Por Gustavo Zandonadi.
El 19 de noviembre de 1882, bajo la visión del gobernador Dardo Rocha, se fundó la ciudad de La Plata, una obra maestra de la planificación urbana y un símbolo de progreso para la provincia de Buenos Aires.
La necesidad de fundar una nueva capital provincial surgió tras la federalización de Buenos Aires en 1880. La ciudad de Buenos Aires, que hasta entonces había sido la capital tanto de la nación como de la provincia, se convirtió en territorio federal, dejando a la provincia sin una sede administrativa.
Este vacío debía ser llenado con una ciudad que no solo cumpliera con las funciones gubernamentales, sino que también representara los ideales de una Argentina en crecimiento y transformación.
El camino para la federalización del territorio porteño no fue fácil. El conflicto entre los gobiernos de Nicolás Avellaneda y Carlos Tejedor en 1880 fue un punto de inflexión crucial. Tejedor, entonces gobernador de Buenos Aires, se opuso vehementemente a la federalización, defendiendo la autonomía de la provincia. La tensión aumentó hasta llegar a las armas. El entrevero pasó a la historia como la Revolución de 1880. Las fuerzas leales a Avellaneda y las tropas de Tejedor se enfrentaron en batallas como la de Barracas y Olivera, dejando claro que la coexistencia pacífica entre el Gobierno nacional y el provincial era insostenible.
La derrota de Tejedor y la posterior federalización de Buenos Aires llevaron a la necesidad urgente de establecer una nueva capital para la provincia. Dardo Rocha, junto a un equipo de ingenieros y arquitectos, eligió un terreno en las Lomas de Ensenada, a unos 10 kilómetros del Río de la Plata.
La ubicación no fue casual; se buscaba un lugar estratégico que facilitara la comunicación con la capital nacional y otras regiones, además de contar con terrenos aptos para la edificación y el desarrollo agrícola. La elección de este sitio reflejaba una visión de futuro, donde la accesibilidad y la calidad del suelo eran primordiales.
La Plata fue diseñada con un trazado en cuadrícula, intercalado con diagonales que facilitan el tránsito y la conexión entre distintos puntos de la ciudad. Este diseño, inspirado en las ciudades más avanzadas de la época, no solo optimiza la movilidad, sino que también crea una estética única que ha valido a La Plata el apodo de "la ciudad de las diagonales". Cada detalle, desde las amplias avenidas hasta las plazas y parques, fue pensado para ofrecer una calidad de vida superior a sus habitantes.
La fundación de La Plata también fue un acto de afirmación política y cultural. En un momento en que la Argentina buscaba consolidar su identidad nacional, la creación de una nueva capital provincial simbolizaba el poder y la autonomía de Buenos Aires. La ciudad se convirtió en un centro de educación y cultura, con instituciones como la Universidad Nacional de La Plata y el Museo de Ciencias Naturales, que han sido pilares en el desarrollo intelectual del país.
Hoy, La Plata es un testimonio vivo de la visión de sus fundadores. Sus edificios emblemáticos, como la Catedral de la Inmaculada Concepción y el Teatro Argentino, son joyas arquitectónicas que atraen a visitantes de todo el mundo.