Trabajó con Marie Curie y derribó mitos sobre el cáncer: la historia desconocida de una investigadora de vanguardia.
Helena Larroque de Roffo nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos en 1882 y estudió medicina en una época en la que muy pocas mujeres accedían a la universidad.
Creó una escuela de enfermería y se dedicó a la divulgación científica. Hace 100 años fundó LALCEC, una de las primeras asociaciones dedicadas a la prevención en el continente americano. El legado según expertos en historia y medicina.Cursaba en la universidad cuando sufrió fiebre tifoidea, una infección bacteriana, y nunca pudo terminar la carrera de medicina. Pero su verdadera vocación por la salud de los demás iba más allá de tener un título. Llegó a trabajar con la científica Marie Curie en Francia y volvió a la Argentina para cambiarlo todo. Con su marido científico, impulsó la investigación sobre el cáncer y sus causas. Habló con la comunidad y derribó mitos sobre la enfermedad. A los 20 años se mudó a Buenos Aires para estudiar medicina en un momento en que las mujeres encontraban barreras para acceder a las universidades. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, Larroque se enamoró de uno de sus compañeros, Ángel H. Roffo, y empezó allí una relación que combinó tanto amor mutuo como pasión por la ciencia.Tras padecer la fiebre tifoidea, Larroque perdió a sus padres y más adelante se casó con Roffo, con quien tuvo un hijo. Desarrolló su vocación de servicio en todo lo que fue emprendiendo y dejó un legado que aún es desconocido masivamente. Hoy se habla de “investigación traslacional” en la medicina como el camino para acercar más rápido los descubrimientos en los laboratorios a las necesidades de los pacientes, sin descuidar la prevención de las enfermedades. Sin embargo, a su manera, Helena Larroque ya ponía en marcha acciones en esa dirección con su propia mirada hace más de un siglo: “En la Medicina, la mujer tiene sobre el hombre la superioridad del corazón”, dejó escrito.Después de la Primera Guerra Mundial, Larroque viajó con su marido y científico a Francia, Suiza, Alemania e Italia. Conoció a Marie Curie, y trabajó con ella y su equipo. Según el libro Mujeres benefactoras del mundo, escrito por el matrimonio María Luisa y Pedro Belmes en 1956, Larroque tomó clases en la Universidad de La Sorbona, y publicó artículos científicos. En un cuaderno, anotó: “Yo no soy nada, no valgo nada. Sinceramente quiero ser la colaboradora de mi esposo, con más buena voluntad que con cualidades para merecerlo. Mi misión: acompañar a mi esposo, ayudarlo, facilitar su tarea”.Desde fines del siglo XIX, “había un debate sobre cómo se podía mejorar la práctica médica. En el viaje que Helena Larroque y Ángel Roffo hacen a Europa, conocen de cerca el funcionamiento de instituciones dedicadas a la investigación científica y vuelven a la Argentina con ideas de cambio que incluye que la atención médica debía estar vinculada con la investigación experimental en el mismo lugar”, dijo José Buschini, sociólogo, doctor en ciencias sociales e investigador en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata y del Conicet, quien ha estudiado los inicios de la oncología en Argentina.
“Aunque no pudo graduarse como médica, Larroque hizo también investigación científica con su marido, quien fue una figura pública reconocida a nivel mundial. Cuando investigaba, ella se concentraba más en los aspectos físico-químicos relacionados con las células cancerosas. Formó parte del inicio del desarrollo de la oncología en la Argentina, en un momento en que empezaban a destacarse Bernardo Houssay, quien ganó el Premio Nobel de Medicina en 1947, o Salvador Mazza, en parasitología”, comentó el doctor Buschini.Con su marido apostaron por el proyecto de crear la institución que se dedicara tanto a la investigación en cáncer como a la atención de los pacientes. Tras varias idas y vueltas, se consiguió construir el Instituto de Medicina Experimental en Buenos Aires, que hoy se conoce por el nombre de su marido “Instituto de Oncología Angel H. Roffo”. Larroque se movió para conseguir fondos para que la obra se concrete en la Avenida San Martín.
Mientras los pabellones del instituto se levantaban en medio de jardines arbolados, Larroque y su marido encontraron resistencia al proyecto: el vecindario no quería que funcionara un lugar con personas con cáncer allí. “En aquella época, algunas personas creían que el cáncer era una enfermedad contagiosa. Por eso, los vecinos se opusieron e incluso amenazaron de muerte al doctor Roffo. Pero esa percepción fue cambiando gracias al trabajo de Larroque que organizaba pequeños conciertos en los alrededores del Instituto e invitaba al vecindario a conocer el lugar con los pacientes cerca”, contó a Infobae el médico Sergio Gianni, quien es hoy director interino del área quirúrgica del Instituto.
“Una de las innovaciones de Helena Larroque y su marido Ángel Roffo fue que estaban convencidos que tenían que investigar las causas de los cánceres y compartir la información con la comunidad simultáneamente. Querían contar a la gente lo que encontraban en el laboratorio. Ella lo empezó a hacer y él siguió dando charlas durante décadas después”.“Roffo, que fue el primer director del Instituto, pasó a ser un líder mundial en oncología. Fue uno de los científicos que descubrió que fumar tabaco causa cáncer y fue candidato al Premio Nobel. Fue reconocido por el Gobierno de Alemania como científico. En 1935, se publicó un libro en su homenaje con artículos de 250 investigadores de todo el mundo, un hecho que indica la importancia de su obra”.Pero Larroque también tuvo su influencia.
“Es claro que si no hubiera existido Helena Larroque, Roffo no hubiera sido el gran científico que fue, ni tampoco se hubiera creado el instituto. Esta institución fue pionera en el continente americano al dedicarse exclusivamente a la investigación del cáncer y a la atención de pacientes. El apoyo de Helena fue clave también para conseguir fondos para la creación del instituto y para llevar a cabo las investigaciones. Fue una mujer con una mente brillante, y tremendamente trabajadora”.
Larroque creó una escuela de enfermería que hoy lleva su nombre asociada al instituto de oncología, y la Asociación Cultural de Villa del Parque, Devoto y Talar, donde se hacían conferencias de divulgación científica, y actividades recreativas para niños. Formó parte de una comisión del Consejo Nacional de Mujeres y trabajó en un proyecto de ley en favor de la emancipación civil de la mujer, entre otras actividades.Como se dio cuenta que solo con la investigación y la atención a los pacientes con cáncer no alcanzaba, Larroque fue más lejos y fundó LALCEC, inspirada en una organización que había visto en Francia. “Nuestra lucha diaria es contra un enemigo invisible pero previsible y la mejor manera de combatir el cáncer es trabajando sobre la prevención y detección temprana en toda la Argentina”, sostenía. En ese momento, aún ni siquiera existía la prueba de Papanicolaou de detección células precancerosas en las mujeres.
“Helena Larroque se daba cuenta de que los pacientes con cáncer llegaban tarde al diagnóstico y se puso a promover la educación para la prevención. Lo hacía con la conversación. Hoy casi es inimaginable en un mundo donde predominan las redes sociales y los encuentros virtuales”, afirmó en diálogo con Infobae María Cristina Espil, la actual presidenta de LALCEC. “Cuando Larroque funda nuestra organización, salen a concientizar sobre el cáncer con conversaciones en la comunidad”, detalló.
El día de la fundación de LALCEC en 1921 se hizo una reunión en pleno centro de Buenos Aires. Fue en la casa de una de las integrantes de la comisión directiva que Larroque pasó a presidir. Allí estaban Manuela Lezica de Lassen, María Helena Homberg de Ambrosetti, Mercedes Torres, Carolina L. de Argerich, y muchas otras mujeres que estaban decididas a trabajar por la prevención y el mejor cuidado de los pacientes.
Tampoco se olvidaron de los pacientes terminales en el primer estatuto de la asociación: “Tendremos por misión también la asistencia de los enfermos en los hospitales y a domicilio, a los que aún en el peor de los casos será siempre un consuelo poder llevarles un apoyo moral”.
Espil recordó: “El objetivo abarcaba desde la prevención del cáncer en la comunidad hasta el acompañamiento a los pacientes aunque ya no hubiera tratamiento eficaz. Yo asumí el año pasado a la comisión directiva de LALCEC, y siento que las ideas de Larroque hoy tienen una impresionante vigencia para que ayudemos a reducir la incidencia y la mortalidad por los diferentes cánceres”. En la actualidad, cerca del 70% de las muertes por cáncer se registran en países de ingresos bajos y medianos según la Organización Mundial de la Salud.En febrero de 1924, Larroque tenía 41 años y propuso organizar un curso de puericultura destinado a la protección de la infancia y a la prevención de enfermedades infantiles en la Asociación Cultural que había creado. Pero dos días después sufrió un ataque cerebrovascular y falleció justo en un momento en que sus obras estaban en pleno florecimiento.
En 1926 se hizo un monumento y el entonces presidente del Departamento Nacional de Higiene, Gregorio Aráoz Alfaro, dijo en su discurso sobre Larroque: “Los aspectos más nobles, los más simpáticos para mí de esta personalidad superior, fueron el generoso altruismo, la piedad por el sufrimiento, el proselitismo ardoroso, altas cualidades que la llevaron a ser la animosa consoladora de los enfermos, el estímulo animador de los que trabajan en todos los grados de la noble tarea de la asistencia, la promotora de la Liga contra el Cáncer, la capitana esforzada de una legión, pequeña pero entusiasta y decidida, de hombres y mujeres cuya bandera es la lucha contra uno de los más tristes y amargos dolores humanos”. Toda una mujer de vanguardia.