LA HISTORIA DE AQUEL BUZÓN DE LA ESQUINA
El buzón tal como se lo conoció en otras épocas, pasó a ser un objeto olvidado, y si bien hay ejemplares dispersos en algunas esquinas de la ciudad, pasan totalmente inadvertidos ante los apurados ciudadanos.
Fue un elemento inconfundible del paisaje urbano, “...aquel buzón carmín y aquel fondin….” dice el tango Tinta Roja de Cátulo Castillo, poesía que lo define como infaltable en el paisaje del barrio; punto de referencia, lugar de encuentro para celebrar la amistad y hasta objeto de estafas a incautos y venta de ilusiones, basta recordar el dicho: “le vendieron un buzón”, representa un sentido de identidad y pertenencia en esquinas de la ciudad; en síntesis, memoria de una época que pasó.
Los tiempos cambiaron y las cartas como el buzón, tanto en su función postal como social, fueron reemplazados por innumerables opciones: telefonía celular, internet, correo electrónico, mensajerías, correos privados, kioscos y locutorios desde donde se puede enviar correspondencia.
La historia del buzón, se remonta a 1858, cuando en la gestión de Gervasio Posadas (nieto del primer Director Supremo) al frente de la Administración General de Correos, se instalaron las primeras cajas de madera, por lo general en plazas: Plaza Lorea, De la Independencia (manzana parcialmente demolida entre las calles Independencia, Estados Unidos, Lima y Bernardo de Irigoyen), Del Temple ( Suipacha y Viamonte) Capitanía del Puerto, (Av. Leandro N. Alem entre Peron y Sarmiento), Estación Parque, (actualmente Teatro Colón) y Plaza 11 de Setiembre.
Diez años después, fueron reemplazadas por cajas metálicas, sumando un total de veintidós, ubicadas en comercios y quedando su disponibilidad limitada a los horarios de los mismos. A fines del siglo XIX la Dirección de Correos comienza a gestar un sistema de buzones en los tranvías, lo que se concretó a partir de 1908, en las unidades de la Compañía Anglo Argentina, extendiéndose dicho servicio hasta 1930.
En 1874, durante la gestión de Eduardo Olivera, sucesor de Posadas, llegan desde Inglaterra los primeros buzones de pilar de hierro, tal como se los conoció después, veinte años más tarde, tanto el buzón como el pilar que forma su base, fueron fabricados según el estilo inglés; con el “sombrerito y de color rojo”, en los talleres Fenix, de los hermanos Basch y en 1900, a ellos se sumaron los Talleres Metalurgicos Vasena y los de Guido Scorassino. En la década del 30, se llegaron a fabricar cuatro mil seiscientos buzones, con destino no solo a la Ciudad de Buenos Aires, sino también a todo el país.
Fabricados en hierro fundido en sus extremos y el cuerpo de chapa de hierro, de 91cm de alto y 40cm de diámetro, sobre una base de cemento ubicada a una profundidad de 1m, con una puerta de 80x30cm y en su interior una bolsa de lona que contenía la correspondencia.
Los primeros buzones llegados desde Inglaterra, eran de color rojo, el que se mantuvo hasta 1972 cuando se creo la Empresa Nacional de Correos y Telegrafos (Encotel) y los buzones tomaron el color institucional de la misma: amarillo y negro, hasta que un conflicto con una mutual de taxis de la epoca llevo al cambio de color.
Entre 1983 y 1987 adoptaron un llamativo color verde, para volver nuevamente al rojo hasta 1997, en que con la privatizacion de Encotel tomaron el color azul y amarillo, tonos internacionalmente asociados a los correos de cada pais. Esto tampoco duró mucho tiempo, porque un año después, en 1998, la empresa volvió al rojo clásico.
En las últimas décadas fueron desapareciendo progresivamente, con los cambios urbanos, del promedio de cuatrocientas cartas diarias recogidas, luego fue poco más de una decena y del total de 1450 buzones en su época de esplendor, quedan en pie alrededor de 175 dispersos en la ciudad y de los cuales solo veinte están en uso, generalmente ubicados frente a algún local de Correo Argentino.
Fueron desapareciendo sin dejar huella, y los que subsisten están en malas condiciones; vandalizados, despintados, descascarados y en algunos casos llenos de basura.
Por eso, en el año 2014, un grupo de vecinos de la ciudad se unió en “Rescatando Buzones” a fin de preservarlos y rescatarlos del olvido y desidia,
para devolverles a los ejemplares que quedan en pie, el brillo de las épocas en que se llenaban de cartas.
La idea es que se los declare Patrimonio Cultural de la Ciudad, lo cual significaria un reconocimiento por parte del estado al valor cultural e histórico del buzón.
Los vecinos agrupados, se encargaron de restaurar algunas piezas o restituir otras a distintas esquinas pero además confeccionaron un mapa para determinar la ubicación, estado y realizar un seguimiento de estas piezas. Así, pintura en mano recorren la ciudad en busca de ejemplares dañados.
Se trata de salvar el vacío legal que enfrentan los buzones por no estar protegidos por la normativa y mucho menos catalogados.
La tarea de los vecinos, fue reforzada por del Correo Argentino y el Gobierno porteño, trabajando en conjunto, para poner en valor en una primera etapa los buzones ubicados en lugares de preservación histórica como por ejemplo la Avenida de Mayo, para ampliar en una segunda etapa el área de rescate a otras zonas de la ciudad.
Entre los casos de rescate histórico más difundidos, se encuentra el de la esquina de Centenera y Tabare, en el barrio de Nueva Pompeya, donde se ubica el museo Manoblanca, fue precisamente su dueño, Gregorio Plotnicki que en 1999 y ante la desazón de los vecinos al ser retirada la pieza, decide dirigirse a las autoridades a través de la sección cartas de lectores de dos diarios, ambos las publicaron y a los pocos días el buzón volvió a sus lugar.
En agradecimiento a ello, Plotnicki creó la Orden del Buzón, para distinguir a personalidades de la cultura, el galardón se representó con la réplica a escala de un buzón.
Otro caso emblemático fue el buzón rescatado en la calle Sanabria al 3200, del barrio de Villa Devoto, donde los habitués del Café Notable de García, también hicieron el reclamo pertinente; lograron que el buzón fuera restablecido y se designó a su dueño como encargado de recolectar personalmente las cartas.
Hubo un tiempo en que las cartas eran un medio muy importante de comunicación, redactarla, colocar la estampilla, llevarla al buzón más cercano y comenzar la espera de una respuesta, encerraba una magia muy especial, hoy ese mundo resulta lejano, solo queda rescatar y preservar el pasado para conocerlo.
Prof. Liliana Molino.
Posteo Horacio Molino
Mi pensamiento ... tal vez no interese pero ... ya sé, seré poco romantica, prefiero las video llamadas de mi familia lejana ... o el WhatsApp de sorpresa diciendo viajamos el día .... con vuelo tal ... llegamos a las ... nos encontramos en Roma "como siempre en los últimos años" y vamos juntas para casa en micro. Organizamos desde la ciudad donde vivimos la estadía en Hoteles y los días para quedarnos juntas y recorrer zonas de Roma o monumentos o museos que nos falta ver (muy pocos realmente pero volvemos con gusto a las fuentes y monumentos de la Ciudad Eterna,a tirar la monedita en la de Trevi para volver las 4 juntas y hasta ahora no falló eh?) y boletos para 4 chifladas todo con alegría - entusiasmo y amor para el reencuentro, sí porque nos dejamos con la esperanza de siempre en el reencuentro hasta que la salud dure eh?, y sí en 2023 nos toca a mi hermana y a mí volver a la Patria, nos esperan el pasado y el presente,la familia que se triplicó en nuestra ausencia,los amigos viejos y nuevitos por conocer de persona ya que los encontramos por este medio tan especial,contemporáneo y que realmente prefiero sin nostalgias.
Esto no quiere decir que los buzones no fueron importantes en algún tiempo pasado ... algunos hay que rescatarlos y restaurarlos pero son un recuerdo de un tiempo que fue y en todo el mundo de las comunicaciones .... Fenice
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