Es más antiguo que el Obelisco. En plena avenida 9 de Julio, en la cima del edificio ubicado en Sarmiento al 1113 se alza una de las curiosidades porteñas que más sorprende a los que, camino al trabajo o simplemente paseando, deciden levantar la vista. Es un chalet. Un chalet al mejor estilo marplatense, pero ubicado en el techo de una de esas construcciones típicas del microcentro.
Rafael Díaz, un inmigrante español que huyó de su Valencia natal para conquistar América a principios del siglo XX y que de adolescente soñaba con tener una posición acomodada y un "chalecito en el cielo". Y pocos habrían podido vaticinar que sus deseos se cumplirían, y de una manera tan literal.
Fue construido en 1927, como un lugar de descanso para el español durante el mediodía, que ya gozaba de un éxito inusitado gracias a su emprendimiento "Muebles Díaz", un gran negocio en el que vendía todo tipo de mobiliario en pleno centro porteño. Su tienda tenía nueve pisos y apuntaba a una clientela de clase media, por lo que comenzó a vender con catálogo y a crédito a todos los rincones de la Argentina.
De esta manera, Díaz, que vivía en Banfield, decidió construirse un chalet en el techo del edificio para almorzar y dormir una siesta antes de retomar la jornada laboral, ya que por aquellos años, viajar hacia el Gran Buenos Aires llevaba demasiado tiempo y no lograba aprovechar bien el día. La construcción del chalet fue finalizada en 1927. Su estructura era simple: tiene dos pisos y un altillo. Su diseño estaba inspirado en el estilo Normando nacido en Francia que tanto se podía apreciar en la arquitectura marplatense. El techo fue realizado a dos aguas y con una marcada inclinación.
Años más tarde, don Rafael pudo observar bien de cerca la construcción del ahora icónico Obelisco porteño en 1936 y la inauguración del primer tramo de la avenida 9 de Julio en 1937. Tenía la vista perfecta; una ventana hacia un Buenos Aires en evolución y en constante crecimiento; en su época de mayor esplendor, cuando todo parecía posible y el cielo era el límite.
Y fue también una gran estrategia publicitaria. Su negocio se conocía de boca en boca como "la mueblería del chalecito" y los pedidos no dejaban de llegar. Además, se convirtió en una postal porteña y no paraban de arribar medios extranjeros como la revista LIFE a fotografiar esta extraña curiosidad.
Rafael Díaz falleció en el año 1968, dueño de una gran fortuna y propiedades. Ya en la década del 70 sus herederos decidieron poner en alquiler los pisos del edificio que habían sido parte de la mueblería, y hasta alquilaron el chalet, que se convirtió por un tiempo en el estudio de un fotógrafo. Hoy en día está vacío y casi del todo tapado por publicidades enormes, pero cada tanto un porteño mira para arriba y atisba un detalle del pasado de la Ciudad y se sorprende. Y luego se olvida y continúa con su día.