Un país estaba en guerra. El avance de las tropas enemigas había hecho de
la población, aterrorizada, huyera a refugiarse en las montañas. Así que
cuando el ejército llegó al pueblo ya no quedaba ni un alma. El general, que
era un hombre sin escrúpulos y de mirada asesina, se enfureció al
comprobar que el lugar había quedado completamente desierto. Convocó a
todas sus tropas y les preguntó:
- ¿Adónde demonios habrán ido todos?
- Se habrán enterado de nuestro avance y habrán huido -respondieron sus
hombres.
- ¿Ya no queda nadie a quien exigir tributo? ¿Nadie a quien esclavizar? ¿A
quien aterrorizar? ¿A quien saquear? - exclamó el caudillo, cuya maldad no
conocía límites.
-General, el único hombre vivo en kilómetros a la redonda es un hombre
dedicado a Dios que habita en una ermita a las afueras del pueblo.
Sin pensárselo dos veces, el general fue en busca del hombre que buscaba
de Dios. Al llegar a la capilla encontró al hombre orando en silencio.
Cuando el hombre que rezaba se negó a reconocerlo como conquistador, el
guerrero se puso como una fiera y empezó a amenazar al anciano:
-¿Acaso no sabes quién soy yo? Tienes delante a un hombre que puede