Me gusta la sensualidad,
me gusta hacerla parte de
mi vida y de mis días, me gusta sentir despacio,
me gusta el roce, las miradas, me gusta ese
equilibrio perfecto que se da entre lo sutil y lo
que es menos. La caricia lenta, la mirada plena,
el beso que es capaz de destapar mil años de
silencios.
Una escena de la película “El último samurái”
ha sido, para mi gusto, una exquisito ejemplo
de una sensualidad excelentemente bien lograda,
en ella encontramos momento de tensión a raìz
del deseo por poseerse, pero todo, bajo sutiles
imagenes, todo excelentemente bien logrado.
Cosa de gustos. La versatilidad de la cual
estamos hechos los seres humanos,
es lo que nos hace únicos.