El 22 de noviembre de 1975,
dos días después de la muerte del general Franco,
Juan Carlos I fue proclamado Rey de España.
Comenzaba la transición hacia un régimen político democrático.
La legalización de todos los partidos políticos,
previa a las elecciones de junio de 1977,
aseguró la composición de unas Cortes constituyentes
que reflejaran adecuadamente la pluralidad de la sociedad española.
La Constitución de 1978 es el resultado de un amplísimo
consenso y está plenamente integrada
en la tradición democrática occidental.
La proclamación de los derechos fundamentales y las libertades públicas,
la división de poderes y la soberanía popular
son su núcleo esencial.
Del pueblo español emanan todos los poderes de un Estado social y democrático de derecho, que adopta como forma de gobierno la Monarquía Parlamentaria.
Lo cierto es que la Constitución de 1978 constituye un hecho único en la historia del constitucionalismo español,
ya que por primera vez en nuestra historia puede hablarse de una norma fundamental aceptada por todos y elaborada prácticamente por todos,
gracias a un espíritu de colaboración y
consenso que refleja a la sociedad española y rige su convivencia.
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