Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LATINOS EN ITALIA
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 BIENVENID@S 
 ME PRESENTO 
 ITALIA/NOTIZIE 
 LEGGI/VITA ITALIANA 
 ESPAÑA 
 CERVANTES - DON QUIJOTE 
 ESCRITORES 
 El rincón de la poesía 
 EFEMÉRIDES ARGENTINAS 
 MARTÍN FIERRO 
 EL LUNFARDO 
 PATRIA MÍA 
 MATEANDO 
 CON HUMOR 
 FONDOS Y DIBUJOS 
 MUNDO MAGICO 
 EL ZODÍACO 
 ARRIVEDERCI 
 
 
  Herramientas
 
Ronda de mates entre amigos: Mateando con Bergoglio y Borges
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 15/04/2016 05:46
 
 
 

 

        

         

 

 El Creyente y el agnóstico ... Historia de un profesor y un escritor.

 

Bergoglio & Borges, realidades y ficciones de una relación

 
 
 
   
*De Jorge Milia
                                                                                     

 

 
 
Hoy todo el mundo refiere la relación de Su Santidad Francisco con el más importante de los escritores argentinos y la mayoría suele hablar de amistad. Asociar imágenes sin tener en cuenta la data de las mismas es peligroso porque nos puede llevar a conclusiones erróneas. Es cierto que Jorge Mario Bergoglio S.J. conoció a Jorge Luis Borges, que en cierto momento lo frecuentó y tuvo la posibilidad de un contacto más cercano que el común de la gente, pero para evaluar cualquier relación o tejer cualquier amistad, es esencial ubicarse en tiempo y espacio.

En 1965 el escritor tenía 66 años, el jesuita 28. Borges era mundialmente conocido y Bergoglio era solamente un “maestrillo” joven de la Compañía de Jesús, que tenía como responsabilidad dos grupos de estudiantes secundarios a los que enseñaba Literatura y Psicología.

Posiblemente conocer a una escritora que había sido alumna y secretaria de Borges – María Esther Vázquez – a través de un programa de Radio Nacional, fue la llave que le permitió el acceso al maestro. Es de suponer que “ser jesuita” no fue un dato más. Miles de profesores de Literatura, y no ya de un colegio secundario, sino de cátedras importantes habrían querido tener dicha suerte y seguramente un número imposible de conocer lo intentó en vano. Por eso vuelvo a mi suposición, creo que el jesuita más que el profesor fue lo que motivó el visto bueno del escritor. Quiero imaginar que esa posibilidad del inefable encuentro entre el agnosticismo y la Fe, puede haber sido la razón que motivó la aceptación del escritor.

Indudablemente a Borges no se le pasó por alto la dialéctica y simpatía de su joven interlocutor, y la propuesta de dar algunas clases de literatura gauchesca a alumnos del último año del bachillerato– que en otro momento hubiera parecido una locura –, sonó más como una invitación a la aventura. Digo esto por haberlo publicado tiempo atrás.

Llegó Borges. Bergoglio lo buscó de la vieja estación sobre la calle Mendoza frente al Correo. Nada de avión. Bien le habrán molido los riñones las seis largas horas de bus desde Buenos Aires. Yo quedé un poco asombrado, pues pensaba que un hombre medio viejo debía venir en avión. ¡Bah! Medios viejos y viejos enteros viajan en bus, pero yo pensaba que esa vía no era la apropiada a un candidato al Nobel. Desde otro punto de vista, supongo que para él debió tener mucho de aventura. Solo en la nada durante seis largas horas. ¿Qué le habrá dicho a la madre? Medio ciego entre la gente común viajando por las provincias. ¿Qué le habrá dicho su madre a él? ¿Quién se habrá sentado a su lado y jamás lo supo? Una aventura para recordar, sin dudas. No sé cuál sería su cachet pero suena raro que no incluyera un pasaje de avión. Creo – sinceramente – que mucho ganó Borges: ir al interior, a las provincias, solo, debe haber sido una suerte de desafío. Habrá soñado que el bus aquel era casi como la calesa en que “el general Quiroga va en coche al muere”.

Vaya este panorama para mostrar las diferencias iniciales entre uno y otro. Y lo digo porque hoy, mucha gente establece casi una contemporaneidad entre ambos cuando en realidad los separaban casi cuatro décadas.

No es de extrañar el celo que Jorge Mario Bergoglio S.J. puso en esa tarea. Algo sumamente comprensible en cualquier profesor que hubiese tenido tal oportunidad. Pero lo suyo, como es habitual en él, no fue producto de ningún rapto improvisador sino de una metódica preparación. Nosotros, sus sufridos alumnos, veníamos lidiando con Borges, sus cuentos y poemas. Quizá fue ésta la carta ganadora. Borges lo dijo en varias ocasiones, y también a mí personalmente: lo que a él le había extrañado, casi fascinado, era que adolescentes como nosotros hubiésemos leído tanto de su obra. No es de extrañar que Borges se diera cuenta que sólo con una conducción sistemática, organizada, un grupo de jóvenes podía acceder a una lectura así. Creo que para él eso debía ser motivo de especial regocijo porque que lo leyeran, estudiaran, o discutieran en ambientes académicos era previsible, pero que de alguna manera accediera a ese mundo un puñado de alumnos de un colegio secundario importaba algo misterioso en la educación de ellos. Quizá esta experiencia podía de alguna manera acercar su literatura a la de Kipling, Stevenson, o algún otro que no tenían límites de edad entre sus lectores.

Sin dudas en la visita de Borges a Santa Fe ambos tuvieron más tiempo para el diálogo que en cualquier otro momento posterior. Luego Bergoglio se ocuparía de cumplir el pedido de Borges, de juntar “algunos escritos de estos muchachos” para enviárselos y que se los leyeran. Días después el agradecimiento por las atenciones recibidas en su estada en Santa Fe y el inesperado pedido de “prologar ese libro”, un libro que sólo existía en la mente de Borges y para el que él escribiría – posiblemente – su prefacio más generoso: “Este prólogo no solamente lo es de este libro sino de cada una de las aún indefinidas series posibles de obras que los jóvenes aquí congregados pueden, en el porvenir, redactar”.

Luego, el tiempo. ¿Se volvieron a encontrar? Supongo que es posible, pero las circunstancias deben haber sido muy diferentes.

Entonces, volviendo a lo anterior ¿Se puede hablar de una amistad entre Borges y Bergoglio? Es algo relativo. Dependerá del concepto de amistad de cada uno. En un mundo en el que el amiguismo es moneda corriente el concepto de amistad parece haberse devaluado. Borges tenía amigos públicamente conocidos y de cierta fama, pero acotados. Bergoglio tiene amigos poco conocidos y que no somos famosos. Pero ambos consideraron siempre a éstos como un círculo recoleto. ¿Quién podría determinar que en algún momento ambos incluyeron al otro en sus propios círculos? Es improbable, de ahí que la idea de amistades entrambos suene ficticia. Lo que sin dudas hubo – de lo contrario la relación nunca hubiese existido – es que los dos tuvieron un especial respeto humano e intelectual por el otro. Un reconocimiento que es distinto a la amistad pero como ésta implica el conocimiento y la admiración.

Ahora, el mismo Papa Francisco ha pedido la organización de un “patio de los gentiles” en Buenos Aires en torno a la figura de Jorge Luis Borges. El pedido va más allá, no al rescate de una figura que se agigantó en el tiempo, ni a hacer elogios que se repiten en cada ocasión. La idea del Papa es asegurar como dice Borges en “Everness” que “Sólo una cosa no hay, es el olvido”, y también que “Dios, que salva el metal, salva la escoria”, una esperanzada promesa borgeana a los pecadores.

*Escritor argentino y ex alumno de Bergoglio

 

Bergoglio & Borges, realtà e imprecisioni di un’ ”amicizia”

 
Un contributo al “ Cortile dei Gentili ” che si é tenuto a Buenos Aires sul più celebre scrittore argentino
 
 
 



Oggi tutti parlano del rapporto di Sua Santità Francesco con il più importante degli scrittori argentini e la maggioranza suole definirlo amicizia. Associare immagini senza prendere in considerazione la loro cronologia ci può condurre a conclusioni erronee. è vero che Jorge Mario Bergoglio S.J. ha conosciuto Jorge Luis Borges, che in un determinato momento lo ha frequentato e ha avuto la possibilità di un contatto più stretto che la gran maggioranza della gente, però per valutare un rapporto di qualsiasi tipo o stabilire una amicizia di qualsiasi genere, è essenziale ubicarsi in tempo e spazio.

Nel 1965 lo scrittore aveva 66 anni, il gesuita 28. Borges era mondialmente conosciuto e Bergoglio era solo un giovane “maestrino” della Compagnia di Gesù, responsabile di due gruppi di studenti liceali ai quali insegnava Letteratura e Psicologia.

Probabilmente la chiave che gli permise di tener accesso al maestro fu aver conosciuto, attraverso un programma di Radio Nazionale, Maria Esther Vázquez, una scrittrice che era stata alunna e segretaria di Borges. Possiamo supporre che il fatto di “essere gesuita” non sia stato un dato indifferente. Migliaia di professori di Letteratura, e non appena di liceo, ma anche di importanti cattedre universitarie, avrebbero voluto avere tale fortuna e sicuramente un numero impossibile da definire lo ha tentato invano. Per questo torno alla mia supposizione, credo che ciò che ha motivato la condiscendenza dello scrittore sia stato il fatto che era gesuita, più che professore. Voglio immaginare che questa possibilità dell’ineffabile incontro tra l’agnosticismo e la fede possa aver costituito la ragione che indusse lo scrittore ad accettare.

Indubbiamente, a Borges non sfuggirono la dialettica e la simpatia del suo giovane interlocutore, e la proposta di fare alcune lezioni di letteratura gauchesca ad alunni dell’ultimo anno del liceo – cosa che in altri momenti sarebbe parsa una pazzia –, ebbe piuttosto l’aria di un invito all’avventura. Dico questo perché l’ho pubblicato qualche tempo fa.
Arrivò Borges. Bergoglio lo andò a prendere alla vecchia stazione della via Mendoza di fronte alla Posta. Nessun aereo. Le sei lunghe ore di autobus da Buenos Aires sicuramente gli avevano massacrato le reni. Io rimasi un po’ stupito, perché pensavo che un uomo già piuttosto anziano avrebbe dovuto venire in aereo. Bah! Vecchi a metà e vecchi interi viaggiano in autobus, ma io pensavo che non era un mezzo di trasporto appropriato per un candidato al Nobel. Da un altro punto di vista, suppongo che per lui dovette avere molto l’aspetto di un’avventura. Solo, in mezzo al nulla, durante sei lunghe ore. Cosa avrà detto a sua madre? Mezzo cieco tra la gente comune che viaggiava attraverso le province argentine. Cosa avrà detto sua madre a lui? Chi si sarà seduto al suo fianco senza mai saperlo? Un’ avventura da ricordare, senza dubbio. Non so quale fosse il suo cachet, ma sembra strano che non includesse un biglietto aereo. Credo – sinceramente – che Borges guadagnò molto: viaggiare all’interno del paese, in provincia, da solo, deve aver costituito una specie di sfida. Avrà sognato che quell’autobus era quasi come il calesse su cui “il generale Quiroga va in carrozza verso la morte”.

Dovrebbe bastare questo panorama per mostrare le differenze iniziali tra Borges e Bergoglio. E lo dico perché, oggi, molta gente stabilisce quasi una contemporaneità tra l’uno e l’altro, quando in realtà li separavano quasi quattro decenni.

Non stupisce lo zelo con cui Jorge Mario Bergoglio S.J. affrontò questo compito. Qualcosa di sommamente comprensibile in qualsiasi professore che avesse avuto una tale occasione. Ma in lui, come gli è abituale, non fu il prodotto di un raptus o di un’improvvisazione, ma di una preparazione metodica. Noi, i suoi alunni tartassati, già da tempo avevamo a che fare con Borges, i suoi racconti e le sue poesie. Fu forse questa la carta vincente. Borges lo disse in varie occasioni, e anche a me personalmente: quello che lo aveva sorpreso, quasi affascinato, era che adolescenti come noi avessero letto tanto della sua opera. Non c’è da stupirsi del fatto che Borges si rendesse conto che solo grazie a una conduzione sistematica, organizzata, un gruppo di giovani poteva accedere a una lettura di questo tipo. Credo che per lui questo dovesse essere un motivo di particolare soddisfazione perché era prevedibile che lo leggessero, lo studiassero o lo discutessero in ambienti accademici, ma che una manciata di alunni di un liceo di periferia accedesse a quel mondo immetteva qualcosa di misterioso nella loro educazione. Forse questa esperienza poteva, in qualche modo, avvicinare la sua letteratura a quella di Kipling, Stevenson, o altri i cui lettori non avevano limiti di età.

Senza dubbio, durante la visita di Borges a Santa Fe entrambi ebbero più tempo per il dialogo che in qualsiasi momento posteriore. In seguito Bergoglio si sarebbe occupato di soddisfare la richiesta di Borges, di mettere insieme “alcuni scritti di questi ragazzi” per mandarglieli e perché se li facesse leggere. Alcuni giorni dopo arrivò il ringraziamento per la cortesia di cui era stato oggetto durante il suo soggiorno a Santa Fe e l’inattesa richiesta di “scrivere il prologo di questo libro”, un libro che esisteva solo nella mente di Borges e per il quale avrebbe scritto – probabilmente – la sua prefazione più generosa: “Questo prologo non solo lo è di questo libro, ma anche di ciascuna delle ancora indefinite serie possibili di opere che i giovani qui riuniti possono, in futuro, redigere”.

Poi, il tempo. Si sono incontrati di nuovo? Suppongo che sia possibile, ma le circostanze devono essere state molto diverse.

Si può parlare di amicizia tra Borges e Bergoglio? è qualcosa di relativo. Dipenderà dal concetto di amicizia che ciascuno ha. In un mondo in cui l’amiconeria è moneta corrente, il concetto di amicizia sembra esser stato svalutato. Borges aveva amici pubblicamente noti e di certa fama, ma di numero ridotto. Bergoglio ha amici poco noti, e noi non siamo famosi. Però, entrambi li hanno sempre considerati come un circolo raccolto. Chi potrebbe stabilire se in qualche momento essi abbiano incluso l’altro nel proprio circolo? è improbabile, e da qui deriva che l’idea di una amicizia tra loro appaia fittizia. Quello che senza dubbio ci fu – altrimenti, il rapporto non sarebbe mai esistito – è che entrambi ebbero uno speciale rispetto umano e intellettuale per l’altro. Un riconoscimento che è diverso dall’amicizia, ma che – come essa – implica la stima e l’ammirazione.

Attualmente, lo stesso Papa Francesco ha chiesto che si organizzi un “cortile dei gentili” a Buenos Aires intorno alla figura di Jorge Luis Borges. La richiesta va oltre, non è finalizzata al salvataggio di una figura che si è ingigantita con il tempo, né a tessere elogi che si ripetono in ogni occasione. L’idea del Papa è assicurare, come dice Borges in “Everness”, che “Solo una cosa non c’è, ed è la dimenticanza”, e anche che “Dio, che salva il metallo, salva la scoria”, una promessa borgiana carica di speranza ai peccatori.

Traduzione dallo spagnolo di Francesca Casaliggi

*Milia è lo scrittore argentino ex-allievo di Bergoglio

 



Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: karmyna Enviado: 15/04/2016 23:52

 

Gracias amiga Fenice por estar aquí .

Es muy grato siempre leer los mensajes q expones

 Me gusto mucho tu mensaje q nos da a conocer mas

acerca de la vida de nuestro querido Papa Francesco

Te mando un saludo cariñoso


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: 2158Fenice Enviado: 16/04/2016 05:54
  


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados