El hombre que aprendió a ladrar
Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desalineamiento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor : " La verdades que ladro por no llorar ". Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación. ¿Cómo amar entonces sin comunicarse? Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo,su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendian, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo. Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos : " Dime, Leo, con toda franqueza : ¿Qué opinás de mi forma de ladrar?". La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera : " Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano. "
Mario Benedetti.
HOMBRE QUE MIRA MÁS ALLÁ DE SUS NARICES
Hoy me despierto tosco y solitario no tengo a nadie para dar mis quejas
nadie a quien echar mis culpas de quietud sé que hoy me van a cerrar todas las puertas,
que no llegará cierta carta que espero, que habrá malas noticias en los diarios,
que la que quiero no pensará en mí y lo que es muchísimo peor
pensarán en mí los coroneles que el mundo será un oscuro
paquete de angustias que muchos otros aquí o en cualquier parte
se sentirán también toscos y solos que el cielo se derrumbará
como un techo podrido y hasta mi sombra
se burlará de mis confianzas menos mal que me conozco
menos mal que mañana o a más tardar pasado
sé que despertaré alegre y solidario, con mi culpita bien lavada y planchada,
y no sólo se me abrirán las puertas sino también las ventanas y las vidas,
y la carta que espero llegará y la leeré seis o siete veces
y las malas noticias de los diarios no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas
y la que quiero pensará en mi hasta conmoverse y lo que es muchísimo mejor
los coroneles me echarán al olvido y no sólo yo muchos otros también
se sentirán solidarios y alegres y a nadie le importará que el cielo se derrumbe
y más de uno dirá que ya era hora y mi sombra empezará a mirarme con respeto
será buena tan buena la jornada que desde ya mi soledad se espanta.
Mario Benedetti