Ilusionándose, uno no alcanza la libertad ni la mística. Dice Sócrates: "La vida no conocida, no vale la pena vivirla." Hay que disfrutar de todo, pero sin apegarse a nada. Cuando te desapegues, verás cómo disfrutas mucho más de todo, pues serás mucho más libre para recrearte en cada cosa sin quedar fijado a ninguna.
El dudar es esencial para la fe. El único enemigo de la fe es el miedo, no la duda, pues si no dudas, no cuestionarás ni robustecerás tu fe, y entrarás fácilmente en el fanatismo. El fanático es el que no puede resistir el cuestionarse las cosas, y si alguien las cuestiona en su presencia se horroriza, porque teme que le hagan dudar. No olvides que, según vives en esta vida, serás en la otra. Es ahora cuando has de buscar la verdad por
ti mismo.
Una persona que camina hacia la iluminación, lo primero que se cuestionará es: ¿Estaré loco yo, o es que están locos los demás? Si cuando atacan tu doctrina, te molestas, mala señal. ¿Por qué no escuchas y luego cuestionas? Tampoco te es válido poner tu seguridad en las personas que piensan como tú. Lo importante es escuchar y cuestionar desde ti mismo. Esa responsabilidad es sólo tuya y no puedes apoyarla en otro, por mucho prestigio y credibilidad que tenga. La apertura, así, se llama fe. La fe no es inamovible y has de renovarla continuamente para que esté viva. Nunca puedes estar seguro de a dónde esa fe te va a llevar. Es ésa la fe que redime la vida, dejando muerto el pasado y empujándote al presente. El presente es la vida, y sólo allí están Dios y la eternidad. Por ello hay que vivir despierto, vigilante, para no perderte nada de ella.
Si no te agarras a ningún concepto, cosa o ideología, te será fácil descubrir dónde están la verdad.