RESPETAR A LOS OTROS
(Un ejemplo de Borges / Relato de Silvia Zimmermann del Castillo)
Rememoro la mañana de lluvia en que acompañé a Borges a renovar su
pasaporte. Al llegar al desangelado recinto donde se hacían los trámites, nos
topamos con una larga y lenta fila de personas que esperaban su turno.
Le advertí a Borges que tendríamos para mucho tiempo, y tomamos
estoicamente nuestro lugar en la cola, con un sentimiento de deber antes que de
resignación. Apoyado sobre su bastón, Borges me hablaba entretanto de las sagas
islandesas.
La gente se volvía a mirarlo y me llegaban los rumores: “¿Ese que está ahí
no es Borges?”.
Sí, era el autor de Ficciones y de El Aleph.
Un hombre se acercó: “Maestro”, le dijo, “permítame cambiar su lugar con el
mío, que está más adelante. Para mí será un honor”. Borges tartamudeó al
responder: “Muchas gracias, señor, pero prefiero seguir en mi lugar”. Y en el
colmo del pudor, agregó: “Es que si llegué más tarde que usted, es porque soy
más perezoso”.
Se sucedieron otros ofrecimientos que Borges insistió en declinar, hasta
que un agente del orden lo invitó a que pasara a tomar asiento en una oficina
contigua. “Muchas gracias, pero prefiero esperar aquí; no quisiera perder mi
turno por una distracción”, balbuceó.
Yo tengo para mí que, con ese acto, Borges expresaba lo que por exceso de
timidez no ponía en palabras: el respeto a los otros.
Evoco ese episodio con melancolía Borges declinó un privilegio merecido que
le dispensaba la sociedad con legitimidad. Otros, en cambio, se arrogan el
derecho de ejercer un privilegio concedido entre bambalinas en un flagrante
abuso de poder. Borges sintió la felicidad de ser ciudadano entre ciudadanos.
Otros se vanaglorian de ser personal estratégico no se sabe bien de quién ni
para qué. He ahí la diferencia entre la grandeza y la mediocridad. Y puesto que
el privilegio es la cuestión, oportuno es saber qué significa.
La palabra proviene del latín privilegium: ley privada. Así las cosas, los
privilegios son propios de los sistemas feudales y de las monarquías. En las
democracias modernas, podría decirse que se contraponen a los derechos
universales
Publicado en el Diario La Nación