A la orilla de un frondoso bosque, bajo una hermosa cascada, residia el hada del amor eterno. Con su varita mágica le entregaba la felicidad al caminante que se adentraba en sus dominios. Un día se acercó a su nido de amor un ruiseñor, que por haber perdido su cante estaba muy triste, y no podía ofrecer sus trinos a su amada, que estaba cubriendo su prole; él sabia que si dejaba de alegrarla con su canto melodioso desfallecería, y también sus pequeñuelos que estaban por nacer. Por lo que le suplicó al hada del amor se apiadara de él tocándole con su varita mágica, le devovería su trinar, ya que es sabido que si el ruiseñor deja de enamorar a su compañera mientrass incuba ella muere de pena en su nido.
El hada del amor se apiadó de él y le devolvió su melodioso trinar aumentado de tonalidades cadenciosas ya que también es sabido que el amor hace milagros y puede mover montañas.
También es sabido que el amor, debe nacer cada día, nunca se ha de olvidar su cultivo, ni la canción diaria de un te quiero, cuánto te amo amor mío... yo soy tu ruiseñor enamorado, que no dejará ni un solo momento de adorarte y cantarte nuestra canción de Amor Eterno.
Casimiro López Cano