Amo la vida porque sé y proclamo que es el más grande don que nos fue dado, porque fue mi poseer primero y será el último que me será quitado.
Teniéndola en mi haber yo he conseguido infinitas experiencias en el mundo que el valor de la más leve sobrepasa al valor de todo el oro de este mundo.
Amo la vida, señores, ¡la disfruto! por el tibio calor del sol cada mañana, por sus noches tan frías y de luto que convierten en espejos mi ventana.
Amo la vida porque cada día me llenará de nuevas experiencias y será cada una de ellas mía y a todas ellas el alma las ansía.
Amo la vida porque la he probado y su sabor agridulce me fascina si algún bien con un mal se me ha pagado no es necesario que esto me deprima.
Amo la vida pues ella me ha enseñado que no es el bien ajeno el que me eleva que es más hermoso amar que ser amado no sé de nadie que a negar esto se atreva.
Amo la vida con todos sus caprichos, con toda su ponzoña y su malicia pues, si no existiera el mal: ¿cómo podría llenarme de orgullo del bien hecho?
Amo la vida, y lo que más le amo es el amor que en ella he encontrado ese amor que me ayuda en cada tramo a amar la vida como jamás se ha amado.
Amo la vida porque soy, y nadie puede evitar mi soy de ayer y ahora. La amo porque no hace ni siquiera treinta años yo no era.
Amo la vida porque sé que un día se apagará el sol de mis mañanas y entonces sabré de qué servía amar la vida así, con tantas ganas.