El gaucho como prototipo humano
El gaucho es un tipo humano surgido en el Sur de América, en los países del Río de la Plata y en la zona sur del Brasil. Por eso mismo, estando indisolublemente unida a él, la literatura gauchesca en idioma español es un tipo de literatura de los países rioplatenses, Argentina y Uruguay; sin dejar de advertir que existe igualmente una literatura gauchesca en portugués, especialmente referida al estado brasileño de Río Grande del Sur. Aunque no es una cuestión propia de este tema, debe tenerse en cuenta que, especialmente en la época previa a la consolidación del Estado uruguayo, existió siempre una intensa vinculación, en muchos aspectos, entre el sur del Brasil y la “Provincia Oriental”.
El origen de la palabra gaucho ha sido ampliamente analizado; y existen diversas opiniones, ninguna de ellas absolutamente concluyente. Se le ha atribuído ser una deformación de guaso (hombre de campo, rústico, grosero y tosco), un trastrueque de la palabra guacho (huérfano o más propiamente nacido de madre soltera y a menudo abandonado por ella); o una derivación de gauderio (holgazán, poco inclinado a trabajar).
Sin embargo — y a pesar de ser poco mencionado — lo más probable es que la expresión, que hay amplio consenso en cuanto a que comenzó a emplearse en la “Banda Oriental”, provenga del sur del Brasil donde la palabra gaúcho puede considerarse una deformación de la palabra portuguesa garrucho, (que se pronuncia marcando la “rr” en forma gutural) y cuyo sentido es “portador de garrocha”; esto es, el hombre a caballo que para gobernar las tropas de ganado utiliza una larga vara hecha de una rama de árbol. Cabe anotar que pronunciándose la “ch” en portugués con el sonido “SH”, al castellanizar la pronunciación como “che” casi en forma imperceptible se cambia el acento de la U para la A.
El tipo humano designado tradicionalmente como gaucho responde esencialmente a un individuo — generalmente mestizo — que habitaba en los campos semidesiertos, en una época previa a la modernización agropecuaria, en las vastas planicies no cultivadas (ni cercadas) de la zona subtropical de América del Sur; que actualmente forman parte de la pampa argentina, y los territorios al este del macizo andino que comprenden la zona aledaña de los ríos Paraná y Uruguay, hasta el Rio de la Plata y el Océano Atlántico, especialmente el actual Estado de Río Grande del Sur, y, por supuesto el actual territorio uruguayo.
Surgido hacia fines del Siglo XVII, luego de que las planicies se poblaran con ganaderías vacunas expandidas por las autoridades coloniales españolas, (p.ej. Hernandarias) y cuando comenzaban a estructurarse algunas explotaciones de “estancias”; las circunstancias locales influyeron fuertemente en su ambiente vital. En el sur de la pampa argentina, por ejemplo, se iniciaba “la conquista del desierto”, actividad colonizadora de esos territorios en los que habitaban algunas tribus indígenas que desarrollaron una oposición muy combativa a la penetración de los colonos de origen europeo. Existe una obra clásica de la literatura argentina, “Una expedición a los indios ranqueles” de Lucio V. Mansilla, que trata de dicha época histórica.
Las actividades propias de la ganadería, tales como la faena y el cuereado del ganado mayormente cerril, le hacían diestro con el cuchillo; que naturalmente pasaba a ser su arma de ataque y defensa en las contiendas suscitadas por la limitada vida de relación social que se desenvolvía principalmente en el ámbito de las “pulperías”; locales a menudo aislados en el campo, que servían múltiples fines de provisión de algunos alimentos, ropas, utensilios y equipos (principalmente para la monta equina), posada y lugar de reunión con frecuente libación de bebidas alcohólicas, entre las cuales el aguardiente de caña, a menudo de origen brasileño, ocupaba un lugar preferente. Bebida con fuerte contenido de alcohol metílico cuya embriaguez propicia conductas sumamente agresivas, y que tiene una acción muy nociva para el cerebro y el hígado.
La característa personal más típica del gaucho es el individualismo . Siendo a la vez una persona sin vinculación económica con un lugar fijo, por carecer de propiedad terrestre y por su propia actividad esencialmente ganadera - de hecho un verdadero nómade; generalmente poseía gran habilidad como jinete, siendo el caballo su elemento referencial más importante, incluso desde el punto de vista patrimonial. El caballo es para al gaucho el instrumento esencial de su movilidad y consiguientemente de su libertad; por lo cual quedar “de a pié” es una verdadera tragedia personal y le significa un menoscabo total en todos los aspectos.
Consecuentemente, el gaucho casi no contaba con elementos de su propiedad personal, aparte de sus propias ropas y los equipamientos de su caballo. El “recado”, o silla para montar, y sus diversos componentes (cincha, cojinillo, estribos) eran seguramente su propiedad más preciada; y los que en alguna forma evidenciaban su posición en lo económico. Así como su habilidad para trabajar el cuero en la confección de otros útiles como los lazos y las boleadoras, era una condición muy valorada en su medio. Signos de buena posición económica eran por lo general el uso de guarniciones de plata (hebillas, aros) en su ropaje, o en su cabalgadura.
Esa forma de vida altamente móvil y desarraigada, determinaba asimismo que casi no existieran estructuras familiares estables; por lo que en forma muy extendida los niños nacían de uniones circunstanciales, quedando a cargo de sus madres y en muchos casos se criaban “guachos” (huérfanos) desde muy corta edad. Se origina así un tipo de persona de vida y mentalidad esencialmente solitaria, individual, sin otra socialización que la mínima indispensable, reacio a integrarse a cualquier tipo de estructura permanente de subordinación (sea familiar o de trabajo); que subsistía casi exclusivamente en forma autárquica y con la única aspiración de cubrir sus necesidades más primarias.
La paulatina penetración de una economía más organizada en la explotación de la ganadería - y, todavía mucho menos, de la agricultura - introdujo principios de sedentarización; que dieron origen a algunos asentamientos más estables y a una difusión poco a poco creciente de las estructuras de familia. Pero la inestabilidad política, generada sobre todo por las guerras entre facciones de caudillos — y en el caso argentino, por la conquista de territorios ampliamente detentados por indígenas — fue un factor de frecuente destrucción de esos núcleos familiares por la salida de los hombres al combate; y, a menudo, por la inevitable movilización de todo el grupo humano junto a los ejércitos (de lo cual es ejemplo ineludible “el éxodo del pueblo oriental”) que frecuentemente provocaba la dispersión de esos iniciales agrupamientos familiares; así como la recomposición de las parejas o los episodios de infidelidad que a menudo son temas en la literatura gauchesca.
En ciertas zonas, los gauchos se vieron inevitablemente insertos en los episodios bélicos de la época independientista; y los suscitados por diversas rivalidades políticas consiguientes a la evolución de una situación originariamente muy inorgánica de la vida social y económica, en que el ganado vagaba libremente sujeto a expediciones de captura con el objeto de obtener el primeramente el cuero y más tarde el tasajo; y donde no existía autoridad civil o política alguna.
El paulatino proceso de estructurar una presencia de la organización económica e institucional colonizadora de esos territorios practicamente vírgenes, tuvo necesariamente que implicar un cambio de los hábitos de vida de quienes habitaban en ellos en condiciones totalmente inorgánicas; algunos integrándose a las nuevas condiciones — otros resistiéndolas, no adaptándose y quedando, en consecuencia, marginados.
Naturalmente, esos habitantes de las planicies abiertas no solamente carecían de estructuras sociales - incluso en buena medida a nivel de familia - sino también de casi todo tipo de instrucción; salvo las habilidades requeridas por su actividad y en cierto modo, su esparcimiento. Incluso su lenguaje, aunque siendo básicamente el español, tuvo importantes modificaciones. Si bien, como regla general, no existió una influencia lingüística indígena (dado que los idiomas de los indios eran bastante primitivos y buena parte de los territorios no habían tenido, siquiera, una población indígena significativa), el idioma español de los colonizadores sufrió abundantes deformaciones en el medio habitado por los gauchos; y en algunas zonas tuvo indudablemente una incidencia importante la convivencia con el habla portuguesa. Curiosamente, la incipiente presencia de ingleses y aún de franceses, determinó el surgimiento de algunas palabras gauchas de ese origen, como “aguaitar” (esperar), originada en la voz inglesa “wait”.
De tal modo y poco a poco se conformó un verdadero dialecto basado principalmente en el español y en mucho menor medida en el portugués, como habla gauchesca; así como varias décadas después surgió - especialmente en el ambiente urbano de Buenos Aires - un lenguaje dialéctico propio (Jerga), el “lunfardo” en buena medida derivado de la influencia del italiano y especialmente el napolitano de los inmigrantes. La presencia en el medio rural de estos inmigrantes europeos de bajo nivel económico y cultural, de habla poco menos que ininteligible para el gaucho, napolitanos y gallegos, es motivo de menciones jocosas en varias obras gauchescas, como el “Martín Fierro”.
El creciente contacto con personajes provenientes del medio colonial urbano, que representaban el movimiento de institucionalización y organización de la vida política y económica de sus regiones, fue suscitando una situación de enfrentamiento y oposición que - como suele ocurrir - desarrolló en aquellos componentes de un nivel culturalmente menos cultivado y poca capacidad para adaptarse a las nuevas condiciones, una actitud de exteriorización de sobrestimación propia, de orgullo y altanería, manifestada en la burla y el desprecio hacia ese tipo de personas de superior cultura y habilidades intelectuales, que aparecían en su medio investidas de poder y autoridad.
La inserción de los gauchos en bandos combativos, producto de las luchas políticas de la independencia y las de las posteriores facciones consiguientes a ella, indudablemente contribuyó en gran medida a que se consolidaran actitudes de, por un lado sobrevaloración de sus dotes, su estilo de vida y su realidad socio-económica. Y, por otro lado, a la consideración despreciativa y ridiculizante hacia los sectores opuestos - que representaban los prototipos humanos de una sociedad en progreso y modernización en la cual no encontraban cabida - señalando especialmente su carencia de las condiciones individuales de fuerza física y habilidades propias del gaucho (“puebleros”, “manates” - por magnates - “cajetillas”, “dotores”, etc.) y equiparando sus mejores dotes de habilidad intelectual, comercial o técnica con prepotencia, hipocresía, mala fé, malicia e incluso, racismo.
Los propios hechos de la vida política argentina inmediatamente posterior a la independencia, propiciaron que importantes grupos de individuos provenientes de ese medio se trasladaran a los ambientes urbanos; especialmente como integrantes de las tropas reclutadas para los ejércitos al servicio de los diversos caudillos. Así por ejemplo, la instalación en Buenos Aires del gobierno de Juan Manuel de Rosas, estuvo respaldada por un contingente de milicias (especialmente una suerte de incipiente policía política llamada “la mazorca”) generalmente compuesta por individuos desarraigados de sus anteriores ambientes camperos, altamente indisciplinados y fuertemente inclinados a cometer toda clase de desmanes. Lo cual, indudablemente, no favoreció la imagen del gaucho en la sociedad urbana.
En tales circunstancias, las pasiones políticas se exacerbaban, el encono entre los partidos “federal” y “unitario” (trasuntado en el célebre pregón de los rosistas “viva la santa Federación, mueran los salvajes unitarios”) se expresó en importantes encuentros bélicos; que fueron alternando las facciones en el poder, hasta la definitiva imposición del centralismo bonaerense.
Naturalmente, todo ese clima contribuyó a que la figura del gaucho fuera, de una parte, identificada con la barbarie y la incivilización que se oponía al proceso de modernización, progreso y expansión educativa.
En tanto que otros la fueron idealizando como expresión de un estilo de vida que - aunque irremisiblemente condenado a desaparecer - se añoraba conservadoramente, como símbolo de virtudes viriles, objeto de toda clase de abusos y arbitrariedades represivas y centro de una época pastoril, plácida y tranquila, que justifica la calificación de bucólica, eglógica y virgiliana con que algunos identifican algunas expresiones de la poesía gauchesca.
La exaltación del gaucho fue, de tal modo y en cierto momento, un vehículo de propaganda política. Luego, y conforme el proceso histórico fue desenvolviéndose y se modernizaron las estructuras sociales y económicas, la literatura gauchesca se fue convirtiendo en nativista. En ella, la denuncia social de la existencia de un grupo humano en situación de persecusión y miseria fue sustituída - tanto en el Río de la Plata como en sur del Brasil - por la exaltación en las “sociedades nativistas o criollas” de sus valores morales y el cultivo de sus estilos de vestir, de cantar, de bailar; tanto como por algunas costumbres típicas que le sobrevivieron, como la de sorber infusión de yerba mate en el recipiente conformado por el fruto del poronguero.
La poesía gauchesca
Sin embargo - y seguramente por su misma carencia cultural - la literatura gauchesca no es obra de gauchos. Como regla general, la literatura gauchesca más representativa - en cuanto recoge y presenta no solamente el lenguaje de los gauchos, sino sus condiciones vitales y sus peripecias supuestamente típicas - ha sido obra de hombres cultos o en todo caso semicultos, que habiendo participado de diversas formas en la vivencia del medio gauchesco, y también habiendo desarrollado una especial valoración de lo que representaba ese medio en diversos aspectos éticos o estéticos, recurrieron a las formas literarias y a los instrumentos artísticos para su presentación.
Si bien es cierto que expresiones versificadas surgieron espontáneamente en el ambiente rural de los gauchos — especialmente ligadas al canto con la guitarra — ellas no llegaron a conformar una cultura folklórica tradicional; sino que lo que constituye el fondo cultural integrado por la poesía gauchesca es esencialmente el resultado de una obra deliberadamente producida por autores de origen urbano, que a menudo compartieron el deseo de describir el medio físico y social del gaucho con el interés de valerse de ello como instrumento de propagación de opiniones, frecuentemente por motivaciones políticas; anticipando una práctica que todavía perdura, aunque en aquel entonces no tenía el carácter adicional de su lucratividad.
Esos antecedentes espontáneos de la lírica gauchesca practicamente no subsisten, por haber sido obras no escritas, de autores anónimos. Fueron, sin duda, manifestaciones en cierto modo continuadoras de las expresiones artísticas del romancero español y de las coplas que aún hoy sobreviven especialmene en Andalucía, con fuertes componentes de origen árabe.
Entre los rasgos que vinculan ambas expresiones, se encuentra sin duda la estructura de relato de hechos salientes de la realidad, poco a poco mezclados con elementos ficticios hasta llegar a la pura creación imaginativa o novelesca. Los hechos relatados, inicialmente de contenido histórico y épico — como la defensa y reconquista de Buenos Aires durante las invasiones inglesas — pasan luego a estar constituídos por los “sucedidos”; eventos que, por diversas características, a menudo del tipo de la crónica policial roja, poseyeron fuerte contenido dramático.
Pero sin duda, además del obvio contenido referido al ambiente gauchesco, lo que caracteriza a la poesía gauchesca es el empleo de un lenguaje, que destaca la diferenciación respecto del español puro, en base al empleo de expresiones y también de inflexiones propias del habla del gaucho. A pesar de que — sin existir una documentación fiel de la expresividad oral de los gauchos — esas modalidades hayan sido generalmente admitidas como las utilizadas por ellos, sin que posiblemente hubieran sido conocidas de antemano por muchos de quienes las leían o escuchaban. Es muy posible, además, que en cierto grado la expresividad oral real de los gauchos haya sido de alguna manera acentuada o atenuada por los autores, con fines de agregar notas pintorescas a sus personajes como de hacerlas más accesibles al público; cuando no para ajustarse a los requisitos de las propias formas versificadas empleadas.
Otro signo característico de la lírica gauchesca, la constituye un contenido en que abundan ciertos elementos, tales como las reflexiones de índole sentenciosa donde se postulan conclusiones generalmente pesimistas o de finalidad preventiva, acerca de las cuestiones de la vida y relaciones del hombre con otros o con la sociedad. Como así también la frecuente intercalación de elementos jocosos generalmente ridiculizando actitudes o personas; y entre estas últimas un tipo de metáforas que a la vez que cumplen su finalidad ilustrativa del sentido de lo que se expone, se caracterizan por emplear elementos propios de la vida del campo y del gaucho, a menudo con el contenido ingenioso, inesperado y gracioso que es lo más propio de las “comparancias”.
Instrumentos formales de la poesía gauchesca
Las formas versificadas de expresión de la lírica gauchesca están claramente influídas por su vinculación originaria al canto de un solista que se acompaña con la guitarra; y a los contenidos de su temática.
La métrica es fundamentalmente el octosílabo tradicional del romancero hispano; que se presta para los ritmos musicales de la guitarra y para imprimir a la expresión un intenso dinamismo y agilidad.
La estrofa también guarda estrecha relación con el carácter de brevedad y a menudo la búsqueda de un efecto de sorpresa, por lo cual la más corriente — sobre todo para las obras de extensión — ha sido la cuarteta.
Otra modalidad estrófica muy utilizada en la poesía gauchesca, ha sido aquella de las décimas o series de diez versos; frecuentemente precedidos de una cuarteta que repite los últimos cuatro versos de la décima; forma denominada trovo especialmente apropiada para las obras cortas a menudo distribuídas en hojas sueltas.
En algunos casos — siendo el más notorio el del “Martín Fierro” — se ha empleado la sextilla conformada por una décima a la que se eliminan los primeros cuatro versos, para mantener la estructura de la rima original de las décimas. (Tenemos en el sitio la obra completa para quién quiera volverlo a leer o para los que todavía no lo conocen)
Por lo que se refiere a la rima, predomina ampliamente la consonante; siendo el ritmo, más usual el que rima los versos segundo y cuarto, dejando libres los versos primero y tercero. En el caso del “Martín Fierro“ las sextillas siguen generalmente un patrón de ritmo -aabba, y también -aabab.
Puede hacerse una clasificación general de la lírica gauchesca atendiendo al tipo de obras, en que cabe mencionar:
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Los diálogos
, que generalmente presentan un relato bajo la forma de un personaje que conoció los hechos y los cuenta a un interlocutor que realiza sus comentarios; cuyos principales representantes son Hidalgo, Ascasubi, Del Campo y Lussich.
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Las payadas
, consistentes en una confrontación de habilidades de improvisación entre dos cantores, a partir de un juego de alardes iniciales y de ulteriores preguntas y respuestas, para lo cual se turnan, procurándose una final decisión de cuál ha sido el triunfador. El ejemplo más accesible está contenido en “La vuelta de Martín Fierro” en que este personaje se enfrenta con el hermano de “el negro” al que había dado muerte en un baile. También existen publicadas algunas payadas, sobre todo de los últimos payadores argentinos de la época gauchesca, como Gabino Ezeiza y Juan de Nava. De este último, se dice que conoció en Montevideo a Carlos Gardel cuando todavía era un adolescente, y fue su maestro de guitarra.
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Los cielitos
, que en realidad son bailes cantados, de coreografía colectiva, integrados por cuartetas octosílabas que riman 2º con 4º, y que contienen un estribillo en que en diversas formas se incluyen las palabras cielo, o cielito. Sus expresiones más típicas son los cielitos de Hidalgo, así como otros de autores anónimos, que trasuntan en su temática referencias patrióticas frecuentemente denostantes de los rivales.
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La media caña
, otra forma de baile cantado, que tuvo auge con la obra de Ascasubi.
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El pericón
, que ha perdurado como la típica danza tradicional criolla, especialmente cultivada por las sociedades tradicionalistas, caracterizado por una serie de evoluciones colectivas que se interrumpen para dar lugar a un cruce de “relaciones” - constituídas por una cuarteta octosilábica - entre los componentes de cada una de las parejas que danzan, que se suponen improvisadas, con un contenido jocoso basado en un inicial requiebro galante por parte del hombre (el gaucho), contestado en forma desdeñosa y ridiculizante por la mujer (la “china”), que da lugar a estruendosos festejos y breves comentarios, tras lo cual se reanudan las evoluciones del grupo y tras ellas una nueva interrupción.
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El parte
, que simula ser un informe militar secreto, generalmente de contenido jocoso; de lo cual los ejemplos antiguos principales son el “El parte de Echagüe”, de Ascasubi; y su “Respuesta”.
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La carta
, generalmente en forma de décimas o cuartetas, principalmente empleada por Ascasubi, en que bajo el supuesto de dirigir un mensaje personal a un corresponsal innominado, se realiza un relato; ya sea como obra autónoma o integrada a otra.
Los temas de la poesía gauchesca
Los contenidos temáticos de la lírica criolla pueden agruparse distinguiendo los que responden a una mostración de sus vivencias espirituales propias; de aquellos que en realidad utilizan su figura como instrumento de difusión entre otros grupos sociales, ya sea de sus caracteres culturales o especialmente su condición comparativa en la sociedad contemporánea, para propiciar una forma de denuncia política o una reinvindicación de sus valores propios o simbólicos — y un contenido implícito de exaltación como ideales para toda la sociedad.
Entre los temas referidos a la propia condición humana del gaucho, existen algunos que cabe considerar de carácter universal, y otros más directamente vinculados a su estilo de vida, tales como:
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El amor
, trasuntado tanto en relación a la mujer — desde que las expresiones de la lírica criolla son esencialmente masculinas — tanto enfocada en un plano de afecto y dicha, como en el plano de la frustración y el desencanto ante su infidelidad; como también por la separación impuesta por las circunstancias de su vida.
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La paternidad
, expresada en el afecto, el sentido de responsabilidad para con los hijos, el lamento ante el obligado alejamiento y abandono derivado de esas mismas circunstancias.
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La soledad
, resultante de la pérdida de la convivencia con sus seres queridos, o por la falta de afectos.
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La amistad
, valorada principalmente como un sentimiento viril, como impulso de colaboración y sacrificio hacia el amigo, especialmente en circunstancias extremas del tipo de las de la pelea; o como factor de apoyo material y principalmente espiritual, en los momentos difíciles.
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La valentía
, especialmente en el enfrentamiento de las tareas riesgosas como la doma de los caballos; en la pelea individual, o en el combate con las partidas de la autoridad o los indígenas.
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La muerte
, no tanto como una preocupación personal sino como una causa de remordimiento por haberla causado injustamente; y por la condición de los muertos violentamente para los que no se han realizado las debidas honras funerarias, convertidos por tal motivo en almas en pena, espíritus carentes del descanso eterno.
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El ambiente social
, frecuentemente centrado en la vida de la pulpería, con su propietario aprovechador que compra barato y vende caro en el trueque de productos como los cueros por provisiones o bebidas; la práctica del juego de barajas y sus trampas, el juego de la “taba” — consistente en arrojar al aire un pequeño hueso vacuno y apostar a la forma de caída — o las “pencas” o carreras a caballo; todo ello culminado frecuentemente en duelos a cuchillo y muertes violentas, injustas y desproporcionadas con los motivos originales del conflicto.
Los temas de trasfondo político o social, tanto son tratados como descripción de una realidad de la época relativa a la figura del gaucho o como forma de crítica de esa realidad; o — como ocurre principalmente en el “Martín Fierro” —con un objetivo más amplio de denuncia hacia los integrantes de la autoridad sea judicial, policial o militar, a los caudillos políticos; o, en general, a la situación de la sociedad, propia de épocas de rápida modernización y las consiguientes dificultades de adaptación de ciertos grupos humanos. Por eso mismo, no deja de percibirse que, a pesar de su valor artístico y en todo caso testimonial, implican en buena medida una actitud de impugnación del progreso y la modernización de la sociedad, que, en definitiva, siempre resultó ineludible tanto como positiva.
Estos temas son presentados siempre en términos de contrastación absoluta, efectuando una contraposición sin matices intermedios, en que se divide el mundo en dos bandos uno de los cuales - el propio - reúne todas las virtudes en tanto el opuesto tiene todos los defectos; como resultado de la actitud evidentemente reinvindicativa y en consecuencia de la visión unilateralizada de la sociedad que se trata de presentar, valorizando al gaucho en oposición a otros sectores sociales. Entre esos temas, básicamente propuestos en forma no explícita pero sí muy directamente aludidos como resultante, cabe mencionar:
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La “disgracia”
, como la circunstancia determinante de la situación individual del gaucho, por lo general producto de un acto delictivo derivado de la compulsión injusta (como la deserción del reclutado a la fuerza en la “leva”); o de un acto propio realizado bajo influencia de la pérdida de control por efecto de la ira y frecuentemente de la embriaguez (como las “muertes” en peleas singulares o “duelos criollos”). Hechos de los que luego deriva el colocarse en situación de perseguido por la autoridad, y la comisión de otros delitos como el convertirse en “matrero” (ladrón de ganado para carnear, comer y cuerear), etc. Situación en que, por lo tanto, el gaucho es eximido subjetivamente de la culpa por sus actos irregulares, en base a sus orígenes injustos o a las consecuencias infortunadas que les siguieron, y a la atribución implícita de una causalidad inicial ajena a su propia responsabilidad principalmente fincada en su falta de instrucción; produciendo una reacción de simpatía hacia él — que en sustancia no se justifica y explota un sentimentalismo meramente compasivo — a pesar de esas inconductas, que no se presentan como resultado de su libre albedrío.
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La autoridad
— ya se personifique en el Juez o el Comisario de policía, o en los Jefes militares (el Mayor o el Coronel) — a los cuales se presenta siempre, en forma prejuiciada — como injustamente represivo, o abusador, expoliador y arbitrario, que aplican la ley siempre en contra de los humildes; y están siempre en connivencia con los personajes políticos que solamente se preocupan por obtener el voto en las elecciones.
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El maniqueísmo social
emergente de una absoluta contraposición entre buenos y malos como equivalentes de ricos y pobres. La situación del gaucho, que se expone, nunca es presentada como consecuencia de su falta de inserción en las estructuras cambiantes de la sociedad, en la cual el gaucho no logra encontrar una ubicación y a lo cual sería preciso buscar un remedio. Se la considera deliberadamente causada por todos los que ocupan una posición orgánica, que se presentan como moralmente inferiores, carentes de sus virtudes de hombría y habilidad, aprovechadores, desleales, etc.; sin que aparezcan personajes que ejerzan la autoridad con respeto o justicia.
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La ambivalencia moral
, practicamente la amoralidad, conformada por la circunstancia de que, por un lado, se exaltan en el prototipo idealizado del gaucho valores considerados virtuosos, como la valentía, la amistad, el afecto hacia los hijos, el temor religioso; mientras frecuentemente los mismos personajes exhiben graves defectos de conducta que se dan por justificables, como la inclinación al alcohol, una tendencia a la holgazanería, la “viveza criolla” lindante con el fraude, el no respeto de la propiedad ajena, la agresividad y la violencia provocativa del homicidio; todo lo cual es señalado acertadamente por algunos comentaristas como altamente afín a la “picardía” de la literatura española de la época cervantina.