Metas de la pareja en el matrimonio
Este aspecto es bien importante y aquí debemos hablar de las metas individuales y las metas como pareja. Entre las metas individuales está, por ejemplo, lo que cada uno espera y quiere de su pareja. Es muy importante que hablen mucho acerca de esto porque las primeras discusiones que suelen presentarse después de casados se debe a cosas que se esperan y que no se obtienen, como por ejemplo, cuando uno de los dos desea tener hijos inmediatamente y el otro no. O cuántos hijos se desean tener; si él desea que ella siempre le cocine y ella ni siquiera sabe hacer unos huevos y no está dispuesta a aprender; si ella habrá de trabajar o no, etc. En estos casos cada uno tendrá su propio criterio y lo más sano es que sea discutido antes y evitarse problemas futuros. Metas en común como por ejemplo dónde van a vivir, si comprarán casa o apartamento, cómo educarán a sus hijos, aún hasta los nombres que desean ponerles, y si desean luchar por permanecer unidos hasta el final o no, etc.
Construyendo el amor
Si bien es cierto que el amor nace espontáneamente, también es verdad que hay que abonarlo, luchar día a día por mantenerlo y fortalecerlo, y cada uno debe poner de su parte. Alguien decía que en el matrimonio el 50% esta conformado por el amor y el otro 50% es voluntad y compromiso. Eso es verdad, porque no podemos esperar que el amor perdure por sí solo sin ningún aporte de nuestra parte. El amor se construye con constancia, dedicación y esfuerzo. Lamentablemente al casarse muchas parejas dejan de trabajar en la relación y esta se deteriora hasta morir. ¿Es difícil? Claro que sí. Pero en la vida nada realmente valioso es fácil. Entonces ¿qué hacer?
Amar es respetarse y aceptar las diferencias
Cuando aprendemos a entender que mi espacio y libertad terminan dónde comienzan los del otro, nos estamos respetando mutuamente sin pretender imponernos. Walter Riso en su libro “Amar o depender” dice: “muchas parejas terminan encerrando su amor en la cárcel de la dependencia emocional, creyendo erróneamente que el otro es la única fuente de su felicidad", y agrega: "Es entonces cuando aparecen en escena el apego (creer que sin el otro no se puede vivir), los celos (tener miedo de perder al compañero sentimental), la posesividad (tratar al otro como si nos perteneciera) y el rencor, que nos lleva a sentir rabia e incluso odio hacia nuestra pareja, creyendo que es la causa de nuestro malestar".
Cuando entendemos que no debemos hacer al otro lo que no queremos que él nos haga.
Cuando tratemos al otro como queremos ser tratados, porque todo lo que sembremos eso mismo recogeremos.
Cuando aceptamos que lo que a mí me gusta puede no gustarle al otro y que no debo imponérselo.
Amar es adaptarnos sin perder nuestra esencia propia
Una sana relación nos exige ceder hasta cierto punto en muchos aspectos. Sin embargo, no debemos jamás perder nuestra individualidad y nuestra esencia. Debemos entonces adquirir la consistencia del agua, que puede adaptarse a cualquier forma según el recipiente que la contenga, pero sin dejar de ser agua.
Mantener la admiración del otro y por el otro
Que la costumbre y la convivencia no nos obligue a mostrar nuestras cosas inconvenientes o desagradables (que todos tenemos) frente al otro, porque estas son las peores asesinas del amor. La falta de aseo, los malos modales en la mesa, el desarreglo personal y algunas cosas que usted probablemente no haría delante de la gente, no tiene por qué obligar a su pareja a que se las aguante. Recuerde cuánto se esforzaba por mostrar lo mejor de sí cuando eran novios. Trate de mantener esa costumbre de agradar a su pareja, porque ella se lo merece.
El amor se acaba, entonces, cuando no asumimos la responsabilidad de trabajar por mantenerlo y fortalecerlo. Luisa Hay autora del libro, "Usted puede sanar su vida" y "El poder está dentro de ti" dice: "Para amar de verdad debemos asumir la responsabilidad de crear tipos de conducta, que desarrollen nuestra proactividad al servicio de la relación".