LA BOLSA DE CARAMELOS
He contado mis años y he descubierto que
tengo menos tiempo para vivir de aquí en
adelante, que el que he vivido hasta ahora...
Me siento como aquel niño al que regalan una
bolsa de caramelos: los primeros se los come
feliz, pero, cuando se percata de que quedan
pocos, comienza a saborearlos
profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones
interminables, en las que se discuten estatutos,
normas, procedimientos y reglamentos internos,
sabiendo que no se conseguira nada.
Ya no tengo tiempo para soportar personas
absurdas que, a pesar de su edad
cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para perderlo con
mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan
‘egos’ inflados.
No tolero a los manipuladores ni a los
aprovechados.
Me molestan los envidiosos, que tratan de
desacreditar a los más capaces, para
apropiarse de sus puestos, sus talentos
y sus éxitos.
Detesto, si soy testigo, los efectos que genera
la lucha por un cargo importante.
Las personas no discuten contenidos, apenas
los títulos, si acaso...
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa
Con pocos caramelos en la bolsa...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que no se vanaglorie con sus triunfos.
Que no se considere elegida antes de tiempo.
Que no eluda sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.