EXPRESIÓN DEL ARTE EN AMÉRICA
La escuadra de Ángeles Arcabuceros es al parecer una novedosa invención de los talleres del altiplano peruano boliviano. En realidad sería mejor llamarlos ángeles militares, pues no todos llevan armas de fuego (arcabuces) ni todos los que llevan armas de fuego van armados con estos arcabuces. Del mismo modo que una compañía militar, hay también músicos (trompeta, tambor, etc.) y abanderados.
Todos están vestidos a la colorida usanza de los militares españoles del Siglo XVII, más concretamente de la época del Rey Carlos II (el último de la dinastía de los Austrias hispanos) que evitaban el negro llevado por los civiles por mando real, que indicaban expresamente la prohibición de las ropas lujosas.
Los que formaban parte de la milicia estaban exentos de tales normas y sus ropas se caracterizaban por la profusión de detalles y vivos colores, ya que: “nunca entre la infantería española ha habido premática para vestidos, porque sería quitarle el ánimo y brío que es necesario que tenga la gente de guerra”.
El carácter angélico de los seres representados en los cuadros está dado por los rasgos fuertemente andróginos de los rostros y por las alas. Sus nombres proceden de los textos bíblicos, curiosamente es de las pocas series que fueron pintadas identificando a los ángeles con nombres, aunque solamente tres ángeles: Miguel, Rafael y Gabriel hayan sido aceptados por la Iglesia Católica, pero a pesar de las prohibiciones, se siguieron pintando otros muchos con nombres como Uriel, Osiel, Yeriel, Eliel, Salamiel, Barakiel y otros, cuyos nombres probablemente proceden de diversos escritos judeo cristianos.
Los Angeles de Uquía (Jujuy - Argentina)
Por la forma en que se han representado en estas pinturas, hay quienes piensan que guardarían una profunda relación con grabados alemanes y holandeses de esa época, en los que se enseñaba el correcto uso de las armas de fuego, pero no hay que olvidar la gran influencia que, sin duda, debieron tener las fiestas de San Miguel, en la que los indígenas salían disfrazados de ángeles, portando armas cedidas por el Arsenal, fiesta que tuvo vigor hasta 1.750 cuando los indígenas aprovecharon las mismas y el hecho de llevar armas para levantarse contra el Virrey.
En general, Gabriel suele ser el abanderado, Rafael el que lleva la partesana y Usiel el que presenta armas. Estas series constaban de diez o más lienzos, pero casi no se conserva ninguna serie completa, lo que impide conocer con exactitud si existían un número fijo de ángeles y cuáles eran los representados. De todos modos el número de series pintadas debió ser enorme, por ejemplo, según los inventarios en Yavi había 36 cuadros de ángeles. En este caso de la Iglesia de Uquía a través de los inventarios se puede conocer que desaparecieron tres de los doce cuadros originales, que se nombran por vez primera en la visita que realiza Juan de Herrera a la Iglesia en el año 1.702.
Será en 1.882, cuando en un nuevo inventario, se hace contable documentalmente la desaparición de los mencionados tres cuadros faltantes, sin que se indique donde se encuentran.
Estos cuadros de Uquía se pintaron sobre una tela de tafetán de fibra de algodón, hilado grueso y con una trama laxa. En grandes piezas unidas entre sí, por lo que las telas probablemente tuvieron en su origen un tamaño del doble del actual lo que permite inferir que se pintaron dos ángeles en cada lienzo original, siendo después desmontados, cortados y enrollados para ser enviados a su destino final, donde de nuevo fueron montadas sobre bastidores para ser exhibidas en la Iglesia . Los pigmentos utilizados son similares a los de la serie de Casabindo y otras similares excepto en el uso de esmalte, presente en la serie de Casabindo y ausente en esta, aunque sí se utilizó índigo . La ejecución de las pinturas es detenida y meticulosa, más “académica” que la otra serie presentada en Casabindo.
Señalar por último que todos estos cuadros de Uquía llevan alrededor la típica orla de flores, señal inconfundible de los talleres pictóricos del antiguo Cusco, donde en esta época y dada la demanda tan grande que existía de la producción, se organizaron verdaderos talleres en serie de pinturas, donde grupos de artistas se especializaban en parte de los cuadros, y podían de este modo, producir una oferta de cuadros de acuerdo a la demanda existente
Se conoce como ángel arcabucero a la representación de un ángel con arcabuz en lugar de la tradicional espada. Este estilo se desarrolló durante la colonia en América del Sur.
En la pintura virreinal del Perú, el tema de los ángeles se configura como uno de los más característicos de la escuela cuzqueña de pintura. Así, encontramos que los cuadros que los representan desarrollan este tema pictórico de un modo mucho más detallista que en el caso europeo, muestran además una gran riqueza expresiva y, en general, excelente realización.
Un tipo especial de estos ángeles, que gozó una especial difusión en el siglo XVII en la zona del Cuzco, (centro de origen y única ciudad donde se produjo en grandes cantidades que se distribuyeron en la zona andina y en Europa) - Virreinato del Perú, es el del "ángel arcabucero", es decir, un ángel vestido con ropas inspiradas en las de los soldados de la época, y armado de un arcabuz. Es posible que la buena acogida que tuvieron estas obras entre los indígenas de la época se deba en parte a la facilidad con que estos pudieron identificar estos seres alados con alguno de sus antiguos dioses y héroes. No obstante, para la elección de los distintos ángeles los autores tuvieron bien en cuenta los escritos cristianos de la época acerca de la jerarquía de los ángeles, y de hecho a menudo se pintan los arcángeles, tanto los oficiales reconocidos por la Iglesia (Rafael, Miguel, Gabriel), como los que vienen de la tradición (Uriel, Letiel, etc.).
En el antiguo territorio de los indios Pacajes, concretamente en la iglesia de Calamarca (a unos 60 km de La Paz, en Bolivia), se muestra una de las series de ángeles más completas que se conservan. Se trataba de un conjunto de treinta y seis cuadros pintados en la segunda mitad del siglo XVII, según aparece en un inventario de esta iglesia, datado en 1728. Actualmente podemos admirar solo una parte de ellos en dicho templo, donde se exponen actualmente tras una impresionante restauración realizada en 1993, entre ellos diez magníficos ángeles arcabuceros.
Al comenzar el siglo XVIII, la demanda de pintura desde todos los confines del Virreinato crecía aceleradamente. Cientos de lienzos cuzqueños, en un gran porcentaje, ángeles arcabuceros, viajaban constantemente hacia Lima, el Alto Perú, Chile y el norte argentino. Para ello se instalaron grandes talleres artísticos, mayoritariamente indígenas, que atendían grandes pedidos de diferentes series de cuadros. Ramón Mujica Pinilla ha señalado en su obra Ángeles apócrifos de la América Virreinal (1992), el vínculo entre los ángeles arcabuceros, característicos de la escuela cuzqueña, y ciertos guerreros alados del panteón prehispánico.
Se pueden encontrar cuadros de ángeles arcabuceros sobre todo en el Perú, Bolivia, norte de Argentina (hay una bella colección de diez ángeles en la Iglesia de San Francisco de Padua 1691, en la pintoresca localidad de Uquía, enclavada en el corazón de la Quebrada de Humahuaca), y en diversos museos españoles.
En la imagen de la parte superior podemos ver una copia de uno de los ángeles arcabuceros de Calamarca, concretamente se trata de «Letiel Dei», según figura escrito en el lienzo, es decir, de arcángel Letiel. La figura es bastante esquemática en cuanto a su composición, la que se define claramente por el dibujo sintetizador de las formas: resalta así el triángulo que forma la casaca, con la repetición de verticales y oblicuas marcadas por las líneas de las piernas, todo ello equilibrado por las curvas de las mangas abullonadas, del sombrero, de las cintas que asoman detrás de las piernas y las plumas. El color del ropaje, de las plumas, de las alas y sombrero son complementados con las calidades de brocados, encajes y brillos para producir efecto de fastuosidad. A pesar del evidente tratamiento pictórico plano, características de esta escuela artística a la cual corresponde, el Maestro de Calamarca (que podría ser, según los expertos, José López de los Ríos), logra un equilibrio total por las suaves veladuras de las carnaciones. El arma de fuego que presenta Letiel con su mano derecha es un arcabuz, y lo que sostiene en su mano izquierda no es sino la mecha para el gatillado del arma. En la cabeza lleva un sombrero chambergo adornado con tres plumas; al cuello, una corbata o valona. Las mangas acuchilladas forman parte del conjunto de casaca chamberga, que en el centro deja ver el chaleco azul. Por encima de la rodilla apreciamos los greguescos o calzón, y en las piernas unas medias manchegas de color verde. Los zapatos con lazos completan el atuendo, y aún podemos distinguir un manto recogido en color rojo oscuro que se deja ver a un lado, así como una espada.
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