LA
DULCE HISTORIA DE UGUETTO Y ADALGISA
Corría el siglo XVII y la ciudad de Milán, siempre bella y
aristocrática, comenzaba a prepararse para la Natividad del Señor en ese frío
diciembre.
A pesar de la intensa nevada, los parroquianos hacían ya
las primeras compras y los negocios del ramo ofrecían las confituras
tradicionales.
Pero en la panadería del viejo Tone, al contrario de años
anteriores, ese ambiente de fiesta allí no se vivía. Las ventas habían
declinado, los clientes frecuentaban ahora otras confiterías y la familia estaba
realmente preocupada.
Hasta para Uguetto, el más pobre de los empleados, y que
sólo tenía ojos para Adalgisa, la hija del patrón, eso no pasó inadvertido.
Contagiósele la preocupación que vio en los ojos de su amada y saliendo del
ensoñamiento que le producía el sólo mirarla, pensó y repensó en la manera de
ayudarla.
Uguetto era de muy humilde condición. Huérfano de padre y
madre, había entrado al servicio de los Tone cuando sólo tenía diez años. Era
tres años mayor que Adalgisa, así que la había visto crecer y transformarse en
una joven bellísima a la que asediaban buenos pretendientes. De la boca de
Uguetto jamás había escapado una palabra de amor. Sólo de sus ojos, que tenían
por brújula la silueta de la joven.
Así las cosas, mientras limpiaba los moldes, acarreaba
harina y apilaba la leña, pensó una vez más que él tendría que ayudar a su
patrón y que si de atraer clientes se trataba, él encontraría la
solución.
Esa noche, cuando quedó solo en la cuadra, entró en
acción.
Buscó harina, a la que agitó suavemente, como si los
trigales de los que provenía se meciesen. Preparó levadura y mientras
canturreaba canciones inventadas, endulzó la preparación.
Pensando en la tentadora boca de su amada incorporó fruta
a la preparación. Recordó sus cabellos y agregó avellanas, . . . soñó con su
boda con Adalgisa y escanció agua de azahar. Y soñando y canturreando amasó y
amasó.
El frío y la oscuridad quedaron afuera. Adentro, el horno
y el corazón de Uguetto chisporroteaban calentitos.
Rendido por el sueño, pero más para soñar que para dormir,
dejó bollitos de masa reposando. Y mientras su cabeza adormilada se llenaba de
ensueños, los bollitos crecían y crecían. Dentro de ellos jugaban las
burbujas.
Cuando Uguetto despertó, una fragancia nueva invadía la
cuadra.
Sin dilación horneó los pancitos livianos, dulces,
frutados. El perfume de azahares, de brindis, de amor, inundó el barrio. Tan
apetitoso era, que la gente comenzó a llegar.
Todos pedían ese Más“Pane de Tone". Día tras día, con la
misma fórmula (su amor por levadura), Uguetto, ascendido a socio, preparaba ese
pan de Navidad.
En poco tiempo más se casó con Adalgisa, vivieron muy
felices y todos los años, cuando llega la Navidad, ponemos sobre nuestra mesa
una esperanza renacida, un retorno del gran milagro del amor y un
"panettone".
Esta historia se la escuché a mi abuela piamontesa y por
aquello que dijo Todorov de que “la literatura es una palabra que no necesita
demostración", me atrevo a contarla. De todas maneras “ se non è vero, e’ ben
trovato ".
Prof. Graciela Pacheco de Balbastro
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