Cuando veamos que no podemos mantener una relacion armoniosa con otros,
no los culpemos. Mas bien busquemos el defecto en nosotr@s. Es muy sencillo culpar a los demás, pero eso no ayuda. ... Cuando encuentremos que algo no va bien, hagamonos estas preguntas:
¿qué he hecho? ¿dónde fallé? Veremos que la relación con los demás mejorará notablemente. No se puede lograr una verdadera comprensión del alcance de las cosas
y de lo vulnerable de la naturaleza humana, sin un espíritu humilde. Sólo siendo humildes, nos conectamos rápidamente
con la compasión y quien siente compasión por los demás,
empieza a vivir con pasión su verdadera vida. Todos quieren estar por encima de todos. Esa es la causa principal de los malos entendidos. La persona de caracter humilde siempre comprende a los demás. Nunca está por encima de nadie. No se siente superior a nadie. En cada conversación que mantenemos abunda el pronombre “YO”.
Yo hice esto, yo hice aquello. Yo di esto, yo di aquello.
Yo logré esto, yo logré aquello. La pesona con humildad raramente utiliza ese pronombre. En su conversacion abundan los pronombres “nosotros” y “ustedes”. El persona comprensiva discute muy poco. Casi nada, o frena la discusión a tiempo. Se da cuenta de que en una discusión, nadie gana. Cuando pensamos que la hemos ganado, nos damos cuenta tarde o temprano,
de que no hemos convencido a la otra persona; más bien la hemos cansado. En ese proceso se pierden muchísimos amigos. La persona comprensiva sabe que hay que ponerse de acuerdo,
a pesar de las diferencias. Incluso, cuando no está de acuerdo, respeta a la otra persona.
Antes de calumniar, se olvida de su ego, y practica lo que predica.
Es muy fácil dar consejos a los demás,
lo difícil es ponerlos en práctica en nuestra propia vida. Si no tenemos la coherencia y la constancia de practicar lo que pregonamos,
muy pronto, nadie nos va a prestar atención y mucho menos respetar.