Mi Gente Bella...
“¡Señor, dame paciencia"! muchas veces hemos repetido
incanzablemente esta frase, cierto ?.
La paciencia, es una virtud que nos ayuda a soportar
tranquilamente nuestras tribulaciones y preservar la
serenidad en medio de los sufrimientos de la vida.
Podríamos considerarla como una virtud que da lugar
a otras, y que contribuye al progreso y a la fortaleza
de virtudes tales como el perdón, la tolerancia y la fé.
La paciencia suaviza las penas y evita el enojo y las
quejas excesivas. Ella es la guardiana de todas las
virtudes, pues hay obstáculos en cualquier obra buena,
y solo pueden vencerse por la paciencia.
No hay mayor prueba de la paciencia o el autocontrol
que en nuestros sufrimientos diarios. El sufrimiento es
común a todos, pero solo es meritorio si se acepta con
las disposiciones correctas.
La verdadera paciencia es una virtud difícil de practicar
por causa de nuestro egoísmo y el miedo a la cruz.
Es difícil preservar la paz de alma en tiempos de
enfermedad, infortunio y estrés. La presión de tantos
deberes de nuestro estado de vida causan a menudo
qye seamos impacientes junto con la fatiga de
la batalla.
El que tiene la virtud de la paciencia intuye que las
cosas no dependen sólo de él, sino de otras
circunstancias y de otras personas, acepta la realidad
tal cual es y no se empeña en cambiar nada.
La paciencia se ejercita cuando resignamos nuestra
voluntad y aceptamos nuestras cruces a la volutad de
Dios.
Nuestras cargas individuales, cualesquiera que sean,
son dones de Dios y nos traerán bendiciones, esto es,
si las aceptamos con fé y amor. Cuando pedimos
ayuda de Dios, es probable que no nos quite la carga
de nuestros hombros, más bien nos fortalece para
soportar esa carga.
Nuestra fé puede aumentar sólo si estamos dispuestos
a esperar con paciencia a que los propósitos y los
planes de Dios se desenvuelvan en nuestra vida, según
el horario de Él.
El Todopoderiso no dè siempre la serenidad y la paiencia
necesaria para lograr nuestros mejores objetivos.
Irmelena...