Él siempre tomaba la moneda más grande
y menos valiosa,
lo que era motivo de risa para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse
con el inocente hombre,
le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido
que la moneda de mayor tamaño valía menos
y este le respondió: lo sé, no soy tan tonto.
Ella vale la mitad menos,
pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba
y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría concluir aquí,
como un simple chiste, pero se pueden
sacar varias conclusiones:
La primera:
Quien parece tonto, no siempre lo es.
La segunda:
¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
La tercera:
Una ambición desmedida
puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es:
1.- Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan
una buena opinión sobre nosotros mismos.
2.- Por lo tanto, lo que importa
no es lo que piensan de nosotros,
sino lo que uno piensa de sí mismo.
3.- El verdadero hombre inteligente es
el que aparenta ser tonto delante de un tonto
que aparenta ser inteligente.