De la carta del apóstol Santiago: 5, 13-20
Hermanos míos:
¿Sufre alguno de ustedes? Que haga oración. ¿Está de buen humor?
Que entone cantos al Señor.
¿Hay alguno enfermo? Que llame a los presbíteros de la Iglesia,
para que oren por él y lo unjan con aceite, invocando al Señor.
La oración hecha con fe le dará la salud al enfermo
y el Señor hará que se levante; y si tiene pecados, se le perdonarán.
Por lo tanto, confiesen sus pecados los unos a los otros
y oren los unos por los otros para que se curen.
Mucho puede la oración insistente del justo:
Elías era un hombre igual a nosotros, y cuando oró con insistencia para que no lloviera,
no llovió en tres años y medio; volvió a orar, y el cielo dio su lluvia,
y la tierra, sus cosechas.
Hermanos míos, si alguno de ustedes se desvía de la verdad
y otro lo hace volver al buen camino, tengan presente que quien hace volver
a un pecador de su extravío, salvará su propia alma de la muerte
y sepultará una multitud de pecados.