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Ronda de mates entre amigos: MATEANDO CON EL FILÓSOFO SAVATER
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De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 10/03/2010 07:30

Fernando Savater conversa con Dios

(San Sebastián, 21 de junio de 1947) es un filósofo, activista y escritor español.
Novelista y autor dramático, destaca en el campo del ensayo y el artículo periodístico.
Premio Planeta de novela 2008 con La hermandad de la buena suerte.

Savater es un autor prolífico, que se define como un "filósofo de compañía", al estilo de los philosophes franceses, no como un Filósofo académico y con mayúscula.

Su filosofía es ilustrada y vitalista; su forma de expresión, polémica e iconoclasta; sus opiniones a menudo navegan contra corriente.

El estilo agudo, incisivo, e irónico de Savater se aprecia de manera más evidente en sus artículos periodísticos, el género que más le gusta escribir.

Se confiesa influido por Nietzsche, Cioran y Spinoza, entre otros.

Desde coordenadas primero libertarias y luego liberales, se ha opuesto siempre al nacionalismo en general:

"El nacionalismo en general es imbecilizador, aunque los hay leves y graves, los del forofo del alirón y el que se pone el cuchillo en la boca para matar.
Hay gente sin conocimientos históricos, el nacionalismo atonta y algunos son virulentos. Afortunadamente en Cataluña la situación es diferente a la del País Vasco,
aunque esa minoría es una alarma que nos dice que algo hay que hacer. El nacionalismo es una inflamación de la nación igual que la apendicitis es una inflamación del apéndice".
 
Sus críticas al nacionalismo vasco han situado a Savater en medio de frecuentes polémicas. Está amenazado de muerte por ETA y en la actualidad vive protegido por escolta.
Los nacionalistas periféricos, especialmente los vascos, lo acusan de ser nacionalista del signo contrario, españolista y centralista.
  • Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 11 de febrero de 2010
  • Premio Planeta de 2008 con La hermandad de la buena suerte.
  • Premio de la Concordia Fernando Abril Martorell de 2000.
  • Premio Ortega y Gasset de periodismo de 2000.
  • Premio Sajarov para la Libertad de Conciencia (2000) para el movimiento ¡Basta Ya!, del cual es parte.
  • Premio Euskadi de Plata de 1999 por Las preguntas de la vida.
  • Premio Continente de Periodismo de 1999
  • Primer Premio de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico de 1998.
  • Premio Francisco Cerecedo de periodismo de 1997.
  • Finalista del Premio Planeta de 1993 con El jardín de las dudas.
  • Premio Ijuve de Medios de Comunciación 1990.
  • Premio Pablo Iglesias de 1989, sección de Ciencias Sociales.
  • Premio Nacional de Ensayo en 1982 con La tarea del héroe.
  • Premio Anagrama de ensayo de 1982 por Invitación a la ética.
  • Premio Mundo de Ensayo de 1978 por Panfleto contra todo.
  • Y AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS

    Fernando Savater

    Nos mandaste amarte sobre todas las cosas. Me pregunto y te pregunto: ¿Tanta necesidad tienes de que te amen? ¿No es un poco exagerado? ¿No delata una especie de zozobra, de inquietud extraña? Sí... sí ... ya sé que eres un dios celoso, que no acepta ningún tipo de competencia. Pero quiero que entiendas que no eres muy original. Estoy viendo que en ese aspecto sois todos bastante parecidos: excluyentes y posesivos. Siempre queréis toso el amor para vosotros. Se os ve un poco inseguros de vosotros mismos y necesitados de que los demás estemos siempre refrendando vuestra superioridad sobre el cosmos y el mundo. Mira... ni siquiera ése es nuestro problema. Nuestra verdadera dificultad son tus representantes, porque normalmente no te diriges a los hombres de forma directa. Aquellos que hablan en tu nombre son un verdadero dolor de cabeza. Siempre nos sugieren y ordenan lo que tenemos que hacer de acuerdo con su nivel de poder.
    Aquí estamos frente al primer mandamiento, algo inmodificable según tus leyes: Amará a Dios sobre todas las cosas, y no se hable más.
    Pero vivimos en el siglo XXI, discutiendo tus leyes... no pongas mala cara si ahora, mal que te pase, te cuestionamos ... son los tiempos que corren.

    DE LOS DIOSES CONCRETOS AL ABSTRACTO

    El primer mandamiento es el más religioso de todos, porque mientras que los demás se relacionan con cuestiones de comportamiento social y de grupo, éste plantea una existencia que la divinidad le demanda el individuo.Así, un profeta anónimo le hace decir a Yahvé: “Yo soy el primero y el último; fuera de mi no existe ningún dios”; “Antes de mí ningún otro dios había, y ninguno habrá después de mí”; “Yo soy Yahvé y fuera de mí ningún dios existe”; “Todos ellos son nada; nada pueden hacer, porque sólo son ídolos vacíos”. Frente a estas formas de definirse no podemos negar que por lo menos, se trata de alguien con una autoestima superlativa y, sin exagerar, digna de un dios.Debo admitir que, como no soy creyente, me resultaría muy difícil amarle, y que, incluso creyera, me costaría describir bien la relación que podría mantener con un ser infinito, inmortal, invulnerable y eterno. Personalmente entiendo el amor como el deseo casi desesperado de que alguien perdure, a pesar de sus deficiencias y de su vulnerabilidad. Por eso sólo puedo amar a seres mortales.La inmortalidad me merece respeto, agobio, pero no me merece amor. Por otra parte, nunca he sabido muy bien qué se entiende por esa palabra misteriosa que otros manejas con tanta facilidad: Dios.

    Hay un libro de Umberto Eco y el cardenal Carlo Maria Martín en el que discuten sobre estas cuestiones. Su título es En qué creen los que no creen . A quienes no creemos nos es muy fácil explicar en qué creemos. Lo que me resulta misterioso es saber en qué creen los que creen y, sinceramente, por más que los he escuchado nunca he entendido a qué se refieren.Sin embargo, los no creyentes creemos en algo: en el valor de la vida, de la libertad y de la dignidad, y en que el goce de los hombres está en manos de éstos y de nadie más. Son los hombres quienes deben afrontar con lucidez y determinación su condición de soledad trágica, pues es esa inestabilidad la que da paso a la creación y a la libertad. Los emisarios y los administradores de Dios personifican en realidad lo más bajo de una conciencia crítica e ilustrada: el fanatismo o la hipocresía, la negación del cuerpo y la apología del poder jerárquico en su raíz misma.Un dios abstracto, ¡Qué gran novedad! Unos dos mil años antes de Cristo, los dioses siempre habían sido animales, o árboles, o ríos, o piedras, o mares. Habían tenido un cuerpo, habían sido dioses visibles. Precisamente las divinidades eran fenómenos que podían verse. Entonces apareció un ser abstracto, hecho de pura alma y se produjo una verdadera revolución.Los romanos admitían que cada cual podía tener sus divinidades, porque ellos creían que los dioses de todos los pueblos eran tolerantes entre sí. Por esta razón, fue paradójico que acusaran de ateos a los primeros cristianos, aunque veremos que esta manera de razonar tenía su lógica. Los romanos veían que los cristianos rechazaban a todos los dioses existentes. Resultaba una actitud incomprensible y sectaria, ya que había una gran variedad. Se les ofrecían los de Oriente, Los de Occidente, los de forma animal, los de forma vegetal. Pero no había nada que hacer: los cristianos los rechazaban a todos. No querían saber nada con el culto al Emperador, ni con los encarnados en las glorias de cada una de las ciudades.

    Por tal motivo, los seguidores de ese dios, que no se veía en ninguna parte, que era la nada, fueron tachados de ateos por los paganos de Roma.Los cristianos traían consigo el legado judío. La idea del monoteísmo, de un dios único, excluyente, infinito, abstracto e invisible, era lo normal para ellos, pero resultó de verdad sorprendente y revolucionario para el resto.Pero esa concepción religiosa ¿Fue un retroceso o un avance en el desarrollo espiritual de la humanidad? En cierto sentido la podríamos calificar de positiva porque significó un paso hacia una mayor universalidad, hacia una mayor abstracción conceptual. El dios se convirtió en un concepto, en una idea. Dejó de ser cosa, ídolo. Los dioses anteriores estaban siempre ligados a realidades concretas: la naturaleza, la ciudad, la vida. Entonces surgió un dios que no conocía la naturaleza porque estaba por encima de ella y además era su dueño. Ignoraba las ciudades porque vivía en todas y en ninguna, pero además en el desierto y también en una zarza ardiente. ¿Ese dios supuso un progreso respecto a los otros, o más bien fue una especie de recaída hacia algo más primitivo y atávico? Porque si bien significó una ganancia en universalidad, amplitud y espiritualidad, también fue una pérdida en lo que se refiere a la relación de los hombres con lo natural, con el mundo, con lo que podemos celebrar de la vida concreta y material.Por ejemplo, para el escritor y filósofo Marcos Aguinis  “el monoteísmo ha sido un avance prodigioso de la humanidad hacia niveles de abstracción que no existían hasta ese momento.

    Fue pasar del pensamiento concreto al abstracto, con un ser que no podía ser representado y además era único. Pero, por ser único, contenía algo muy peligroso: era un dios celoso que no aceptaba competencias. De manera que el monoteísmo significó dos cosas contrapuestas: una muy positiva que era un progreso espiritual y otra muy negativa que fue el progreso de la intolerancia”.El monoteísmo también obsesionó a Sigmund Freud al final de su vida. En 1938 el padre del psicoanálisis huía de los nazis que avanzaban sobre Europa continental, y encontró refugio en Inglaterra. Allí terminó de dar forma a su teoría según la cual Moisés no fue judío sino egipcio. Para Freud se trataba de un hombre que perteneció a una familia noble, y que difundió entre los israelitas –casi 1.400 años antes de Cristo- las creencias de Akenatón, el faraón creador del primer culto monoteísta conocido: el de Atón, el dios Sol. Esta idea fue desterrada por la rebelión que encabezaron en su contra los sacerdotes responsables del antiguo politeísmo, y que tenía como principal figura al Dios Amón. Por lo tanto, según esta teoría, Yahvé no sería más que el nuevo nombre que tomó Atón para transformarse en el dios judío.Aunque el dato pueda sentar mal a quienes consideran que la cosas son inamovibles desde un principio, lo cierto es que los israelitas no siempre fueron monoteístas.

    LA TOLERANCIA: ESA DEBILIDAD DE LAS RELIGIONES

    Es sabido que las religiones han sido fuente de animadversión, de persecución, de intolerancias, de guerras y de crímenes. A lo largo de los siglos los llamados representantes de los dioses sobre la tierra, es decir los hombres, han encontrado motivo de discordia echándose culpa unos a otros sobre reales o supuestas ofensas a sus respectivos dioses.
    También podemos decir que las religiones fueron causa de una serie de gestos generosos y valientes. Pero ¿Por qué las religiones han sido incompatibles unas con otras? Todos los hombres de religión predican palabras hermosas de aceptación a los demás, pero pocas veces sus actos tienen que ver con sus prédicas. El ejemplo del catolicismo es evidente: las religiones se hacen tolerantes cuando se debilitan, cuando pierden poder terrenal. Mientras controlan los hilos de la política y la economía y tienen un brazo secular para poder hacer cumplir sus preceptos, rara vez dan muestras de tolerancia. Este sentimiento aparece cuando los que controlan la práctica de una creencia tienen que ser aceptados, no cuando tienen que aceptar. Éste es un fenómeno que ocurre en casi todas las religiones.
    Uno de los ejemplos más claros fueron las Cruzadas. A fines del siglo XI, Venecia, Génova y Pisa querían recuperar el control del comercio con Oriente. El problema eran los turcos, quienes controlaban los pasos marítimos y terrestres hacia los lugares santos y, en especial, hacia los centros de comercio más importantes. Allí se conjugaron intereses mercantiles con los políticos del Papa Urbano II, cuyo objetivo era controlar a toda la cristiandad mediante la dominación de la ciudad de Constantinopla, que se había separado de su autoridad en el año 1054. Urbano también estaba obsesionado con los emperadores germanos, quienes se movían con gran autarquía en materia religiosa. Así, como tapadera de este cúmulo de intereses, el Papa golpeó en el corazón de la cristiandad europea y, con la magnífica excusa de recuperar los lugares sagrados de Oriente y proteger a los cristianos de esas zonas, promovió la Primera Cruzada. Hacia allí partieron miles de hombres para matarse con otros tantos miles de hombres al grito de “Deus lo volt” (“Dios lo quiere”).
    Hoy las religiones van perdiendo su poder terrenal –o al menos eso espero-, y no me cabe duda de que el mundo se beneficiará ante esta situación, ya que se alejarán los elementos de tensión que se desprenden de ese excluirse unas con otras utilizando la fuerza o la persecución. De todas formas estamos hablando de Iglesias más que de religiones. Dios nunca habla en forma directa con los humanos, o por lo menos no lo hace con la mayoría. Siempre hay alguien que se interpone. Nunca tenemos a Dios delante, sino a sacerdotes, obispos, muecines, rabinos, etcétera. Es decir, otras personas tan comunes como los demás, pero que hablan en su nombre. Cuando uno analiza las guerras de religión, se pregunta si Dios no habrá sido la coartada para justificar los odios que los hombres se tenían entre ellos, para impulsar los deseos de conquista y depredación.

    LA APLICACIÓN DE LA LIBERTAD DEL INDIVIDUO O CÓMO ENTENDER LOS MANDAMIENTOS

    A medida que avanzamos en el análisis, nos queda claro que los mandamientos son imposiciones antiguas, pasadas de moda, y algunas hasta fuera de toda lógica, pero que, al igual que las leyes actuales, son fruto de convenciones sociales. Más allá del tiempo en que se dieron a conocer, en que fueron respetadas y hasta temidas, lo cierto es que no formaron parte inamovible de la realidad, como ocurre por ejemplo con la ley de la gravedad. Tampoco brotan de la voluntad de un dios misterioso. Las leyes han sido inventadas por los hombres, responden a designios humanos antiguos, algunos de los cuales nos cuesta entender hoy, y pueden ser modificadas o abolidas por un nuevo acuerdo entre humanos.
    Sin ir más lejos, los mandamientos originales fueron modificados por los católicos, aunque esto no quiere decir que las convenciones sean simples caprichos o algo sin sustancia.
    Cuando se vive en una sociedad multicultural, hay que asumir que se acepta en derecho a tener religión, y creencias, y esto comporta el hecho de tener que soportar alfilerazos de la realidad. Por ejemplo, a esas personas que dicen “ha herido usted mis convicciones”, yo les diría: “Lo siento... amigo, usted no puede convertir sus convicciones en una especie de prolongación de su cuerpo”.
    Pero además esto va de la mano de una liviandad que se percibe en todos lados y que se define con la máxima de “todas las opiniones son respetables”. Esto es una tontería.
    Quienes son respetables son las personas, o las creencias.
    Las opiniones no son todas respetables. Si así hubiese sido, la humanidad no habría podido avanzar ni un solo paso. No se pueden respetar las ideas totalitarias, xenófobas, racistas, excluyentes, que violen los elementales derechos humanos. No podemos utilizar el ataque, la crítica, incluso la sátira contra una idea, para provocar algo que humille u ofenda a los demás. Ahora, si se trata de ideas, hay que saber parase frente a aquellas que son peligrosas.
    ¿Qué respeto merecen las ideas tras las que se parapetan los terroristas de distintos signos? ¿Cómo dejar de repudiar el asesinato, las bombas a mansalva que reivindican los nacionalismos excluyentes? ¿Cómo aceptar que bajo la excusa de la identidad cultural se practique la mutilación del clítoris a millones de niñas?
    Los defensores de esos métodos son tan peligrosos como los sacerdotes que repudian a las demás religiones, a sus seguidores y a aquellos que no creen en ningún dios en particular. No se puede respetar a los irrespetuosos.
    Esto tiene que ver también con algo que dijo John Stuart Mill: “La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o le impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale ganando más consintiendo que cada cual viva a su manera antes que obligándose a vivir a la manera de los demás”.
    El primer mandamiento, como los otros nueve, lleva implícita la amenaza del castigo en caso de que no se cumpla. Yahvé había prometido proteger al pueblo judío, elegido, pero con la condición de cumplir al pie de la letra el Libro de la Ley, La palabra de Dios daba lugar a pocas interpretaciones: “Mira, hoy he puesto ante ti la vida y la felicidad, pero también la muerte y la desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahvé, tu Dios... entonces vivirás y tendrás muchos hijos y el Señor, tu Dios, te bendecirá... pero si no haces caso a todo eso... te advierto que morirás sin remedio”.
    Cuando leo esto y pienso que hay gente que cree lógico que exista el castigo a estas cuestiones, insisto e que lo primero que hay que dejar claro, es que la ética de un hombre libre nada tiene que ver con los castigos, ni con los premios repartidos por la autoridad, sea ésta humana o divina, que para el caso es lo mismo.

    MOISÉS Y EL PENSAMIENTO ÚNICO

    Creo que en alguna medida, Moisés era un hombre muy realista. Era consciente de que tanto su sociedad como las anteriores, y con acertada intuición las futuras, no eran nada del otro mudo y que por lo tanto estaban llenas de defectos, de abusos y de crímenes. Fue así como el líder israelí hizo lo que estaba a su alcance para mejorar la comunidad en la que le tocaba vivir. Y pienso que está claro que, como tantas otras personas antes y después de él, luchó para que las relaciones humanas políticamente establecidas fueran simplemente eso: más humanas, o sea, menos violentas y más justas. Pero, como debió de ser un tipo bastante realista, seguramente nunca esperó que todo a su alrededor fuera perfecto.
    Hay dos frases a las que se suele recurrir: ”No trates a los demás como no quieres que te traten a ti” o, en positivo, “haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti”. George Bernard Shaw tenía un epigrama que sintetiza estas ideas: “No hagas a los demás lo que te guste que te hagan a ti, ellos pueden tener gustos diferentes”. Aquí hay que tener cuidado, porque es en estos casos cuando se corre el riesgo de toparse con aquellos para quienes la única verdad es la suya o la de su dios.
    Hoy está de moda hablar del “pensamiento único”, que, según dicen algunos, imperaría después de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe del sistema comunista de Europa del Este. No creo que el problema de la intolerancia pase por ese denominado “pensamiento único”, porque para mí no existe como tal. En el mundo hay grupos que apuestan por el Fondo Monetario Internacional, y otros grupos “antiglobalización” que se manifiesta contra este organismo. Vivimos en un planeta donde existe bastante discordia y oposición de opiniones, así que es injusto, y un poco absurdo, hablar de un pensamiento único, aunque no son pocos los que desarrollan sus teorías en base a esta falacia. Sí, es cierto que existe una tendencia al pensamiento simple. Hay diversas concepciones simplistas: simplismo neoliberal y simplismo anticapitalista. Ante una realidad tan compleja como la que vivimos se le oponen “pensamientos descafeinados”. La cuestión es que nuestro mundo está cada vez más unificado y tendemos a buscar soluciones que involucren a toda la humanidad. Soluciones que creemos que deben ser simples. Y esto es falso. Por este camino no vamos a llegar a mejorar este mundo, ya que la situación por la que atravesamos es de una complejidad mayor a cualquier otra que hayamos conocido a través de los siglos.
    Durante la historia del hombre sobre la tierra, infinidad de ejércitos se han enfrentado en nombre de dioses o de creencias. Se habla incluso de un Dios de los ejércitos; todos tienen sus capellanes castrenses, sus banderas y estandartes. En 5.500 años de historia, para no ir más lejos, se han producido 14.513 guerras que han costado 1.240 millones de vidas y nos han dejado un respiro de no más de 292 años de paz, aunque seguro que durante dicho tiempo también debieron de haber guerras menores en curso. En el momento en el que usted lea estas estadísticas ya se habrán convertido en anticuadas. Estas cifras tiene la particularidad de incrementarse minuto a minuto por obra y gracia de los propios hombres. De hecho, una gran parte de las guerras tuvieron su origen en desencuentros e intolerancias debidas a distintas creencias. Pero también está claro que, casi siempre, lo religiosos fue una simple excusa para resolver diferencias territoriales o económicas. Como verán, nada ha cambiado.
    Hoy en día podemos ver en nuestras casas, sentados cómodamente ante el televisor, a aquellos que mediante atentados tiran abajo edificios en nombre de una divinidad vengadora que persigue al Gran Satán Occidental. Y desde Estados Unidos se utiliza una frase arcaica: “Dios está con nosotros”. Un lenguaje propio de la época de las Cruzadas. Nos encontramos en pleno auge de la justificación teológica de los enfrentamientos terrenos.



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