El bravo perro de Justo José de Urquiza se llamaba Purvis, tenía pelaje bayo y no pasó desapercibido. El artista Juan Manuel Blanes lo incorporó en escenas bélicas que pintó para decorar el Palacio San José, vecino a la ciudad de Concepción del Uruguay, en Entre Ríos. También Domingo F. Sarmiento se ocupó del perro. Se refirió a él como: “la batería que defiende la puerta principal de la línea de defensa”, lo que demuestra que tenía aptitudes de guardián. Aquí, la descripción de Sarmiento:
“Ei general Urquiza tiene a su lado un enorme perro, a quien dado ha dado el nombre del almirante inglés que simpatizó con la defensa de Montevideo en los principios del sitio, y contribuyó a su sostén contra Oribe. En honor del anciano y simpático almirante, la batería que defiende la puerta principal de la línea de defensa se llama Purvis. El perro Purvis, pues, muerde a todo el que se acerca a su amo. Esta es la consigna. Si no recibe orden en contrario, el perro muerde. Un gruñido de tigre anuncia su presencia al que se aproxima, y un ‘¡Purvis!’ del general, en que se le intima a estarse quieto, es la primera señal de bienvenida”.
Continúa Sarmiento: “Han sido mordidos [Ángel] Elías, su secretario, el barón de Grati, cuatro veces, el comandante de uno de sus cuerpos, Teófilo [Urquiza] su hijo y ciento más. El general Paz, al verme de regreso de Buenos Aires [acotamos que se reunieron en Río de Janeiro], su primera pregunta confidencial fue:
– ¿No lo ha mordido el perro Purvis?
– Porque no ha podido morderme, general, es que me ve usted aquí. Siempre tenía la punta de la espada entre él y yo.
En cierta oportunidad en que debía reunirse con Urquiza (antes de la batalla de Caseros), estaba tan obsesionado con el perro, que escribió en un papel: “El perro Purvis va a morderme hoy” y lo mostró a cuatro testigos, antes de guardarlo en el bolsillo de su abrigo. La premonición del sanjuanino no se cumplió.
¿Quién fue Purvis, el marino que inspiró el nombre del perro? John Brett Purvis fue un almirante de la escuadra inglesa que participó en el bloqueo naval que llevó adelante la escuadra anglo-francesa al puerto de Montevideo, durante el enfrentamiento de blancos (aliados de los federales) y colorados (asociados a los unitarios). Por cuestiones políticas, el almirante tuve seguidores y detractores.
Precisamente, en tierras del Uruguay, Urquiza advirtió que la mascota del coronel Miguel Galarza lo seguía a todas partes, demostrando un interés por cambiar de dueño. El caudillo entrerriano adoptó al cachorro y se sorprendió cuando, en el campo de batalla, Purvis no huía como los otros perros, espantado por los estruendos y el griterío. Fue su compañero inseparable y lo acompañó incluso en Caseros (en el cuadro vemos al amo y al perro en acción) y en su estadía en Buenos Aires, en el caserón de Palermo.
Cuando Urquiza partió de Buenos Aires, rumbo a Entre Ríos, no olvidó a su mascota. Ambos, subidos a un bote, alcanzaron la embarcación que los transportaría. Urquiza habló con el capitán para solicitarle que le permitiera abordar con su animal.
El perro murió antes de 1870. Esto privó a Urquiza de un fiel guardián, la fatídica tarde del 11 de abril, cuando un grupo de hombres invadió su residencia para asesinarlo. Bien hubiera querido estar Purvis ahí para defender a su amo.