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Tan antiguo esto de robar un sueño a alguien que pasa. El mismo sueño que rueda por entre las mesas de esta fiesta abandonada. De esta ciudad vacía de celebraciones verdaderas. Nadie posee nada en esta calle. Las cosas se acumulan en cajas, en números, en miedos vigilantes que se suman como otra cosa más a las palabras impuestas. Lo único que existe, es este sueño oscuro e imperioso de otra ciudad. Donde no sea necesario robar un sueño a alguien que pasa.
Paulina Vinderman
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