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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 02/04/2010 03:05 |
Preparación
Estoy preparado para las bendiciones de la vida.
En el huerto de Getsemaní, Jesús tomó tiempo para orar y conversar con Dios. El ejemplo dado por Jesús al enfrentar tan arduo reto ha inspirado a la humanidad a través de las épocas.
Así como Jesús se preparó para este desafío final y triunfo supremo, yo me preparo para cualquier reto con oración. Afirmo y avivo aquellos aspectos de mi naturaleza personal y espiritual que deseo expresar más plenamente. Al mismo tiempo, no temo examinar las áreas en las cuales todavía no expreso estas cualidades en la vida diaria.
Al mantenerme centrado en oración, decido sabiamente todo lo que pienso, digo y hago. Cada reto se convierte en una lección que me muestra el poder de la oración.
Dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro."—Mateo 26:36
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Orar por otros
Oro por otros partiendo del amor de Dios en mí.
Al orar por familiares y amigos, el amor de Dios fluye hacia mí y por medio de mí. Y, como creación divina, también oro por quienes pueda considerar como mis adversarios. El verdadero amor yace en nuestra capacidad de demostrar amor a quienes nos han ofendido o hecho daño.
El amor es mi naturaleza misma. Siento profunda paz cuando comparto el amor de Dios con los demás. Comienzo a ver las conductas hirientes como llamados equívocos de amor. En vez de condenar a los demás por sus acciones erradas, reconozco lo divino en cada uno de ellos y respondo afablemente. Cuando siento que no soy tratado como merezco, oro. La gracia de Dios me libra de cualquier negatividad y llena mi corazón de amor.
Bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.—Lucas 6:28
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Creación nueva
El poder de Dios transforma mi vida.
Quizás asocie la oscuridad con el temor o la tristeza. Sin embargo, la oscuridad también puede marcar un nuevo comienzo, un tiempo de transformación. De lo pasado, surge algo nuevo. El ave sale del huevo; la mariposa de la crisálida. El tiempo en la oscuridad es una parte importante y esencial del proceso de la vida.
Jesús sabía que la oscuridad de la tumba guardaba la promesa de la vida eterna. Con fe avanzo en momentos de cambio, y hasta de pesar, con la expectativa de que el bien será revelado gracias a la actividad del Espíritu. Estoy receptivo a nueva sabiduría. Con cada experiencia, surjo como una creación nueva.
De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.—Juan 16:20
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Domingo de Resurrección
La presencia crística resucitada en mí me renueva.
Cuando María descubrió que el cuerpo de Jesús ya no estaba donde lo habían puesto en la tumba, no imaginó que Él estaba vivo. Mas luego, ella reconoció a su Maestro y fue testigo del milagro que había ocurrido.
Al contemplar la presencia crística moradora cuando oro, experimento una resurrección, una restauración, un renacer. Al dejar ir lo antiguo y estar receptivo a lo nuevo, cambio de manera vital para mi desarrollo espiritual. Me remonto a una experiencia mayor de la vida de Dios en mí.
Quizás no reconozca inmediatamente la transformación que ha tenido lugar, mas al permanecer en la presencia crística, soy testigo de nuevos milagros.
Jesús le dijo: "¡María!" Volviéndose ella, le dijo: "¡Raboni!" que significa: "Maestro".—Juan 20:16
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