El tiempo
El tiempo sabe encarecer el arte, y los bienes raíces, y las antigúedades, sean éstas espléndidas o humildes; pero desvaloriza los amores que ensalzara absolutos en su origen. Se hizo la luz, y germiná la aurora, y hubo cénit y ocaso, y los candiles encendieron la noche, devoradora esfinge. En la penumbra hay fieras que destruyen los residuos del día, o los extinguen; a mayor claridad, mayor tiniebla, y a más alta ascensión, mayor declive. Los amantes alcanzan altitudes que otros columbran, pero no consiguen, y se impregnan de luminosidades que nadie más percibe. Mas el tiempo al final los ecualiza; cada escalada es siempre susceptible de descenso o derrumbe; no si seré, mas cuándo; nada es firme. Y al volver al nivel del que se alzara, al recobrar las madrugadas grises, despertando del sueño, pareceré el ayer leve repique de campana distante, desvanecidas notas de violines, algo irreal tal vez, o abaratado, pasos sin huellas, ráfaga intangible. Porque el tiempo consume y desmorona en su insistente afán de despedirse.
Los Angeles, 4 de noviembre de 2009
Francisco Álvarez Hidalgo.
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