La Historia – o Leyenda – dice que el Champagne nació en la Abadía de Hautevillers, donde un monje Benedictino, Dom Perignon, a pesar de ser ciego, tenia un don especial para hacer vinos. Cierta vez, decidió embotellar un vino sin que terminara de fermentar el cual pasó el tiempo y lo olvido. Un buen día, las botellas empezaron a explotar; llamo a su ayudante y descorchó una de ellas, la sirvió y al degustarlo Enexclamo sorprendido: “Estoy probando polvo de estrellas”.
La Champagne de Dom Perignon, no es transparente como la de hoy en día. Este color y su forma actual se la debemos a Madame Margarite Veuve Cliqcuot, la cual colocaba las botellas en estantes diseñados para cambiar la posición de la botella, de vertical a horizontal, permitiéndole así, dar giros y vibraciones, haciendo que las levaduras se fueran eliminando lentamente, a esta técnica se le llama actualmente remoage.
El Champagne se elabora con tres tipos de uvas: blanca, Chardonnay y dos variedades tintas, Pinot Noire – que Dom Perignon usaba exclusivamente – y Pinot Reuniere.
Existen dos tipos de champagne, los reservas o fechados, y los no fechados. Las características aromáticas de esta bebida provienen del tiempo que se deja en contacto con las levaduras, después de que ha adquirido el gas. Para el tipo fechado, se le deja entre 3 y 5 años, para los no fechados, un promedio de 1 a 2 años.
Un dato curioso: si tuviéramos la oportunidad de probar un champagne de 1940, al que no se le hubieran eliminado (por el remoage) las levaduras y en este momento se le aplicara la técnica, estaría tan fresco como en el momento en que se fabrico.