Madre, querido nombre, cual nunca en este día,
Podemos pronunciarte con cálida emoción.
En este día volvemos a ser un poco niños
Sintiéndote más cerca de nuestro corazón.

En este día, podemos, Oh madre, tributarte,
Honores merecidos, tu nombre bendecir,
Con alegría cristiana decir de tus virtudes,
De tu cariño que hace más dulce aquí el vivir.

En la infancia nos cuidas con sin igual ternura,
En la niñez nos eres un ángel tutelar,
Y cuando hombres,
tenemos en ti una confidente,
Si tristes nos abruma recóndito pesar.

En ti refugio hallamos si dura nos castiga,
La vida cuando muestra su cruda realidad;
Tus brazos siempre abiertos están para nosotros,
Y siempre a consolarnos dispuesta en tu bondad.

Eres inagotable venero de virtudes,
En torno tuyo gira la vida del hogar.
A ti todos recurren en ti todos confían,
A todos con dulzura tú sabes alentar.

Eres la tierna guía de los primeros pasos,
Que sobre el mundo damos con inseguro pie;
Eres el ángel bueno de todos los momentos,
En quien siempre confiamos con invariable fe.

Por eso te ofrecemos el homenaje humilde
De estos versos que todo no alcanzan a decir.
Que estas sencillas flores que aquí te dedicamos,
Sean la expresión más pura
de nuestro amor por ti.
Félix A. Etevenaux