Mucho más que una flor bonita
Los vecinos de la Ciudad crecen con el color del jacarandá como entorno vital y, a través de los años, desarrollan un vínculo con la especie que lo hace formar parte de la identidad de los barrios porteños. La imagen de aquella calle cubierta por las flores de los jacarandas se inscribe en la memoria y pasa a formar parte del paisaje identitario del barrio. “Hay calles y barrios que, por su arbolado, uno los mantiene en la memoria, en el tiempo. Uno puede crecer junto con un árbol. El jacarandá es un árbol que tiene una fisonomía muy bella. La arquitectura de su ramaje va creando una especie de esfera en su canopia. Su floración es muy llamativa, es una sinfonía en azul. Uno va a identificar ese barrio o calle como el barrio de los jacarandás o la avenidas de los jacarandás y esto genera una identidad con el lugar. Por ejemplo, una prueba de esta fuerte impronta que el jacarandá le brinda al paisaje urbano es que mucha gente viaje a Buenos Aires a ver su floración”, observó Héctor Angel Reyes, el ingeniero agrónomo especializado en arquitectura y manejo del paisaje, especialista de la Universidad Católica de Chile.
Además, comparte con el resto de los árboles sus aportes a los servicios ambientales que le brinda a la Ciudad. Por ejemplo, mejorar la calidad del aire que sus habitantes respiran, regular las temperaturas y asegurar la presencia de la naturaleza en el territorio urbano. El jacarandá posee un índice foliar interesante. “El hecho de presentar una alta superficie foliar, o sea de hojas, hace que las especies tengan una mayor fotosíntesis, lo que aumenta la captura de carbono y la liberación de oxígeno. También, acrecienta la captación del particulado presente en el aire generando un ambiente más saludable, y genera una sombra de buena densidad provocando un acondicionamiento térmico muy agradable y contribuyendo a la disminución del consumo de energía. La presencia de este follaje, contribuye a mejorar la operación del sistema de alcantarillado durante las lluvias al efectuar la retención de las primeras gotas de lluvia y ralentizando la eventual saturación del sistema”, informó Fiorentino.
El jacarandá acompaña con los cambios en su follaje y su floración las cuatro estaciones del año. Es un calendario visual en las calles y parques de la Ciudad.Florece a comienzos de noviembre y sus flores violáceas llueven sobre las veredas y las plazas en los últimos días del mes. El verde de sus hojas se manifiesta en todo su esplendor a partir de diciembre. Durante febrero, en pleno verano, presenta una segunda floración más limitada en intensidad y duración. Al otoño lo transita sin manifestar grandes cambios. Hacia fines del invierno, comienza su proceso de defoliación paulatino en colores amarillos y ocres hasta quedar sus ramas completamente desprovistas de follaje en la primavera temprana.
La belleza poética en la repetición
En una imagen satelital de la Ciudad en noviembre, nuevos cauces violáceos se dibujan sobre algunas de las principales avenidas. La emblemática 9 de julio, Cabildo, Libertador, San Juan, Luis María Campos, Figueroa Alcorta o Corrientes son algunos ejemplos. La avenida Cabildo es la que cuenta con la mayor cantidad de ejemplares: 320. Le siguen avenida Libertador con 272 y La calle Pierina Dealessi con 271.
Los corredores, o sea la repetición de ejemplares de una especie en el arbolado vial, y los grupos de una misma especie en los parques y plazas acentúan la identidad de estos espacios, facilita su mantenimiento, crea corredores biológicos y produce un efecto visual poético.
“Mucha gente viaja a Buenos Aires a ver la floración de los jacarandás. Y eso es porque la especie se repite en forma redundante. No son árboles aislados. Incluso aisladamente el árbol es precioso. Pero la repetición redundante de una misma especie entrega un paisaje cinético que uno puede captar a cierta velocidad, en los autos o caminando. Entonces la sensación y las percepciones, el cómo juega la luz, la sombra, eso lo hace muy atractivo. Y eso redunda en la calidad de recorrido peatonal y vehicular”, explicó Reyes.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuenta con más de 430 mil árboles, el 85% de los cuales se encuentra en las veredas de la ciudad y el resto en parques y plazas públicas. De acuerdo al último Censo de Arbolado de la Ciudad, las especies predominantes son: el fresno americano rojo, el plátano, el ficus, el tilo, el paraíso y el jacarandá
Jacarandá es un nombre de origen tupí que significa fragante. Nativo de la base de las yungas o selvas de montaña, en el noroeste de Argentina -Tucumán, Salta, Jujuy-, es uno de los árboles indígenas más bellos de nuestro país. Por las condiciones climáticas que le ofrece la ciudad en invierno, distintas a las de su hábitat natural, aquí pierde las hojas durante la primavera, justo antes de la floración. Tiene dos grandes momentos de floración, uno con el árbol sin hojas en noviembre y el otro de menor magnitud en febrero/marzo en latitud pampeana, de un color indefinible entre lila y celeste. Del néctar de sus flores se alimentan colibríes y aves, además de ser también una planta de hospedaje para mariposas. Figura en la lista roja de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN) como "especie vulnerable" por el avance de la agricultura en su hábitat original. La poetisa Maria Elena Walsh le dedicó un poema que es un clásico del cancionero infantil.