Si quieres hacer realmente felices a tus hijos
en esta Navidad,
prepárate para ser su regalo. Envuélvete en el
sedoso celofán de la ternura y permite que
te ajen con
sus manecitas afanosas, que insistentes r
eclaman el cariño de tu abrazo...
Además de las cosas que tradicionalmente les
regalas,
colócate tu mismo en el pino fragante y
multiesplendente como regalo insospechado, para
que asombrados te descubran como su propiedad...
Pon un moño colorido sobre tu corazón y permite que
lo desenreden, para que fascinados
descubran sus fibras más hondas...
Coloca cascabeles sobre tus mejillas para que
conozcan la música de tu alma que muchas
veces ignoran...
Pon en oferta tu tiempo, como si la misma eternidad
dependiera de la demanda que de él hagan tus hijos...
Sé cada adorno que colocas en tu casa, y permite
que te disfruten,
en vez de admirarte. Conviértete en su juego
más codiciado,
para que los acompañes siempre, en el sofisticado
videojuego con el que se divierten, en el CD que
anhelan les cante al oído, y en el muñeco
que estrechan contra su tierno corazón...
Sé el asombro y la sorpresa que hagan brillar sus
ojos, la ronda infantil que feliz compartas y no sólo
observes orgulloso, el festival que recuerden
juntos cuando un día ellos sean padres
también, y la sonrisa que, por haberles
brindado, les ayudará a crecer...
Transfórmate en el beso que añoran, en la caricia
con la
que sueñan, la seguridad en la que confían,
porque, lo sabes bien, tu donación es
su capacidad futura de dar...
...Y, quizá, cansado y maltrecho de tanto ser envuelto
y desenvuelto, usado, apretado y amado, podrás
descubrir en el alucinado rostro de su regocijo
por tenerte, que el mejor regalo de Navidad
que recibieron tus hijos...
...fuiste tú.
Rubén Núñez de Cáceres, de su libro:
"Para aprender la vida"
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