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Ronda de mates entre amigos: Ya llega la Navidad ... Arrímense al fogón de "Mateando" a contar cuentos
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 29/11/2010 11:56
La Navidad de El Almanaque
  
RECUERDOS DE UNA MAÑANA DE NAVIDAD
  

No lo creí. Los ángeles tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo que observar si yo era un niño bueno o malo. Aun con mi limitada sabiduría de un niño de siete años, había decidido que, en el mejor de los casos, el Ángel sólo podía vigilar a dos o tres muchachos a la vez ... y ¿ Por qué habría de ser yo uno de éstos ? Las ventajas, ciertamente, estaban a mi favor. Y, sin embargo, mamá, que sabía todo, me había repetido una y otra vez que el Ángel de la Navidad sabía, veía y evaluaba todas nuestras acciones y que no podíamos compararlo con cualquier cosa que pudiéramos entender nosotros, los ignorantes seres humanos. De todos modos, no estaba muy seguro de creer en el Ángel de la Navidad.

Todos mis amigos del barrio me dijeron que Santa Claus era el que llegaba la víspera de la Navidad y que nunca supieron de un ángel que llevara regalos. Mamá vivió en América durante muchos años y bendecía a su nueva tierra como su hogar permanente, pero siempre fue tan italiana como la polenta y, para ella, siempre sería un ángel. "¿ Quién es este Santa Claus ?", solía decir. "Y, ¿ Qué tiene que ver con la Navidad ?".

Además, debo reconocer que nuestro ángel italiano me impresionaba mucho. Santa Claus siempre era más generoso e imaginativo. Les llevaba a mis amigos bicicletas, rompecabezas, bastones de caramelo y guantes de béisbol. Los ángeles italianos siempre llevaban manzanas, naranjas, nueces surtidas, pasas un pequeño pastel y unos pequeños dulces redondos de ‘orosuz’ que llamábamos bottone di prete (botones de sacerdote) porque se parecían a los botones que veíamos en la sotana del padrecito. Además, el Ángel siempre ponía en nuestras medias algunas castañas importadas, tan duras como las piedras. Debo admitir que nunca supe qué hacer con las castañas.

Finalmente se las dábamos a mamá para que las hirviera hasta que se sometieran y luego las pelábamos y las comíamos de postre después de la cena de Navidad. Parecía un regalo poco apropiado para un niño de seis o siete años. A menudo pensé que el Ángel de la Navidad no era muy inteligente.

Cuando cuestioné a mamá acerca de esto, ella solía contestar que no me correspondía a mí, "que todavía era un muchachito imberbe", poner en tela de juicio a un ángel, especialmente al Ángel de la Navidad.

En esta época navideña en particular, mi comportamiento de un siete años era todo menos ejemplar. Mis hermanos y hermanas, todos mayores que yo, por lo visto nunca causaban problemas. En cambio yo siempre estaba en medio de todos los problemas. A la hora de la comida aborrecía todo. Me obligaban a probar un poco di tutto (de todo) y cada comida se convertía en un reto ... Felice (leer Feliche), como me llamaba la familia, contra el mundo de los adultos. Yo era el que nunca me acordaba de cerrar la puerta del gallinero, el que prefería leer a sacar la basura y el que, sobre todo, reclamaba todo lo que mamá y papá hacían, sentían u ordenaban. En pocas palabras, era un niño malcriado.

Cuando menos un mes antes de la Navidad, mamá me advertía: " Te estás portando muy mal, Felice. Los ángeles de la Navidad no llevan regalo a los niños malcriados. Les llevan un palo de durazno para pegarte en las piernas. De modo que – me amenazaba – más vale que cambies tu comportamiento. Yo no puedo portarme bien por ti. Sólo tu puedes optar por ser un buen niño ".

"¿ Qué me importa ? – contestaba yo - . De todos modos el ángel nunca me trae lo que quiero. " Y durante las siguientes semanas hacía muy poco para ‘mejorar mi comportamiento’.

Como sucede en la mayoría de los hogares, la Nochebuena era mágica. A pesar de que éramos muy pobres, siempre teníamos comida especial para la cena. Después de cenar nos sentábamos alrededor de la vieja estufa de leña que era el centro de nuestras vidas durante los largos meses de invierno y platicábamos y reíamos y escuchábamos cuentos. Pasábamos mucho tiempo planeando la fiesta del día siguiente, para la cual nos habíamos estado preparando toda la semana. Como éramos una familia católica, todos íbamos a confesarnos y después nos dedicábamos a decorar el árbol. La noche terminaba con una pequeña copa del maravilloso zabaglione de mamá. ¡ No importaba que tuviera un poco de vino; la Navidad sólo llegaba una vez al año !.

Estoy seguro de que sucede con todos los niños, pero no era casi imposible dormir en la Nochebuena. Mi mente divagaba. No pensaba en las golosinas, sino que me preocupaba seriamente la posibilidad de que el ángel de la Navidad no llegara a mi casa o que se le acabaran los regalos. Me emocionaba mucho la posibilidad de que Santa Claus olvidara que éramos italianos y de cualquier modo nos visitara sin darse cuenta de que el Ángel ya me había visitado. ¡ Así recibiría el doble de todo !

¿ Por qué sucede que en la mañana de Navidad, por poco que se duerma la noche anterior, nunca resulta difícil despertar y levantarnos ? Así ocurrió esa mañana en particular. Fue cuestión de minutos, después de escuchar los primeros movimientos, para que todos nos levantáramos y saliéramos disparados hacia la cocina y el tendedero donde estaban colgadas nuestras medias y debajo de éstas se encontraban nuestros brillantes zapatos recién lustrados.

Todo estaba tal como lo habíamos dejado la noche anterior. Excepto que las medias y los zapatos estaban llenos hasta el tope con los generosos regales del Ángel de la Navidad ... es decir, todos excepto los míos. Mis zapatos, muy brillantes, estaban vacíos. Mis medias colgaban sueltas en el tendedero y también estaban vacías, pero de una de ellas salía una larga rama seca de durazno.

Alcancé a ver las miradas de horror en los rostros de mi hermano y mis hermanas. Todos nos detuvimos paralizados. Todos los ojos se dirigieron hacia mamá y papá y luego regresaron a mí.

- Ah, lo sabía – dijo mamá -. Al Ángel de la Navidad no se le va nada. El Ángel sólo nos deja lo que merecemos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mis hermanas trataron de abrazarme para consolarme, pero las rechacé con furia.

- Ni quería esos regalos tan tontos – exclamé -. Odio a ese estúpido Ángel. Ya no hay ningún Ángel de la Navidad.

Me dejé caer en los brazos de mamá. Ella era una mujer voluminosa y su regazo me había salvado de la desesperación y de la soledad en muchas ocasiones. Noté que ella también lloraba mientras me consolaba. También papá. Los sollozos de mis hermanas y los lloriqueos de mi hermano llenaron el silencio de la mañana.

Después de un rato, mi madre dijo, como si estuviera hablando con ella misma:

- Felice no es malo. Sólo se porta mal de vez en cuando. El Ángel de la Navidad lo sabe. Felice sería un niño bueno si hubiera querido, pero este año prefirió ser malo. No le quedó alternativa al Ángel. Tal vez el próximo año decida portarse mejor. Pero, por el momento, todos debemos ser felices de nuevo.

De inmediato todos vaciaron el contenido de sus zapatos y medias en mi regazo.

- Ten – me dijeron -, toma esto.

En poco tiempo otra vez la casa estaba llena de alegría, sonrisas y conversación. Recibí más de lo que cabía en mis zapatos y medias.

Mamá y papá habían ido a misa temprano, como de costumbre. Juntaron las castañas y empezaron a hervirlas durante muchas horas en una maravillosa agua llena de especias y había otra olla hirviendo entre las salsa. Los más delicados olores surgieron del horno como mágicas pociones. Todo estaba preparado para nuestra milagrosa cena de Navidad.

Nos alistamos para ir a la iglesia. Como era su costumbre, mamá nos revisó, uno por uno; ajustaba un cuello aquí, jalaba el cabello por allá, una caricia suave para cada uno... Yo fui el último. Mamá fijó sus enormes ojos castaños en los míos.

 - Felice – me dijo -, ¿ Entiendes por qué el Ángel de la Navidad no pudo dejarte regalos ?
- Sí – respondí.
- El Ángel nos recuerda que siempre tendremos lo que merecemos. No podemos evadirlo. Algunas veces resulta difícil entenderlo y nos duele y lloramos. Pero nos enseña lo que está bien hecho y lo que está mal y, así, cada año seremos mejores.

No estoy muy seguro de haber entendido en aquellos momentos lo que mamá quiso decirme. Sólo estaba seguro de que yo era amado; que me habían perdonado por cualquier cosa que hubiese hecho y que siempre me darían otra oportunidad.

 
Jamás he olvidado aquella Navidad tan lejana. Desde entonces, la vida no siempre ha sido justa ni tampoco me ha ofrecido lo que creí merecer, ni se me ha recompensado por portarme bien. A lo largo de los años he llegado a comprender que he sido egoísta, malcriado, imprudente y quizá, en ocasiones, hasta cruel... pero nunca olvidé que cuando hay perdón, cuando las cosas se comparten, cuando se da otra oportunidad y amor sin límite, el Ángel de la Navidad siempre está presente y siempre es Navidad.


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: 2158Fenice Enviado: 30/11/2010 08:36
La magia de la Navidad también invade el mundo de los cuentos y nos regala hermosas historias que disfrutan los chicos, pero también los grandes.A través de los Cuentos de Navidad, los grandes revivimos aquellos mágicos momentos de nuestra infancia y fabricamos el recuerdo de los más pequeños. Es una oportunidad imperdible para cultivar valores como la bondad, la solidaridad y el amor. Posiblemente en los Cuentos de Navidad encontraremos mucha magia, deseos cumplidos, ángeles, hadas, que generan sentimientos de esperanza, paz y amor, que hacen a la Navidad misma.


La Navidad de El Almanaque

UN SUEÑO DE NAVIDAD

La noche tenía un Cielo brillante. Las estrellas habían salido en alegres grupos para iluminarlo y advertir y precisar ante los habitantes de la tierra que era la víspera de la Navidad, por lo que nadie podía tener amarguras, ni peleas, ni guerras. Se acercaba el Nacimiento de Jesús, la mejor noticia que el Mundo iba a recibir por los siglos de los siglos.
Era, en cierta forma, el mensaje de paz que la Madre Naturaleza lanzaba, en una estación invernal, a un mundo convulsionado por las guerras, por los espíritus belicosos, por los hombres que habían olvidado que muy jóvenes, desde su nacimiento, habían creado un núcleo denominado Familia, que con el paso de los años se estaba desintegrando, con lo cual los grandes valores morales y éticos, dolorosamente, se escabullían.
También ese Cielo tan preciosamente iluminado quería despertar la conciencia de tántos y tántos jóvenes - hombres y mujeres - sumidos en la más tremenda oscuridad porque una vez, pese a las numerosas advertencias, ingresaron en el mundo de las drogas. Y a muchísimos les costaba salir luego de ellas. Y, generalmente, pasaban a convertirse en delincuentes porque su adicción les obligaba a matar o a robar.
El Cielo quería con esa luminosidad indicar el camino para quienes son causantes de las grandes epidemias que, como el Sida, van extendiéndose por el mundo, y señalarles que, con mínimas precauciones, podían evitar su propagación y no seguir siendo la causa de miles y miles de muertes.
Quería también el Cielo, rodeado de estrellas que se mantenían firmes y no eran fugaces, dar una luz de esperanza para millones de personas víctimas del racismo y la xenofobia, por el color de su piel, por su procedencia, por su condición ecónomica débil, para que tuvieran un hálito de paz y pensaran que un día no muy lejano serían bien recibidos y desaparecerían todas las persecuciones, los malos y despectivos tratos, las mofas y podrían trabajar y establecerse en países que no eran los suyos para ayudar a crear riquezas y poder subsistir decorosamente.
La víspera del Nacimiento del Niño Dios, un Cielo tan resplandeciente, pretendía indicar que todas las religiones eran igualmente respetables y que en nombre de ninguna de ellas se podía incitar al crimen, al terrorismo, a la violencia porque, precisamente Dios, creó al mundo para que la gente se entendiese mediante la palabra.
Desde miles de kilómetros de distancia, el Cielo ofrecía a la vista un hermoso panorama, como queriendo decir que iban a desaparecer las desigualdades sociales; que los hombres y mujeres de buena voluntad contarían con los recursos indispensables para su supervivencia y que la pobreza y la miseria pasarían a ser elementos de un lejano pasado. Así se conseguiría que la felicidad fuera la norma general , que ya nadie pasaría hambre, que todos contarían con una vivienda digna, con eficientes sistemas de salud y de educación, sin prejuicios sociales ni discriminaciones.
En fin, ese conglomerado de estrellas no se había asomado al Cielo para darle un simple colorido. No. En cada uno de sus reflejos luminosos traía un mensaje específico para que se acabaran las guerras; para que la familia volviera a ser ese gran núcleo compacto donde predominase el diálogo, como símbolo de unidad; para que desapareciesen las pandemias, causantes de tántas muertes; para que no hubiese nunca más las drogas malignas y se eliminaran para siempre las redes de narcotraficantes; para que el blanco, el negro, el amarillo y todas las razas convivieran pacíficamente ayudándose unas a otras; para que todas las religiones se uniesen en un sólo objetivo de ser auténticas guías espirituales y, en su nombre, no volviesen a aparecer vientos bélicos; para que en todo el mundo las divergencias, las diferencias entre los seres humanos encontraran la solución mediante el diálogo.
Todo esto lo soñé con una extrema felicidad, con el orgullo de pertenecer a una raza humana que había encontrado, sin vacilaciones, por fin, el camino amplio de la confraternización; el Cielo parecía decirme: "goza bien de esta noche, que a lo mejor nunca se repetirá. Pero cuando despiertes trata de convertirte en una adalid de las buenas y nobles causas. Debes formar causa común con tu familia, con tus amigos, para que todos, como una sóla persona, procuren hacer el bien".
Pero, desafortunadamente todo era un sueño. Tuve que despertar y encontrarme con la realidad, con esa cruda realidad, que muchas veces, con gesto dolorido, remueve las entrañas ante tántos hechos dolorosos, tristes, injustos y amargos que se viven a diario Durante la noche la lluvia y la nieve se habían entremezclado y el Cielo había estado permanentemente a oscuras. Mi mente había ideado un mundo digno. Un mundo construido para el ser humano. Un mundo, sin embargo, destruido por el propio ser humano, debido a su egoísmo, a no saber alejar de su corazón las malas obras y la cizaña y por tener abierta su mente y su pensamiento para el mal cerrándole todas sus puertas al bien.

Guillermo Tribín Piedrahita

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: 2158Fenice Enviado: 05/12/2010 10:41

 VILLANCICO : RODOLGO EL RENO

 

Era Rodolfo un reno
que tenía la nariz
roja como la grana
con un brillo singular.

Todos sus compañeros
se reían sin parar,
y nuestro buen amigo
triste y solo se quedó.

Pero Navidad llegó
Santa Clos bajó
y a Rodolfo lo eligió
por su singular nariz.

Tirando del trineo
fue Rodolfo sensación,
y desde ese momento
toda burla terminó.

 
 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: 2158Fenice Enviado: 15/12/2010 20:24
 
           
 
 
 
 
   
 
 
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El Pan de Cristo

El siguiente es el relato verídico de un hombre llamado Víctor. Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la mendicidad
para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente. Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado cuando observó
a un hombre y su esposa que entraban al mismo. Víctor le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.

- Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio - replicó éste.

La mujer, que oyó la conversación, preguntó:

- ¿Qué quería ese pobre hombre?

- Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre —respondió su marido.

- ¡Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y dejar a un hombre hambriento aquí afuera!

- ¡Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para beber.

- ¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo.

Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron. Avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento
oyó la amable voz de la mujer que le decía:

- Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer. Aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas.
En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre.

- ¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimo.
Jamás olvidaré su gentileza.

- Estará usted comiendo el pan de Cristo. Compártalo —dijo ella con una cálida sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.
Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo.

Encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día.
Comería el pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella descarga eléctrica corrió por su interior. ¡El pan de Cristo!

- ¡Un momento! —pensó—. No puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo.

Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en la escuela dominical.
En ese momento pasó a su lado un anciano.

- Quizás ese pobre anciano tenga hambre —pensó—. Tengo que compartir el pan de Cristo.

- Oiga —exclamó Víctor—. ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?

El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento.

- ¿Habla usted en serio, amigo?

El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a una mesa cubierta con un mantel y le pusieron delante un plato de guiso caliente.
Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.

- ¿Está guardando un poco para mañana? —le preguntó.

- No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar. La ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé.
Tenía hambre. Le voy a llevar el pan.

El pan de Cristo. Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la extraña sensación de que había un tercer Convidado sentado a aquella mesa.
A lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a sus oídos el viejo himno que le había sonado antes en la cabeza.

Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a engullírselo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.

- Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad - dijo el niño.

El pan de Cristo. Alcanzaría también para el hermano cuadrúpedo. San Francisco de Asís habría hecho lo mismo - pensó Víctor.

El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.

- Hasta luego - dijo Víctor al viejo - . En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con él. No desespere. ¿Sabe?
- su voz se tornó en un susurro - . Esto que hemos comido es el pan de Cristo. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo.
¡ El futuro nos deparará algo bueno !

Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna. Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar
que llevaba grabado el nombre y la dirección de su dueño. Víctor recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la puerta.
Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo.

De golpe la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa,
pero no lo hizo. Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo. En cambio dijo:

- En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡ Aquí tiene !

Víctor miró el billete medio aturdido.

- No puedo aceptarlo - dijo quedamente- . Solo quería hacerle un bien al perro.

- Para mí lo que usted hizo vale mucho más que eso. ¿Le interesaría un empleo? Venga a mi oficina mañana.
Me hace mucha falta una persona íntegra como usted.

Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma.
Se titulaba Parte el Pan de Vida ...

Autor desconocido


QUE TODOS TENGAMOS ALGUIEN CON QUIEN COMPARTIR, ALGUIEN A QUIEN AYUDAR, ALGUIEN A QUIEN AMAR, ALGUIEN CON QUIEN CONTAR, ALGUIEN AMIGO, ALGUIEN COMPAÑERO
Y QUE OLVIDEMOS LOS MALOS MOMENTOS Y LAS 0FENSAS , QUE SE NOS PURIFIQUE EL CORAZÓN EN ESTA NOCHEBUENA Y RECIBAMOS EL PAN DE VIDA QUE NOS DA DIOS
PERDONANDO TODOS NUESTROS PECADOS, ¡ MILLONES DE FELICIDADES AMIG@S !
 
 

Consejos de las abuelas ... :

Podría escribirles cantidades de lugares comunes. Frases que expresan poco y dicen nada. Pero mejor, como mensaje para estas Fiestas les preparé una sucinta lista, inspirada en mis recuerdos infantiles. Las abuelas, que por abuelas son excelentes educadoras, van al grano y nos dejan siempre pensando.

Son 8 reflexiones (“consejitos” dirían ellas) que pueden resultar muy útiles; una para cada día desde el 24 al 31 de diciembre. Anoten

1) Además de la comida, los cohetes y las peleas por quién se sienta en dónde ..., las fiestas de fin de año sirven para reflexionar. Quitémosle “la cáscara a las nueces” y aprovechemos lo esencial. Vale oro.

2) No limitemos los pensamientos a lo malo que pasó y a lo que debemos cambiar. Pensemos en lo bueno del año y en cómo repetirlo.

3) No juzguemos las actitudes y el comportamiento de los demás desde el modelo propio. La vanidad suele confundirnos y no es buena consejera.

4) Pongámonos siempre en el lugar de quien recibe las consecuencias de nuestras acciones. Es el mejor modo de darnos cuenta dónde debemos parar.

5) Preocupémonos por dar buenos ejemplos, en lugar de pregonar la falta de ejemplaridad del resto.

6) Hablemos cuando tengamos algo importante que decir. Verborragia y hemorragia se parecen: no queramos perder ni sangre ni palabras.

7) Aprendamos a pensar a futuro: ¿Cuánto significará este problema dentro de un mes? Las respuestas nos van a sorprender.

8) Vivamos con la intensidad de quien sabe que la vida tiene límites ... ; entonces ¡ A vivir !

Felicidades.

                  



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