en destacar a quien de verdad manda.
Mandar, como bien sabemos, mandamos todos, en distintos momentos,
en distintas circunstancias; somos propensos a ordenar, dirigir, exigir...
¿Puede un simple marinero, mandar en alguien o en algo? Podemos asegurar que sí.
Un marinero puede y debe mandar sobre sí mismo; sobre sus responsabilidades,
sus valores y compromisos laborales.
Luego si cada marinero manda sobre sus actos
en el ámbito de sus funciones profesionales.
¿En quién manda el patrón? La respuesta es muy sencilla, el patrón manda en sí mismo.
Una vez, ha conseguido conocerse y aprender el verdadero sentido y esencia del
“ordeno y mando”, puede el patrón navegar en alta mar,
con la confianza y la seguridad de contar con una tripulación
comprometida con el objetivo de la empresa.
Cualquier observación, sugerencia, asesoramiento, por parte de uno de los marineros
que componen el equipo, es tan importante, que más de un naufragio han evitado.
¿Escucha el patrón, la opinión de un simple marinero?,
¿Puede navegar en solitario el patrón, con dos ojos, dos oídos y un cerebro limitado?
No vamos a discutir que el timón lo dirige el patrón, pero en alta mar,
cuando aparece la marejada, surgen muchos problemas que pueden suponer,
en la soledad del patrón, que el barco navegue a la deriva.
Si en un barco, cada miembro de la tripulación, manda en su parcela
de responsabilidades, con la libertad de poder comunicar al patrón
cualquier sugerencia, proponer cambios para mejorar el buen
desempeño de su trabajo, tengan ustedes la certeza de que en esa embarcación
hay un buen patrón que manda de verdad.
Un estilo de liderazgo basado en la integridad, la coherencia,
los valores democráticos, garantiza el éxito de un equipo
de trabajo comprometido con los objetivos de la empresa.
El rendimiento del patrón será mayor cuanto más implicados estén los marineros
en la buena navegación del barco en el que todos mandan.
No pretendamos mejorar el rendimiento organizacional,
si no mejoramos el rendimiento individual de cada miembro de la tripulación.
Conversaba un día con el patrón de la embarcación pesquera Mar de Alborán,
sobre qué estilo de dirección utilizaba, y no dudó un ápice en asegurar que él
delegaba en cada miembro de la tripulación, confiando totalmente en el buen hacer
de cada uno de ellos, sabiendo que en los momentos de dificultad,
el equipo es el que responde.
José Salmerón me dijo “no hay embarcación grande para la mar”,
y yo digo “no hay empresa grande en el mar”.
Lo que sí existe, son grandes equipos de trabajo que garantizan
dar el cien por cien en los momentos de marejada.