Un día en la calle dos personas pedían limosna.
Uno de ellos lo hacía como la mayoría de los mendigos,
a cada individuo que pasaba por la calle decía:
me puede regalar 1 dólar, me puede dar 5 dólares,
o me puede dar 10 dólares…
el otro mendigo lo hacía de una manera diferente
este indigente no pedía dinero sino que a cada joven
o mujer que pasaba empezaba a decirle palabras
resaltando su belleza y les decía piropos como:
“si Adán peco por Eva, Yo por usted me condeno”
y a las que veía con celular les decía:
“Señorita, me presta su celular,
necesito hablarle a San Pedro,
para avisarle que un ángel se le ha caído del cielo”
y así este mendigo singular se la pasaba
resaltando la belleza y cualidades de todas
las mujeres que pasaban por ahí.
Frente a la calle se encontraba “Don Curioso”
que observaba los dos mendigos.
Y acercándose al mendigo galanteador, le pregunta:
¿Qué clase de mendigo es usted?
Su vecino pide limosnas como lo hacen todos los mendigos,
pero usted en vez de pedir dinero empieza
a halagar y alabar a las mujeres.
Entonces nuestro singular mendigo lleno de emoción responde:
Es que yo soy mendigo pero soy “un mendigo de amor”…