La Nación Guaraní en Argentina.
Los Guaraníes, “Originarios de la región del Guayrá (Brasil)”, se extendieron, “como pequeñas ínsulas, a lo largo de las islas del río Paraná”, desde la provincia de Misiones hasta las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. En esta última, llegaron a poblar “las islas frente a Diamante” y Paraná “y el Delta del Paraná.” Fueron pequeños núcleos, “que se iban asentando en los lugares más convenientes y que luego se desarrollarían sin constituir un Estado continuo.”
En la provincia de Misiones, “debió existir el núcleo mayor.” También, “ocuparon el ángulo noroccidental del Chaco”, donde se los conoció con el nombre de “Chiriguanos.” Otro grupo importante, “estaba localizado en las islas del Paraná, en el tramo que se extiende desde la actual ciudad de Santa Fe hasta Rosario.”
Los integrantes de esta Nación, eran de estatura “baja, cuerpo musculoso bien desarrollado y cabeza redonda.” Trabajaron “la madera, el hueso y la piedra”, construyendo “canoas (monoxilas), arcos, flechas y hachas.” Además, elaboraron objetos de cerámica “como ollas, cánteros y urnas funerarias”, que decoraban “con guardas incisas y pintadas de color rojo y negro.”
Las viviendas, llamadas “malocas”, eran “casas de gran tamaño (algunas llegaron a tener hasta cincuenta metros de largo) y dentro de las cuales vivían varias familias bajo el mando de un jefe.” Un grupo de estas “constituía la aldea y se disponía en torno a un espacio central a modo de plaza.” El contorno de la aldea, “estaba protegido por una empalizada.” En las malocas, “todos los individuos dormían en hamacas.” En algunas parcialidades, las casas fueron “de forma circular y las agrupaban en pequeñas aldeas.”
En lo económico, eran “cazadores”, “pescadores”, “recolectores” y “agricultores.” Su principal alimento “fue el pescado, complementado con aves, frutas y hortalizas cultivadas”, por ello, “practicaron una agricultura primaria (intensiva) de tipo hortícola.” El sistema de siembra “era el denominado de rosa (o milpa)”, que consistía “en la limpieza del terreno y quemazón.” Primero “se talaban los árboles y arbustos con hachas de piedras. Luego prendían fuego, para dejar el terreno despejado.” Las mujeres “eran las encargadas de las tareas de siembra y cosecha.”
La siembra “se hacía sin roturar el terreno, cavando hoyos con un palo, donde depositaban las semillas o plantines.” Luego de varias cosechas, “consideraban que la tierra perdía fertilidad”, trasladando “el cultivo a otra zona.” Así, “sembraron “maíz, zapallo, poroto, mandioca y batata.” Además, “maní, mate, algodón” y “la bixa, con la que se pintaban el cuerpo.”
La actividad agrícola “determinó una forma de vida sedentaria.”
Los Guaraníes, “andaban desnudos, pero podían usar una vestimenta amplia de algodón, a modo de camisón.” El adorno masculino era “el tembetá, que confeccionaban de piedra o resina.” Se agrupaban “en familias poligámicas” (donde el hombre podría casarse con varias mujeres) y “conformaban una gran comunidad”, encabezada por un “Rubichá” (jefe). Los jóvenes, por su parte, “no podían acceder a la vida conyugal” si antes no habían cumplido con la “proeza” de “dar muerte a un enemigo en ceremonia ritual.” Sus armas fueron, “el arco largo y las flechas con punta de madera dura con filo pronunciado.” Además, fabricaron “hachas de piedra pulida.”
En lo político, “las parcialidades tenían un Cacique, al que rendían obediencia.” En ciertos casos, “se agrupaba un buen numero de estas parcialidades, constituyendo algo similar a un Concejo de Caciques.” Este, a su vez, “elegía a un Jefe que era obedecido por los demás.” El Cacicazgo “era hereditario.” El común del pueblo, “estaba obligado a labrar las tierras de sus jefes, darles parte de las cosechas, edificarles las casas y brindarles sus hijas.”
En otro orden, “la alfarería se caracterizaba por la decoración hecha con la punta de los dedos, las yemas o las uñas.” A veces, “usaron pintura.” Además, “era común la aparición de grandes recipientes que utilizaban como urnas funerarias para los adultos.”
En cuanto a la religión, “creían en un dios creador del mundo”, que también “era el héroe cultural.” Pero, la devoción a veces se presentaba “con un carácter dual, entre principios opuestos del bien y el mal. El dios del bien se llamaba “Tupá” y el del mal “Añá”. Además, “practicaron la antropofagia ritual, que consistía en comer carne de los enemigos muertos en guerra.” Así, a los prisioneros “se los engordaba”, por un largo periodo, “y eran muertos de un golpe de macana en la cabeza, durante un acto público.”
Prof. Damián D. Reggiardo Castro.
Fuentes Consultadas:
-Arozena, Hugo Néstor y otros. “Enciclopedia de Entre Ríos. Historia. Tomo I”. 1º Ed. Editorial de la Mesopotamia. 1978. Págs. 79 a 88.
-Bourlot, Rubén y otros. “Historia Elemental de Entre Ríos.” 1º Ed. MC Ediciones. Paraná, Entre Ríos, 1991. Pág. 46.
-Rex González, Alberto y otros. “Historia Argentina. Tomo I: Argentina indígena. Víspera de la conquista.” 2º Ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Paidós, 2007. Págs. 135-138.