una pupila
Y un guisante en su vaina
Humillan toda la sabiduría del mundo.
No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña al mozo a ser un héroe,
Y por blando que sea un objeto,
puede ser un día el eje en el que descanse la rueda del universo.
Y digo a todos los hombres y mujeres:
Serenad vuestro espíritu frente a los universos infinitos.
Y digo también: no os preocupéis de Dios.
A mí, que todo me preocupa, no me preocupa Dios.
No me preocupan ni Dios ni la muerte.
Yo oigo y veo a Dios en todas las cosas, pero no lo comprendo,
Como no comprendo que haya nada en el mundo más admirable que yo.
¿ Por qué voy a empeñarme en que Dios sea otra cosa mejor que este día?
En cada hora hay algo de Dios
Y en cada minuto también.
En el rostro de las mujeres
Y en el rostro de los hombres está Dios,
Y en mi propio rostro lo veo también cuando me miro al espejo.
Encuentro cartas de Dios en la calle,
Cartas firmadas con su nombre
Y no las recojo porque sé que en cualquier sitio encontraré otras semejantes.
Miles y miles me saldrán al paso, puntuales, por donde quiera que camine.
49
Y en cuanto a ti, Muerte,
Y a tu amargo abrazo destructor…
Es inútil que pretendas asustarme.
A tu lado trabaja sin cesar, y más ligero, el comadrón.
Veo su mano experta y diligente
Apretando,
Recibiendo,
Sostentiendo…
Yo estoy reclinado en el umbral flexible de ambas puertas
Y marco la entrada y la salida de la vida.
Y ¿ qué es un cadáver, después de todo ?
Estiércol,
Buen estiércol para fecundar las tierras.
Y no me repugna,
No me repugna porque puedo oler las rosas blancas
Que crecen y embalsaman,
Porque puedo tocar los labios de los pétalos
Y los senos pulidos del melón.
Y en cuanto a la Vida…
¿ No es la vida el desperdicio de muertes infinitas ?
(Yo mismo he muerto ya mil veces.)
¿ Qué decís vosotros ? ¿Qué decís,
soles profundos,
estrellas de la noche,
hierba de las tumbas ?
¡Oh cambios perpetuos y evoluciones incesantes !
Si vosotros no decís nada ¿ qué he de decir yo ?
Destellos del día y del crepúsculo,
Destello de las turbias charcas que duermen en los bosques otoñales,
Y de la luna que desciende y se hunde en la penumbra sollozante,
Caed sobre los negros trozos que se pudren en el fango
Y sobre las ramas secas que danzan gemebundas.
Asciendo desde la noche
Y me encumbro desde la luna.
Sé que su resplandor lívido y vacilante no es más que el reflejo de los rayos del sol.
Y que yo, viniendo de lo grande o de lo pequeño,
Desemboco en el centro firme del universo.
50
Todo esto está en mí.
No sé lo que es, pero sé que está en mí.
Angustiado me he retorcido por sacar de mi corazón
Todo cuanto poseía…
Ahora mi cuerpo está tranquilo y quiero dormir…
Dormir… dormir.
No sé qué es esto.
Es algo que no se ha dicho nunca.
Algo sin nombre que aún no está en el lenguaje
Ni en el símbolo.
Es algo que gira más que la Tierra en que yo giro
Y me anuncia que la creación es el abrazo del amante
Que nos despierta.
Tal vez pudiera decir más.
Acaso este poema no es sino un expediente en que he abogado por todos…
En el que he dicho por ti y por mí,
Que la muerte no existe,
Que el mundo no es un caos…
Que es forma,
Unidad…
Plan… Vida Eterna… ¡ Alegría !
Fragmentos de:
“Canto a mí mismo”.
Walt Whitman.
Traducción del poeta español León Felipe.