Había una vez un ratón que vivía con ataques de pánico
en la casa de un viejo gato.
El ratón cada vez que veía al felino, se espeluznaba y
tembloroso huía despavorido a la ratonera, hasta que en cierta ocasión,
un mago que estuvo de visita se compadeció de él y le
concedió el favor, no de quitarle el miedo pero, por lo menos
de convertirlo en un animal más fuerte, y más poderoso.
En estos arreglos, el mago hizo del ratón temeroso,
un gato joven y fuerte.
Pero, a las pocas horas de la visita del mago a aquella casa,
apareció el recién convertido gato lleno de pavor,
quejándose de miedos porque en el jardín había visto a
un perro, el mago volvió a compadecerse de él y lo reconvirtió en
perro agresivo.
Y el remedio volvió a fracasar, porque antes de la noche
entró el perro corriendo, buscando amparo, ya que en el
bosque se había topado con una pantera.
El mago, desesperado por las fallas de las conversiones
anteriores, habló seriamente con aquel animal, y le advirtió que
era el último abracadabra que gastaría en las transmutaciones genéticas
del animal, y lo convirtió en pantera.
Sin embargo, como era de esperarse, la pantera, regresó
de su primer aventura por las profundidades del bosque,
trémula y jadeante por los efectos del pánico… -
es que me encontré a un cazador, buscando panteras!, dijo en son de queja.
El mago furioso, le respondió: “Mira, contigo es inútil todo
cambio porque si te convierto en cazador, vendrás
llorando de miedo, a la primera enfermedad de tu hijo y
tan pronto tengas un conflicto con la esposa.
Por lo mismo, te regresaré al estado de ratón miedoso como te conocí…”.
Es cierto, de poco o nada sirven los cambios
de estado social, económico, religioso, y familiar para tratar
de matar las serpientes del miedo y la cobardía.
El miedo no existe fuera de la piel, sino enredado en el centro del alma.
La solución consiste en cambiar de corazón,
más que cambiar de padres o de esposo.
Anónimo